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Para que sean plenamente uno (Jn 17,23)
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Por: Mons. Omar de Jesús Mejía Giraldo - Carta Pastoral - Saludo fraterno a los Señores Obispos de la Provincia Eclesiástica recién conformada por el Santo Padre, el Papa Francisco. Saludo cordial a los hermanos Sacerdotes de la Provincia. Saludo de Pastor a los Religiosos (as), Seminaristas, Laicos. Saludo a todos los hombres y mujeres de buena voluntad que conforman la nueva Provincia Eclesiástica de Florencia con identidad amazónica.
“Para que sean plenamente uno”. Así se expresa Jesús en su oración conocida como la oración sacerdotal (Cf Jn 17). Nuestra tarea es: desde la diversidad orar, evangelizar, trabajar, impulsar…, la unidad. Escuchemos el sentir de la Iglesia: “Para promover una acción pastoral común en varias Diócesis vecinas, según las circunstancias de las personas y de los lugares, y para que se fomenten de manera más adecuada las recíprocas relaciones entre los Obispos diocesanos, las Iglesias Particulares se agruparán en Provincias Eclesiásticas delimitadas territorialmente” (Código de Derecho Canónico, 431, 1).
La biodiversidad amazónica, nos da píe para pensar también en la diversidad cultural que se ha gestado en este bello territorio de la amazonia colombiana. Esta diversidad nos enseña que todos tenemos derecho a existir y a ser diferentes. La diversidad para la Iglesia no puede ser un problema, todo lo contrario, es una bendición, así lo expresaba precisamente San Pablo: “Hay diferentes dones espirituales, pero el Espíritu es el mismo. Hay diversos ministerios, pero el Señor es el mismo. Hay diversidad de obras, pero es el mismo Dios quien obra todo en todos. La manifestación del Espíritu que a cada uno se le da es para provecho común” (1Cor 12,4-7).
“Para que sean plenamente uno”. Ser uno. Sentir el gozo de la diversidad, pero luchando por la unidad, éste es el querer de la Iglesia en cabeza del Papa Francisco. Éste tiene que ser el sentir y el gozo de nosotros los Obispos de: Florencia, Mocoa - Sibundoy, San Vicente del Caguán, Leticia, Puerto Leguízamo - Solano, Inírida y Mitú. Ser uno, sentir el gozo de la hermandad en la fe, éste debe ser el gozo y la alegría de quienes entregamos la vida en la misión evangelizadora de la amazonia colombiana. Ser uno, sentir la alegría de hacer parte de la agenda del Papa y de la Iglesia universal tiene que ser la fuerza que nos impulsa a trabajar por la unidad en este bello territorio en el cual queremos seguir sembrando la semilla del Reino de Dios, con limpieza y trasparencia de corazón, con honestidad y rectitud, con respeto y responsabilidad.
“Para que sean plenamente uno”. De verdad y de todo corazón, queremos decirles a los diversos pueblos que conforman nuestra amazonia, con absoluta libertad queremos seguir proponiéndoles el Evangelio como el camino para la unidad. Escuchemos al Papa Benedicto en Aparecida:
“La fe en Dios ha animado la vida y la cultura de estos pueblos durante más de cinco siglos. Del encuentro de esa fe con las etnias originarias ha nacido la rica cultura cristiana de este continente expresada en el arte, la música, la literatura y, sobre todo, en las tradiciones religiosas y en la idiosincrasia de sus gentes, unidas por una misma historia y un mismo credo, y formando una gran sintonía en la diversidad de culturas y de lenguas. En la actualidad, esa misma fe ha de afrontar serios retos, pues están en juego el desarrollo armónico de la sociedad y la identidad católica de sus pueblos” (Discurso inaugural, mayo 23 de 2007).
