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La política es vocación de servicio
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Por: Omar de Jesús Mejía Giraldo - “La política es vocación de servicio”, sentenció el Santo Padre muy recientemente, el pasado 4 de marzo de 2019, en reunión de la Pontificia Comisión para América Latina; un espacio en donde, de la mano de algunas universidades de Latinoamérica, se viene liderando formación en Doctrina Social de la Iglesia.
Esta formación se dirige fundamentalmente a jóvenes que quieran, mediante la profundización del conocimiento, amar de verdad nuestra Doctrina Social de la Iglesia, como un camino objetivo que brinde claridad, seguridad, inspiración, y, a través del cual se formen como legítimos dirigentes políticos, que se preocupan por el bien común antes que por el bien particular; y que por sobre todo, no estén pensando simplemente en enriquecerse durante su período de administración.
El Santo Padre dice: “No olvidemos que entrar en política, significa apostar por la amistad social”. Éste debería ser el principio fundamental de quien pretende aspirar a ser “servidor publico”. Presten atención a esto: “servidor público”, no servidor de mis intereses, ni tampoco los intereses de mi familia, grupo, partido, barrio, sector, vereda o determinada institución. Tengamos todos en cuenta que, con las mismas actitudes con las que se desarrolla la campaña, de cercanía, amistad, desprendimiento, tiempo disponible para los demás, afecto, esas mismas actitudes deben caracterizar a quien ya tiene bajo su poder la administración de lo público; desde luego, con el debido orden y disciplina que exige administrar personas, comunidades y bienes; pero sin perder la humanidad, sin esconderse a las necesidades de la gente. Dicho de otra manera, que el mandatario sea la misma persona que elegimos al término de su campaña.
El interés máximo de un gobernante debe ser construir una sociedad en paz. Desde la fe, la paz es un don de Dios; pero desde lo humano, como dice Francisco: “La paz es una construcción artesanal”. Es decir, se debe armar entre todos, sin distinción de credo, raza, clase social, pensamiento, ideología… Desde que el candidato a ser “servidor público” empieza su campaña debe ser un artesano de la paz. Es mentalmente imposible entender que alguien prometa estrategias de paz en su probable futura administración, si desde ahora no está propiciando encuentros de amistad con quiénes, igual que él, están en campaña y poseen la misma posibilidad de ser gobernantes.
Es imposible que un candidato sea artesano de la paz, si ya, desde el inicio de su campaña, propicia, impulsa, posibilita, paga o es promotor de insultos, descréditos, chismes, o maltratos a sus “contrincantes” (compañeros de campaña). El candidato honesto, transparente, libre, preparado…, alumbra y brilla con luz propia, y no pretende alumbrar con las debilidades del otro.
Escuchemos textualmente al Santo Padre:
“La política no es el mero arte de administrar el poder, los recursos o las crisis. La política no es mera búsqueda de eficacia, estrategia y acción organizada. La política es vocación de servicio, diaconía laical que promueve la amistad social para la generación de bien común. Solo de este modo la política colabora a que el pueblo se torne protagonista de su historia y así se evita que las así llamadas “clases dirigentes” crean que ellas son quienes pueden dirimirlo todo… Hacer política no puede reducirse a técnicas y recursos humanos y capacidad de diálogo y persuasión; esto no sirve solo. El político está en medio de su pueblo y colabora con este medio u otros a que el pueblo que es soberano sea el protagonista de su historia”.
Quisiera decirles a los candidatos que empiezan a salir a la luz pública aspirando a ser servidores públicos, en mi pobre opinión, que no deben hacer “campañas populistas”. No prometan lo que saben desde ya que es imposible cumplir; no nos creen expectativas falsas, porque estas desengañan muchísimo al pueblo, y hacen que se pierda credibilidad en el poder público de nuestra nación, de nuestra región, de nuestra localidad.
Recuerden que deben estar preparados para ejercer competentemente el cargo al cual aspiran. El primer acto de corrupción de un servidor público es aspirar al ejercicio de un cargo para el que no está justamente preparado.
Insisto, no hagan muchas promesas. Prometan solamente: administraré con honestidad, honradez, responsabilidad y respeto los bienes de la institución que me propongo gobernar. Cuidaré de las buenas relaciones entre servidores públicos, de tal manera que todos caminemos para el mismo lado. Y, mantendré los mismos ideales y criterios, asegurando cordialidad y disponibilidad para ser cabalmente lo que he prometido ser: “Un servidor público”.
Estimados amigos(as), a problemas humanos, soluciones humanas. No crean que todo se soluciona con cámaras, motos, carros, cemento, muros, torres de control, computadores…, no. Es urgente en el Caquetá, en Florencia y en todos nuestros municipios, empezar una campaña de educación en “cultura ciudadana”. En el Caquetá cada municipio necesita urgentemente unidad y disponibilidad entre todos para seguir construyendo cultura con identidad propia.
Somos Amazonía, y como tal, es necesario que entre todos, pero sobre todo, a partir de los administradores de lo público, amemos nuestra tierra. Que construyamos desde el amor por lo nuestro y no desde las rivalidades, las envidias y las confrontaciones. Seamos diferentes, ¡qué bueno!, pero desde esa misma diferencia, busquemos lo que finalmente nos une a todos. En lo básico que es lo humano, todos debemos entendernos. ¡Unidos somos más!
Querido candidato (a), hoy usted representa a un partido político, pero no olvide, querido amigo (a), que mañana será el “servidor público” de todos. Como gobernante no puede pensar en cosa diferente a la búsqueda del bien común.
Por favor, hermanos, piensen en grande, no se limiten a soñar de hoy para mañana. El gobernante tiene que ser un hombre visionario. “Vale la pena soñar”. El gobernante debe administrar de casa y con visión de futuro, con apertura al diálogo y pensando en la fraternidad humana. Si no hay fraternidad en la comunidad, se podrán hacer muchas cosas, pero terminan siendo esfuerzos inocuos, sin sentido y de muy poco alcance. Es la fraternidad humana la que genera credibilidad y hace que las obras materiales se valoren y cuiden. Si el “servidor público” no genera empatía con su comunidad puede hacer mucho, pero no logra nada. Si no hay empatía, no hay apoyo. Recuerde querido amigo (a), que mañana sin crear suficiente empatía con su pueblo, será muy difícil que lo gobierne; porque no encontrará disponibilidad en su comunidad para aceptar sus propuestas, y menos aún, disposición hacia sus normas o sus leyes.
Ánimo. Si es posible. El Caquetá es el origen de cosas muy buenas, la gente es trabajadora, emprendedora, generosa, honesta, creativa…; queremos salir adelante necesitamos de su liderazgo, de su capacidad de gestión, pero por sobre todo, necesitamos de su honestidad para hacer que lo poco o lo mucho que se administre, llegue a donde tiene que llegar y no se quede en círculos cerrados y en amigotes de turno, que hoy le hacen cohorte a sus intereses, solo porque ejerce el poder; mañana lo dejarán sólo, defendiéndose de las seguras acusaciones en su contra.
Ánimo, si se puede ser honesto. Educar, educar…, es la tarea. Después de la segunda guerra mundial, los americanos le ofrecieron ayuda a Alemania y ellos respondieron: “Ayúdennos a reconstruir al hombre, que luego todos nosotros juntos reconstruiremos el país”. La tarea es reconstruir el tejido social, la familia, la fraternidad común, la unidad en las veredas, sectores, barrios… La meta debe ser apostarle a la formación integral de los niños, adolescentes, jóvenes, en ellos reposa maleable el futuro de nuestra nación, departamento, municipios; ellos serán los servidores públicos muy pronto, ayudémosles a descubrirse a sí mismos, a encontrar todo el potencial de liderazgo implícito en su ser. Por favor, inviertan bien los recursos destinados a la educación y a los programas de bienestar humano.
Piensen en la sabiduría de los ancianos y de la gente madura. Ténganlos en cuenta. Ellos son la memoria histórica viviente, cuiden de ellos como un don preciado a los que deben escuchar con atención para que iluminen el camino a seguir. La experiencia no se improvisa, no es fortuita, no se construye sola; ella es un bien que se adquiere como consecuencia de las luchas y los sufrimientos durante el inexorable pasar del tiempo. La política es vocación de servicio.