“La Iglesia no crece por proselitismo, crece por atracción; la atracción testimonial de este gozo que anuncia Jesucristo. Ese testimonio que nace de la alegría asumida y luego transformada en anuncio. Es la alegría fundante. Sin este gozo, sin esta alegría, no se puede fundar una Iglesia, una comunidad cristiana. Es una alegría apostólica, que se irradia, que se expande” (Francisco, en la Misa de acción de gracias, por la canonización de San José de Anchieta, el evangelizador de Brasil, abril 24 de 2014). Alegría, gozo, fiesta…, son expresiones que, de muchos sacerdotes, religiosos (as), laicos y muchas otras personas se han escuchado por la creación de la nueva Provincia Eclesiástica. Esta es la alegría que invito a todos mis hermanos misioneros y evangelizadores a compartir con todos los pobladores de nuestra región amazónica. Alegría que hemos de vivir de cara a la Iglesia universal.
Hermanos, todos: Indígenas, afro - descendientes, campesinos, colonos, empresarios, dirigentes, políticos, líderes sociales, partidos políticos…, sintámonos convocados por el evangelio a cuidar nuestra “casa común”. Esta maravillosa casa, Dios nos la ha entregado para que la administremos con “fidelidad y prudencia” (Cf Lc 12,32-48). No nos cansemos de trabajar por nuestra “casa común”, ella es “nuestra hermana”, escuchemos al Papa: “Esta hermana clama por el daño que le provocamos a causa del uso irresponsable y del abuso de los bienes que Dios ha puesto en ella. Hemos crecido pensando que éramos sus propietarios y dominadores, autorizados a despojarla” (Cf Laudato Si, 2). Entre todos démonos a la tarea de trabajar buscando siempre el bien común y no nuestros intereses personales inspirados en la avaricia, la ambición y el deseo de poder.
Como nueva Provincia Eclesiástica, con rostro amazónico, tenemos la enorme tarea de escuchar la voz de Dios que siempre nos habla y se manifiesta sobre todo a través de los más pobres e invisibles. Nos insiste precisamente Francisco: “Cada cristiano y cada comunidad discernirá cuál es el camino que el Señor le pide, pero todos somos invitados a aceptar este llamado: salir de la propia comodidad y atreverse a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio" (Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, 20).
Como Iglesia con rostro amazónico, tenemos que sentirnos todos convocados a escuchar la voz de Dios que nos dice: “He visto el sufrimiento de mi pueblo…” (Cf Ex 3,7-9), y desde ese sufrimiento, leer el querer de Dios en cada una de nuestras Jurisdicciones que hacen parte de nuestra Provincia. Como Iglesia y junto con toda la sociedad, debemos discernir, a la luz de la Palabra y a la luz de cada momento histórico la voluntad de Dios para los pueblos amazónicos. Como Iglesia debemos actuar, así: “hacer amanecer la palabra en las obras” (Petición de los indígenas en el pre - sínodo. Bogotá, agosto, 13-14, 2019).
Como Provincia Eclesiástica tenemos el reto de hacer realidad las ideas que tantas personas han soñado, cuando empezaron a gestar la identidad territorial de la Iglesia en la amazonia. Debemos pasar de las ideas, las emociones y los sentimientos a lo real. Nuestra gran misión será acompañar a todas las comunidades insertas en la amazonia, sin distinción de credo, raza o clase social, pero sí, con identidad. Somos Iglesia y como tal nuestro gran desafío es la unidad: “Para que sean plenamente uno”. Nuestro camino evangelizador y nuestro acompañamiento a los pueblos, comunidades y ciudades de la amazonia, debe estar inspirado en la oración constante. Jesús mismo nos enseña que nuestra oración debe ser universal. Decir: “Padre Nuestro”, es sentir el gozo y la alegría de ser hermanos. Nuestra misión exige compromiso, sacrificio, entrega… Nuestra tarea misionera en la amazonia colombiana, la debemos seguir inspirando en la gracia y en la bendición de Dios, como la han realizado nuestros antepasados. Como Iglesia, conocemos la realidad y los grandes desafíos de hoy, sin embargo, no podemos ser profetas de la desesperanza y la destrucción; como Iglesia, hagamos el esfuerzo y tengamos la convicción y la virtud de ser sobre todo profetas de la esperanza. La obra es de Dios. Es Él quien nos ha llamado a ser parte de esta Iglesia que peregrina en este “instante vital” en la amazonia. Si Dios nos ha puesto aquí, es porque conoce nuestro corazón y sabe que nuestra misión será, realizar con fe, amor y entusiasmo, su santa voluntad.
Ciertamente, tenemos enormes retos: Abogar por el cuidado de la casa común; la conservación del bioma amazónico; acompañar y hacer seguimiento a todo los proyectos de desarrollo en nuestro territorio; propiciar ambientes fraternos y de paz, donde se garantice la vida como don de Dios y como valor esencial que da fundamento a todos los demás derechos; luchar por la conservación de los bosques tropicales, allí está la vida, de éstos depende gran parte de la vida del planeta, ésta es una enorme tarea que tiene repercusión nacional, pero también global, recordemos el siguiente principio: “Somos un todo y todo está interconectado”. Nuestro compromiso tiene que ser al estilo del evangelio, recordemos la Palabra: “He venido para que tengan vida y la tengan en abundancia” (Jn 10,10). La vida es un todo. Tenemos la enorme tarea de impulsar la conservación y la buena utilización del agua, el medio ambiente, la biodiversidad… Hemos de propiciar e impulsar con fuerza evangelizadora el sentido sacro de la vida, desde que nace hasta que termina como obra de Dios. La vida es un don de Dios.
Somos Iglesia con rostro amazónico y como tal es justo y necesario aprovechar este bello momento histórico para agradecer de corazón a tantos Misioneros y Misioneras, que han hecho su aporte generoso, para que hoy seamos lo que somos. Gratitud inmensa a tantos hombres y mujeres, religiosos, (as) y laicos que con rectitud y honestidad de corazón han gastado sus vidas en estas bellas tierras de la amazonia colombiana. Gratitud a la Iglesia como un todo: “La presencia significativa de la Iglesia católica, sus compromisos y avances de esta institución social y religiosa, más allá de sus intenciones evangélicas y catequizadoras, ha sido una fuerza poderosa que ha caminado y construido sociedad y cultura con el pueblo y ha sido profundamente solidaria con sus esperanzas, angustias, temores y alegrías” (Gabriel Perdomo. Historiador de la Universidad de la Amazonia, julio 24 de 2019).
Hoy somos Provincia Eclesiástica de Florencia, Iglesia con rostro amazónico; es un momento histórico valiosísimo, significativo y oportuno para detenernos a admirar a quienes como Obispos han sembrado y gestado el Reino de Dios en este vasto territorio de la amazonia. Hoy y siempre, como Iglesia y como sociedad civil, queremos admirar también a tantos sacerdotes que han entregado su ser por el bien de todos y la salvación integral de quienes han hecho y seguimos haciendo parte de la amazonia. Este es un momento significativo para valorar el enorme potencial vocacional que posee la Iglesia en la amazonia colombiana. Estimados sacerdotes, vivamos con alegría nuestra identidad sacerdotal. Ciertamente reconocemos un valioso avance en vocaciones nativas, pero necesitamos fortalecer nuestra identidad vocacional. Esto lo lograremos en la medida que como consagrados vivamos con alegría, gozo y fuerza espiritual nuestro ministerio. Somos para Dios y desde Dios somos para los demás. Nuestro ministerio ha comenzado en la mañana de nuestra ordenación y terminará en la tarde de nuestro funeral. Nuestra misión es hacer el bien sin mirar a quien, con Santa Teresita podríamos decir: “Quiero pasar el cielo haciendo mucho bien sobre la tierra”. Con quiénes estemos y dónde estemos seamos lo que prometimos ser. El mundo nos necesita sacerdotes, existencialmente sacerdotes.