Es urgente querer la ciudad y hacer que todos la queramos. Hagamos que desde los niños hasta los más adultos nos sintamos identificados con las virtudes fundamentales de la ciudad: Tolerancia, autodominio, urbanidad, sociabilidad (Fray Nelson Medina). La ciudad no es estática, toda ciudad es dinámica, porque la constituimos seres humanos que estamos en continúa evolución. Hagamos memoria histórica de nuestra amada ciudad, juntos disfrutemos el presente y soñemos el futuro. Querido candidato, mañana cuando sea nuestro gobernante, tenga en cuenta a todos, para soñar unidos por una ciudad acogedora y soñadora. Todos podemos aportar a su gobierno si usted se abre a escuchar a su pueblo. Caminemos juntos. El futuro está en las manos, en el corazón y en la mente de todos. Su usted se aísla, se queda sólo y será más proclive al error, déjese ayudar. Juntos podemos llegar más lejos. La política es vocación de servicio.
+ Omar de Jesús Mejía Giraldo
Obispo de Florencia
“Les traigo la paz” (Juan 20, 19.21.26)
Vie 5 Abr 2024
Mar 2 Abr 2024
“Ha resucitado; no está aquí” (Mc 16, 6)
Por Mons. José Libardo Garcés Monsalve - Con esta expresión el evangelista Marcos resume el acontecimiento decisivo que contiene toda nuestra profesión de fe, que se hace realidad en nuestra vida cristiana en este día en que celebramos con gozo la resurrección del Señor. Ya en el momento del calvario pocos segundos después de Jesús lanzar un fuerte grito y expirar, el centurión romano hizo profesión de fe cuando dijo: “Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios” (Mc 15, 39), encontrando la certeza plena en el anuncio que el joven vestido de blanco les dijo a las mujeres que fueron a ver el sepulcro: “No se asusten. Buscan a Jesús de Nazaret, el Crucificado. Ha resucitado; no está aquí. Miren el lugar donde lo pusieron. Vayan, pues, a decir a sus discípulos y a Pedro: Él va camino de Galilea; allí lo verán, tal como les dijo” (Mc 16, 6-7).Frente a un mundo con mucho odio, venganza y violencia, la Resurrección de Jesucristo es la revelación suprema para decirle a la humanidad que finalmente no reina el mal, sino que reina Jesucristo Resucitado que ha venido a traernos perdón, reconciliación y paz, para que todos tengamos en Él la vida eterna. La proclamación de la resurrección de Jesús es fundamental para dar cimiento a la fe, tal como lo señaló el Apóstol san Pablo “Si Cristo no ha resucitado, la fe de ustedes no tiene sentido y siguen aún sumidos en sus pecados” (1Cor 15, 17), pero como Cristo resucitó, Él es la fuente de la verdadera vida, la luz que ilumina las tinieblas, el camino que nos lleva a la salvación: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie puede llegar al Padre, sino por mí” (Jn 14, 6).El desarrollo de la vida diaria tiene que conducirnos a un encuentro con Jesucristo vivo y resucitado, “que me amó y se entregó por mí” (Gal 3, 20), y ahora resucitado vive y tiene en su poder las llaves de la muerte y del abismo, para rescatarnos del mal que nos conduce a la muerte y darnos la verdadera vida, la gracia de Dios que nos renueva desde dentro con una vida nueva, para convertirnos en misioneros del Señor resucitado, según su mandato a los discípulos: “vayan y hagan discípulos a todos los pueblos y bautícenlos para consagrarlos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, enseñándoles a poner por obra todo lo que les he mandado. Y sepan que yo estoy con ustedes todos los días hasta el final de los tiempos” (Mt 28, 19-20).Así lo entendieron los primeros discípulos que vieron a Jesucristo y lo palparon resucitado. Pedro, los apóstoles y los discípulos comprendieron perfectamente que su misión consistía en ser testigos de la resurrección de Cristo, porque de este acontecimiento único y sorprendente dependería la fe en Él y la difusión de su mensaje de salvación por todos los confines de la tierra.Pedro, ante la pregunta de Jesús de quien era Él para ellos, le contesta: “Tú eres el Cristo” (Mc 8, 29), pero como todavía no había llegado la hora, Jesús les ordenó que no