Como Provincia Eclesiástica, es digno y justo, agradecer y admirar, la Vida Consagrada. En la amazonia, han ofrendado la vida muchísimas religiosas. A ellas admiración infinita, por su entrega generosa. Una religiosa, con su bondad, con su generosidad, con su ser y presencia misma…, nos está diciendo que un mundo mejor sí es posible. Como Iglesia con rostro amazónico les ofrecemos nuestro cariño y afecto. Una petición de corazón y con sentido de admiración: le pedimos a las madres Generales y Consejeras, por favor, en sus procesos de reestructuración, miren las periferias de la amazonia, las queremos, las necesitamos. Estimadas religiosas, ustedes son para nuestras comunidades y pueblos la presencia del mismo Dios que asume el rostro femenino, para realizar su obra evangelizadora, unida a la promoción humana integral. Muchas gracias por su entrega generosa.
Estimados laicos a ustedes también nuestra gratitud y admiración. Ustedes son el número más grande y significativo de la Iglesia, con ustedes y para ustedes queremos seguir siendo Iglesia. Queridos laicos integrantes de las diferentes culturas que conforman nuestra Iglesia amazónica, están cordialmente invitados para que juntos: pastores y pueblo santo, caminemos hacia la unidad. “Seamos plenamente uno” (Cf Jn 17,23). Unidos somos más. La unidad debe estar por encima de cualquier conflicto. La unidad desde Dios y entre nosotros, será quien le dé consistencia a nuestra naciente Provincia Eclesiástica.
Un aspecto más que decir: como Iglesia con rostro amazónico, tenemos una gran responsabilidad. Junto con el Papa Francisco y con toda la Iglesia, sigamos buscando, “nuevos caminos para la Iglesia y para una ecología integral”, en la amazonia colombiana. Hagamos equipo, trabajemos unidos, caminemos juntos. La amazonia es diversa, pluri - étnica y pluri - religiosa…, todo esto nos exige el sabernos ubicar en un nuevo contexto evangelizador, quizás aún, nos exija cambios estructurales y luchar contra los nuevos colonialismos. No sintamos miedo, Dios siempre nos acompaña, Jesús resucitado sigue actuando entre nosotros y como a los discípulos en el día de la resurrección también a nosotros nos dice: “¡La paz esté con ustedes!” Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron mucho al ver al Señor” (Jn 20,19-20). Tenemos un imperativo moral y ético para asumir hoy como mandato de Dios y de la Iglesia. Escuchemos a Francisco: “Hago una invitación urgente a un nuevo diálogo sobre el modo como estamos construyendo el futuro del planeta. Necesitamos una conversación que nos una a todos, porque el desafío ambiental que vivimos, y sus raíces humanas, nos interesan y nos impactan a todos” (Laudato Si, 14).
El compromiso ético de la Iglesia en la amazonia, pasa por el compromiso y el servicio a una causa común, donde luchemos por la protección del ecosistema, la fauna, las aguas y desde luego por los derechos de sus pobladores. El Papa Francisco, nos convoca a una responsabilidad individual, es válido entonces, a manera de conversión, revisar nuestro estilo de vida. Pero también se nos invita a una responsabilidad colectiva, por eso, adquiere sentido una Provincia Eclesiástica; eso implica que al “caminar juntos” hagamos, tanto a la Iglesia, como al Estado y al mundo entero, propuestas realizables y proyectos en común que nos ayuden a ser parte de la solución y no parte el problema.
Como Iglesia con rostro amazónico, comencemos desde ya un gran debate social positivo y propositivo. Impulsemos una pedagogía social, en donde tengamos en cuenta el actual avance de los Medios de comunicación y las redes sociales. Aprovechemos las autopistas acuáticas que nos comunican, junto con todos los demás medios que nos ha traído la modernidad y hagamos de nuestra amazonia un solo corazón, luchando por unir incluso a los pueblos vecinos que nos circundan, aunque pertenezcan a otro país. La amazonia es una sola, la vida es una sola, el interés por hacer el bien es uno solo, el evangelio es uno solo. Dios es uno. A través de Jesús, el Señor, Dios Padre, nos sigue diciendo: “Sean plenamente uno”.
La amazonia es un gran patrimonio, que muchos, por su afán de lucro, no alcanzan a descubrir su enorme valor. Como Iglesia sigamos impulsando un proceso de “alfabetización”, que llegue a esferas nacionales e internacionales y digamos, que la amazonia es un enorme patrimonio, al que debemos cuidar, si queremos preservar la vida en el planeta. No podemos desconocer la diversidad, pero desde la diversidad luchemos por la unidad. Tomemos conciencia y en la medida de lo posible contémosle al mundo que la amazonia es el gran “termostato que regula la vida de nuestro planeta”.
“He venido a sanar a quienes tienen destrozado el corazón” (Cf Lc 4,19), así define san Lucas la misión de Jesús. El mundo está herido. Como seres humanos vivimos constantemente heridos. El planeta también está herido. Es urgente renunciar a la “cultura del todo vale” y esto con fines meramente lucrativos. Impulsados por la teología de la creación es necesario generar entre nosotros la “cultura del regalo, de la gracia, del sentido de la providencia”. Dios nos ha regalado el mundo para que en él construyamos y promovamos un desarrollo humano sostenible, que partiendo de la diversidad nos impulse a la unidad. Enorme tarea: desde la diversidad buscar la unidad.
Como Iglesia con rostro amazónico, no podemos perder el puesto de ser los abanderados de la educación. A través de la pedagogía y la didáctica, aprovechando todos los medios sociales de comunicación y a través de las redes sociales, con estrategias formativas, podemos seguir llegando al corazón de las personas en la amazonia e insistir en la protección de la casa común. Recurramos a las entidades que poseen la misión de investigar sobre el tema amazónico para que compartan con nosotros sus conocimientos y así con certeza y sensatez sepamos dar razones por el cuidado de nuestro planeta.
A manera de conclusión, como Iglesia con rostro amazónico no se nos puede olvidar que la “Iglesia existe para evangelizar” (EG, 14), y evangelizar es hacer que Dios llegue al corazón de cada persona y de cada comunidad. Todo lo que hemos hecho como Iglesia y todo aquello que proyectemos realizar, mirémoslo bajo la óptica de las virtudes teologales de fe, esperanza y caridad. Que sea la caridad, la virtud central que nos impulse a obrar siempre. Tengamos en cuenta el valioso principio que nos enseña San Agustín: “En lo esencial, unidad; en lo dudoso, libertad; en todo, caridad”.
Con el Papa Francisco, vamos todos a soñar con una Iglesia amazónica viva y fresca que siga impulsando la evangelización en el territorio amazónico con decidido amor por el evangelio y la casa común. Escuchemos al Santo Padre: “Sueño con una opción misionera capaz de transformarlo todo, para que las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial se convierta en un cauce adecuado para la evangelización del mundo actual, más que para la auto presión” (EG, 27). Pidámosle al Espíritu Santo que nos ayude a ser testigos de la esperanza en la amazonia colombiana.
Encomendamos nuestra Provincia Eclesiástica al patrocinio de San José, el hombre justo y trabajador, el hombre que por mandato divino tuvo el privilegio de cuidar, educar y acompañar el proceso de crecimiento del Hijo de Dios. San José el hombre manso y humilde de corazón, nos ayude a ser prudentes, pero severos en el cuidado de la creación. María, nuestra Madre y esposa de José, nos ayude a descubrir el camino que hemos de hacer como Iglesia, en el hoy de nuestra historia.