se lo dijeran a nadie. Ahora con la certeza de la resurrección, después de pasar por la cruz, todos salen a comunicar esa gran noticia por todas partes. También nosotros haciendo profesión de fe como Pedro, en el momento presente somos testigos de Jesucristo resucitado y cumplimos con el mandato de ir por todas partes a anunciar el mensaje de la salvación, con la certeza que no estamos solos en esta tarea, Él está con nosotros todos los días hasta el final de los tiempos (Cf Mt 28, 19-20).Dejemos a un lado nuestras amarguras, resentimientos y tristezas. Oremos por nuestros enemigos, perdonemos de corazón a quien nos ha ofendido y pidamos perdón por las ofensas que hemos hecho a nuestros hermanos. Deseemos la santidad, porque he aquí que Dios hace nuevas todas las cosas. No temamos, no tengamos preocupación alguna, estamos en las manos de Dios. La Eucaristía que vivimos con fervor es nuestro alimento y fortaleza que nos conforta en la tribulación y una vez fortalecidos, queremos transmitir esa vida nueva a nuestros hermanos, a nuestra familia, porque “Ha resucitado; no está aquí” (Mc 16, 6).La esperanza en la resurrección debe ser fuente de consuelo, de paz y fortaleza ante las dificultades, ante el sufrimiento físico o moral, cuando surgen las contra-riedades, los problemas familiares, cuando vivimos momentos de cruz. Un cristiano no puede vivir como aquel que ni cree, ni espera. Porque Jesucristo ha resucitado, nosotros creemos y esperamos en la vida eterna, en la que viviremos dichosos con Cristo y con todos los Santos. Tenemos esta posibilidad gracias a su resurrección.Haciendo profesión de fe en el Señor, miremos y contemplemos el Crucificado y digamos: “Tú eres el Cristo” (Mc 8, 29) y en ambiente de alegría pascual por la Resurrección del Señor, afrontemos nuestra vida diaria renovados en la fe, la esperanza y la caridad y vayamos en salida misionera a comunicar lo que hemos experimentado al celebrar esta semana santa. Puestos en las manos de Nuestro Señor Jesucristo y bajo la protección y amparo de la Santísima Virgen María y del Glorioso Patriarca San José, pidamos la firmeza de la fe para ser testigos de la Resurrección del Señor.En unión de oraciones,reciban mi bendición.+José Libardo Garcés MonsalveObispo de la Diócesis de Cúcuta
Jue 7 Mar 2024
Cuaresma: un camino de fe en comunidad
Por Mons. Ricardo Tobón Restrepo - La Cuaresma, si por una gracia especial de Dios la vivimos en serio, es un verdadero camino hacia la Pascua. Es decir, asumimos el éxodo en que estamos y aprendiendo a interpretar y a aprovechar los dones y las pruebas en medio de las que avanza nuestra existencia, vamos haciendo resurrección en cada uno de nosotros y en las personas que nos rodean. Para esclarecer las sombras, afrontar las luchas y no perder la esperanza, es necesario peregrinar en comunidad a la luz de la fe. Tal vez, entonces, la primera pregunta es si hoy tiene sentido creer.Partamos de la realidad. Junto a tantos signos de bondad y junto a un desarrollo impensable de la ciencia que cada día abre nuevos horizontes, crece igualmente una especie de desierto espiritual. Se tiene la sensación de que, a pesar de tantos logros, a veces el mundo no se dirige hacia la construcción de una sociedad más justa y fraterna. El hombre no aparece más libre y humano, continúan tantas formas de explotación y de violencia, quedan preguntas fundamentales sin responder, constatamos que, además del pan, necesitamos también sentido, fundamentos seguros, amor y esperanza.En este contexto, se requiere una renovada educación para la fe, que lleve a un conocimiento de la verdad y de los acontecimientos de la salvación, pero que brote sobre todo de un encuentro con Dios. Realmente, la fe verdadera se produce en un contacto profundamente personal con Dios, que nos pone frente a Él en absoluta inmediatez de modo que podamos hablarle, amarlo, entrar en comunión con Él, permitirle que nos toque en lo más íntimo de nosotros mismos. La fe es confiarse a un Tú, que es Dios, el cual nos da una certeza diversa, pero