+ Omar de Jesús Mejía Giraldo
Arzobispo de Florencia
Miremos y contemplemos el Crucificado
Jue 2 Mayo 2024
Lex orandi, lex credendi, lex vivendi
Jue 2 Mayo 2024
Mar 16 Abr 2024
“Yo soy el Buen Pastor, conozco a mis ovejas y ellas me conocen a mí” (Jn 10, 14)
Por Mons. José Libardo Garcés Monsalve - El próximo domingo contemplamos en la liturgia de la Iglesia a Jesucristo Buen Pastor, que da la vida por sus ovejas, así lo expresa en el Evangelio: “Yo soy el Buen Pastor, el buen pastor da la vida por las ovejas” (Jn 10, 11), además, el Evangelio destaca las características de Jesús Buen Pastor y nos dice que va en busca de las ovejas para llevarlas hasta el Padre. Jesucristo como Buen Pastor está atento a cada uno de nosotros, nos conoce, nos busca y nos ama, dirigiéndonos su Palabra, conociendo la profundidad de nuestro corazón, nuestros deseos, nuestras esperanzas, como también nuestros pecados y nuestras dificultades diarias, “Conozco a mis ovejas y ellas me conocen a mí” (Jn 10, 14).La acción del Buen Pastor que da la vida por las ovejas, que no las abandona, son acciones que muestran cómo debemos corresponder a la actitud misericordiosa del Señor. Seguir al Buen Pastor y dejarse encontrar por Él, implica intimidad con el Señor que se consolida en la oración, en el encuentro personal con el Maestro y Pastor de nuestras almas, es la actitud del conocimiento y el amor que tenemos por el Señor, que nos lleva a profesar la fe en Él diciendo: “Tú eres el Cristo” (Mc 8, 29), reconociendo como el centurión, al mirar y contemplar el Crucificado que “Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios” (Mc 15, 39) y que desde la cruz ha conocido nuestros pecados y ha dado la vida por nosotros, en un acto de amor infinito del Padre celestial por toda la humanidad caída y rescatada desde la Cruz.Jesucristo Buen Pastor se ha quedado con nosotros en cada uno de los sacerdotes, que, participando del único sacerdocio de Jesucristo, hacen visible al Buen Pastor, siendo Pastores del pueblo de Dios, cuidando las ovejas, saliendo en busca de la oveja perdida y comportándose como pastor en medio del redil y no como asalariado que abandona las ovejas en el momento del peligro. “El Sacerdocio es el Amor del corazón de Jesús”, repetía el Santo Cura de Ars. Un Amor que desciende del cielo para entrar en el corazón de cada pecador, para romper sus cadenas, para sacarlo de las tinieblas y llevarlo a la vida de la gracia. Así es cada sacerdote Buen Pastor, es el Amor del Corazón de Jesús para la comunidad parroquial, para cada una de las familias, para todos los fieles de la comunidad, cercanos y alejados de Dios, todos caben en el corazón del Buen Pastor.Cada sacerdote en el mundo es sacramento de este Sumo Sacerdote de los bienes presentes y definitivos. El sacerdote actúa en representación del Señor, no actúa nunca en nombre de un ausente, sino en la persona misma de Cristo Resucitado, que se hace presente con su acción eficaz. El Espíritu Santo garantiza la unidad en el ser y en el actuar con el único sacerdote. Es Él quien hace de la multitud un solo rebaño y un solo Pastor y la misión del sacerdote es apacentar las ovejas que debe ser vivida en el amor íntimo con el Supremo Pastor (Cfr Benedicto XVI, Audiencia General, 14 de abril de 2010), dando la vida por las ovejas, conociéndolas por su nombre y dejándose conocer por el Supremo Pastor.El próximo domingo es un día especial para dar gracias a Dios por el Sumo Sacerdocio de Nuestro Señor Jesucristo, que como Buen Pastor nos rescata a cada uno de nosotros de las tinieblas del pecado y levantándonos nos lleva sobre sus hombros. Pero también es un día para agradecer al Señor por cada uno de nuestros sacerdotes, que