no menos sólida de la que viene de los cálculos exactos de la ciencia.La fe no es un mero asentimiento intelectual a unas verdades particulares sobre Dios; es un acto con el que nos confiamos libremente a un Dios que es Padre y que nos ama, es adhesión a un Tú que nos da confianza y esperanza. Este amor tiene su máxima revelación en la cruz de Cristo. Con la muerte y resurrección de su Hijo, Dios desciende hasta el fondo de nuestra humanidad para levantarla hasta Él. Así la fe hace ver cómo el amor de Dios es capaz de transformar toda forma de mal en salvación y cómo en Cristo se ha revelado la realidad profunda de la persona, el camino a la libertad y la posibilidad del amor.La fe viene por la escucha, dice San Pablo; es necesario escuchar a Dios que, a partir de una historia que Él mismo ha creado, nos interpela. Para que podamos creer tenemos necesidad de testigos que han encontrado a Dios y nos lo hacen accesible. De ahí la importancia de la comunidad. Pero la comunidad de fe no se crea por sí sola. La Iglesia ha sido creada por Dios y viene continuamente formada por Él. Esto encuentra su expresión en los sacramentos, especialmente en el Bautismo, en el que venimos acogidos por una comunidad, que no se ha originado por sí misma y que se proyecta más allá de sí misma.Esta realidad profundamente personal que es la fe está en relación inseparable con la comunidad. La fe es un don comunicado a través de otro don que es la comunidad. En efecto, es parte de la esencia de la fe el hecho de quedar introducidos en el nosotros de los hijos de Dios, en la comunidad peregrina de los hermanos y hermanas. El encuentro con Dios significa que, al mismo tiempo, somos sacados de nuestra soledad y acogidos en la comunidad viva de la Iglesia. Ella es mediadora de nuestro encuentro con Dios, que llega al corazón de cada uno de un modo completamente personal.La Cuaresma es entonces una oportunidad imperdible para consolidar nuestra fe y al mismo tiempo construir la comunidad cristiana. Nuestra sociedad requiere cristianos que se comprometan con Dios y su proyecto de salvación, que estén vitalmente incorporados a Cristo por la acción de su Espíritu, que sean la Iglesia que testimonia al mundo la experiencia de la vida nueva que surge del bautismo. Tengamos presente que esto se logra por la acción de Dios mediante la catequesis bien conducida, la liturgia celebrada con unción, la práctica de la oración humilde y el ejercicio de la caridad con todos los hermanos. Esta es la tarea pastoral de las parroquias en este tiempo de Cuaresma.+ Ricardo Tobón Restrepo Arzobispo de Medellín
Mié 21 Feb 2024
Conversión pastoral para ir en salida misionera
En nuestra Diócesis de Cúcuta, siguiendo el llamado del Papa Francisco, estamos en salida misionera y para ello nos proponemos evangelizar con una nueva mentalidad, respondiendo al llamado constante que la Iglesia nos hace a la conversión. Hemos comenzado el tiempo cuaresmal el pasado Miércoles de Ceniza, con una invitación concreta a transformar nuestra vida en Cristo, con el llamado del Señor en su Palabra: “conviértete y cree en el Evangelio” (Mc 1, 15), que consiste en reorientar la vida hacia Dios y renovar la profesión de fe en el Señor, diciendo: “Tú eres el Cristo” (Mc 8, 29), recordándonos la necesidad de conversión, para purificar nuestra conciencia del mal y el pecado y limpios de co-razón, transmitir el Evangelio de Jesucristo por todas partes.El llamado permanente del Papa Francisco a ser Iglesia en salida misionera, lo percibo muy vivo en cada uno de los evangelizadores de nuestra Diócesis, ya que encuentro sacerdotes, diáconos, seminaristas, religiosos, religiosas y agentes de pastoral comprometidos con la tarea evangelizadora, cumpliendo el mandato del Señor: “Vayan y hagan discípulos a todos los pueblos y bautícenlos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a poner por obra todo lo que les he mandado. Y sepan que yo estoy con ustedes todos los días hasta el final de los tiempos” (Mt 28, 19 - 20).Mi compromiso constante consiste