dejándolo todo han sabido escuchar la voz del Pastor Supremo, para cumplir la misión en el mundo de pastorear al pueblo de Dios con los sentimientos de Jesucristo Buen Pastor, dando la vida por las ovejas que han sido puestas bajo su cuidado.Cada sacerdote como Pastor de una comunidad parroquial necesita de la oración y del acompañamiento de su pueblo. La santidad del pueblo de Dios está en las rodillas del sacerdote, que, como Buen Pastor, sabe acompañar desde la oración a cada uno de los fieles. Pero también la santidad de cada Sacerdote está en las rodillas de los fieles, que en actitud contemplativa frente al Señor ora por sus sacerdotes. Agradecemos hoy, el don de cada uno de los sacerdotes de nuestra Diócesis de Cúcuta y también de las vocaciones, para que el Señor siga enviando obreros a su mies, para rescatar tantas ovejas perdidas que necesitan volver al redil a beber el vino de la gracia de Dios y llegar un día a participar de la felicidad eterna. Oremos por los jóvenes que se encuentran en nuestro Seminario Mayor San José, para que sepan responder al llamado del Señor y se vayan configurando con Jesucristo Buen Pastor, hasta llegar a dar la vida por el rebaño que se les será confiado.Pidamos la gracia de la renovación sacerdotal para nuestro tiempo, que nos comprometa a todos en salida misionera, para ir en busca de la oveja perdida, de quien rechaza a Jesús o no lo conoce y poderlo retornar a tomar el alimento que ofrece Jesucristo Buen Pastor en la Eucaristía, en donde somos transformados en Cristo cuando comulgamos en gracia de Dios y aprendemos desde la Eucaristía a resolver nuestra vida desde Dios.Pongámonos en oración de rodillas frente al Santísimo Sacramento y en actitud contemplativa miremos y abracemos el Crucificado y tengamos muy presentes a todos los sacerdotes del mundo entero y de nuestra Diócesis, para que cada día el celo pastoral de los ministros conduzca al pueblo de Dios a hacer profesión de fe en Jesucristo Crucificado y bajo la protección y amparo de la Santísima Virgen María y del Glorioso Patriarca San José, todos los sacerdotes seamos fieles a Jesucristo y a la Iglesia.En unión de oraciones,reciban mi bendición.Mons. José Libardo Garcés MonsalveObispo de Cúcuta
Vie 5 Abr 2024
“Les traigo la paz” (Juan 20, 19.21.26)
Por Mons. Luis Fernando Rodríguez Velásquez - ¡FELICES PASCUAS! Es el saludo esperanzado de los creyentes durante este tiempo inaugurado con la Resurrección de Cristo que es el acontecimiento más importante de la fe, pues nos permite comprender en profundidad el sentido de la vida verdadera, respondiendo incluso a los interrogantes ¿Cómo aprovechar y cómo construir la vida en nosotros?En los días de las Octava de Pascua y en el domingo “de la Divina Misericordia” escuchamos en el Evangelio cómo Jesús, cuando se aparece a los discípulos, los saluda diciendo: ¡Les traigo la paz!Hoy, como su arzobispo católico de Cali, en nombre del Señor que vive, les hago llegar el mismo saludo de paz a todos los que habitan en el territorio de la Arquidiócesis, especialmente a los jamundeños y a todos los que viven o visitan Terranova y sectores aledaños, El Rodeo y las zonas rurales en Robles, Timba, Quinamayó, Guachinte, Villa Paz, Potrerito, San Antonio, Villa Colombia y las veredas que las conforman.Con el Resucitado, les expreso mi paternal cercanía con este mensaje pascual reiterando el llamado a que se custodien y respeten las vidas humanas y la libertad de pensamiento, de culto y de movimiento.En nombre de Dios, hago eco del clamor de millones de colombianos para que cesen las acciones bélicas de todas las partes, así como las acciones orientadas por los grupos insurgentes al reclutamiento de menores de edad