en animarlos para que sigan comunicando la alegría que produce el encuentro con Jesucristo. Seguiré dedicando todo mi tiempo y esfuerzo para acompañar en primer lugar a los sacerdotes, invitándolos a hacer todos los días con Pedro, la profesión de fe, reconociendo que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios vivo. Los animo a que sigan viviendo este ministerio santo en gracia de Dios y en salida misionera.También seguir dedicando tiempo para acompañar a las instituciones diocesanas, con el fin de que puedan seguir siendo ejemplo de caridad en el desempeño de su misión y finalmente, quiero seguir acompañando a los feligreses en cada una de las parroquias, con las visitas pastorales y la administración del sacramento de la Confirmación, fortaleciendo con ello la acción misionera en cada una de las comunidades parroquiales.Los invito a fortalecer la conversión personal, que tiene que conducir a transformar nuestra vida en Cristo. La conversión es ir hacia adelante en el seguimiento de Jesús, sabiendo que en un primer momento es dejar un pecado, un vicio dominante que va arruinando nuestra vida, pero en un nivel superior es transformar la vida en Cristo, para decir con san Pablo: “Ya no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí” (Gál 2, 20), de tal manera que todo nuestro actuar, sentir y vivir es en Cristo, como lo expresaba san Pablo en su experiencia espiritual: “Para mí la vida es Cristo” (Fil 1, 21).Comprometidos con la conversión personal, tenemos la fortaleza que nos da la gracia para vivir la audacia de hacer más evangélica, discipular y participativa, la manera como pensamos y realizamos la pastoral (Cfr. DA 368), en este sentido “la conversión pastoral exige que se pase de una pastoral de mera conservación a una pastoral decididamente misionera”.Así será posible que el único programa del Evangelio siga introduciéndose en la historia de cada comunidad eclesial con nuevo ardor misionero, haciendo que la Iglesia se manifieste como una madre que sale al encuentro, una casa acoge-dora, una escuela permanente de comunión misionera” (DA 370), teniendo presente que la hoja de ruta que hemos trazado para nuestra Diócesis de Cúcuta es la salida misionera que significa: “Salir de la propia comodidad y atreverse a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio” (EG 20).Nuestro punto de partida tiene que ser una sincera conversión personal, pastoral y de las estructuras, de acuerdo con lo que nos enseñan los documentos de la Iglesia, conscientes que lo que se nos pide a todos es disponernos a la con-versión, mediante el encuentro con Jesucristo y la decisión de hacer profesión de fe en Él, diciendo: “Tú eres el Cristo” (Mc 8, 29). Esto significa un cambio profundo de actitud, que conlleva a una transformación de nuestra vida en Cristo, aceptando su cruz, contemplando al Crucificado y escuchando lo que el Espíritu Santo está diciendo en este momento a la Iglesia y a nuestra Diócesis.Nuestra fuerza está en la Palabra de Nuestro Señor Jesucristo, que nos envía en salida misionera a evangelizar al mundo entero (Cf Mt 28, 19 - 20), que identificamos como nuestra misión, conscientes que la fuerza interna, proviene del Espíritu Santo a quien reconocemos como primer protagonista en la tarea del anuncio del Evangelio (Cfr. EN 75).El comienzo de la Cuaresma tendrá que ser una oportunidad para hacer profesión de fe en el Señor y en actitud contemplativa, mirando al Crucificado decir: “Tú eres el Cristo” (Mc 8, 29). Que la intercesión de la Santísima Virgen María y la custodia del Glorioso Patriarca San José, alcancen del Señor la gracia para cada uno de nosotros, de una auténtica conversión pastoral, para ir en salida misionera a anunciar el mensaje de la Salvación por todas partes.En unión de oraciones,reciban mi bendición.+José Libardo Garcés MonsalveObispo de la Diócesis de Cúcuta
Mar 13 Feb 2024
2024 de la mano de Dios
Por Mons. Luis Fernando Rodríguez Velásquez - Sin duda que el refrán de que cada día tiene sus afanes, es cierto. Así como cada año que comenzamos viene cargado de expectativas y sueños. Estamos dando inicio formal a las actividades administrativas en la Arquidiócesis y en general en todas nuestras comunidades. De nuevo quiero expresarles mis mejores deseos para que este año represente un tiempo de paz y reconciliación, así como de crecimiento en la fe y en el compromiso de vivir una vida según el querer del Señor. Vivámoslo de la mano de Dios.Para la Iglesia universal, por querer del Papa Francisco, el 2024 será el año de la oración. Él ha querido que, en la proximidad del año santo jubilar, que se celebrará en el 2025, los que hacemos parte de la Iglesia católica nos unamos en un mismo sentir y un solo corazón, por la gracia y acción del Espíritu Santo que debemos dejar actuar en cada uno. Y un medio para discernir lo que el Señor quiere para todos es la oración.El Catecismo de la Iglesia Católica dedica toda la cuarta parte a la oración cristiana, en los números 2558 – 2865. Los invito para que los retomen y los lean; es una joya catequética que nos ayuda a comprender la importancia de la oración cristiana y los beneficios que de ella surgen. En estos números nos enseña a orar y hacer de la vida una oración.En estos tiempos, que no son los últimos, pero que nos ayudan a prepararnos para cuando el momento final llegue, el Catecismo dice, entre otras cosas, lo siguiente: “Orar en los acontecimientos de cada día y de cada instante es uno de los secretos del Reino revelados a los “pequeños”, a los servidores de Cristo, a los pobres de las bienaventuranzas. Es justo y bueno orar para que la venida del Reino de justicia y de paz influya en la marcha de la historia, pero también es importante impregnar de oración las humildes situaciones cotidianas. Todas las formas de oración pueden ser la levadura con la que el Señor compara el Reino (cf. Lc. 13, 20-21)” (n. 2660).Y estas formas de oración son: vocal, meditación y contemplación, y en estas expresiones están la oración de bendición, de adoración, de petición, de intercesión, de acción de gracias y de alabanza.En este primer editorial del año, solo los quiero motivar para que acojamos la invitación del Papa para que se intensifique la oración, en estos tiempos de prueba. La Arquidiócesis irá ofreciendo subsidios, con base en el Catecismo, para que se sumerjan en el misterio del amor de Dios que es también la oración. Si Cristo oró, lo hizo porque para Él la oración era vital, y para enseñarnos a orar.El 2 de febrero celebramos la solemnidad de la Presentación del Señor en el templo, conocida también esta fiesta litúrgica como de Nuestra Señora de la Candelaria. Pedimos al Señor, que vino a nosotros como la luz de las gentes, que también nosotros seamos luz llena de esperanza para los demás.Igualmente se celebra el 11 de febrero, la Jornada Mundial del Enfermo, en concordancia con la memoria litúrgica de Nuestra Señora de Lourdes. Oramos por los enfermos, por los que están en clínicas y hospitales, y oramos también por el personal de salud, médicos, personal de enfermería, administrativos y directivos de estas instituciones. También pedimos para que las políticas de salud que se están implementando, no vulneren los derechos de nadie, ni de los enfermos, ni de los prestadores de salud. En el centro de todo esfuerzo está la persona, y es a ella a la que se debe servir con amor y eficacia.El miércoles 14 de febrero damos inicio al tiempo de Cuaresma, con la imposición de la ceniza. Que sea un día de auténtico compromiso de cambio y de conversión personal y comunitaria.Y el 22 de febrero, celebramos la fiesta de la Cátedra de San Pedro. Es el día en el que oramos por el Papa Francisco, sucesor de Pedro, y al orar por él, oramos por toda la Iglesia. El ser católico conlleva la comunión con el Papa. Él nos pide siempre que oremos por sus intenciones. Hagámoslo. Y oremos también por nuestro seminario Arquidiocesano San Pedro Apóstol, pidiéndole a San Pedro que interceda por esta importante y querida obra arquidiocesana, la casa donde se forman los futuros presbíteros.