y el uso de las poblaciones civiles como escudos humanos. Nos inquieta y preocupa el incremento y reestructuración de los grupos armados ilegales.Reitero este llamado con las palabras del Papa Francisco en su último mensaje pascual: “No permitamos que las hostilidades en curso continúen afectando gravemente a la población civil, ya de por sí extenuada, y principalmente a los niños. Cuánto sufrimiento vemos en los ojos de los niños: ¡olvidaron de sonreír esos niños en aquellas tierras de guerra! Con su mirada nos preguntan: ¿por qué? ¿Por qué tanta muerte? ¿Por qué tanta destrucción? La guerra es siempre un absurdo, la guerra es siempre una derrota… Que no se ceda a la lógica de las armas y del rearme. La paz no se construye nunca con las armas, sino tendiendo la mano y abriendo el corazón”.Como Iglesia católica seguimos acompañando a todos los ciudadanos en el territorio de la Arquidiócesis. Especialmente, nuestro pensamiento se dirige ahora a quienes viven en Jamundí y sus corregimientos, sedientos de paz y de tranquilidad.A todos pido orar por quienes han perdido la vida, están siendo extorsionados, han sido reclutados o han tenido que salir desplazados de sus tierras, implorando también el arrepentimiento y la conversión de los autores de tales crímenes.Los bendigo y animo a que no pierdan la esperanza, pues Jesús, con su resurrección, venció la muerte y nos hizo libres, ¡Aleluya!+LUIS FERNANDO RODRÍGUEZ VELÁSQUEZArzobispo de CaliSantiago de Cali, abril 4 de 2024
Mar 2 Abr 2024
“Ha resucitado; no está aquí” (Mc 16, 6)
Por Mons. José Libardo Garcés Monsalve - Con esta expresión el evangelista Marcos resume el acontecimiento decisivo que contiene toda nuestra profesión de fe, que se hace realidad en nuestra vida cristiana en este día en que celebramos con gozo la resurrección del Señor. Ya en el momento del calvario pocos segundos después de Jesús lanzar un fuerte grito y expirar, el centurión romano hizo profesión de fe cuando dijo: “Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios” (Mc 15, 39), encontrando la certeza plena en el anuncio que el joven vestido de blanco les dijo a las mujeres que fueron a ver el sepulcro: “No se asusten. Buscan a Jesús de Nazaret, el Crucificado. Ha resucitado; no está aquí. Miren el lugar donde lo pusieron. Vayan, pues, a decir a sus discípulos y a Pedro: Él va camino de Galilea; allí lo verán, tal como les dijo” (Mc 16, 6-7).Frente a un mundo con mucho odio, venganza y violencia, la Resurrección de Jesucristo es la revelación suprema para decirle a la humanidad que finalmente no reina el mal, sino que reina Jesucristo Resucitado que ha venido a traernos perdón, reconciliación y paz, para que todos tengamos en Él la vida eterna. La proclamación de la resurrección de Jesús es fundamental para dar cimiento a la fe, tal como lo señaló el Apóstol san Pablo “Si Cristo no ha resucitado, la fe de ustedes no tiene sentido y siguen aún sumidos en sus pecados” (1Cor 15, 17), pero como Cristo resucitó, Él es la fuente de la verdadera vida, la luz que ilumina las tinieblas, el camino que nos lleva a la salvación: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie puede llegar al Padre, sino por mí” (Jn 14, 6).El desarrollo de la vida diaria tiene que conducirnos a un encuentro con Jesucristo vivo y resucitado, “que me amó y se entregó por mí” (Gal 3, 20), y ahora resucitado vive y tiene en su poder las llaves de la muerte y del abismo, para rescatarnos del mal que nos conduce a la muerte y darnos la verdadera vida, la gracia de Dios que nos renueva desde dentro con una vida nueva, para convertirnos en misioneros del Señor resucitado, según su mandato a los discípulos: “vayan y hagan discípulos a todos los pueblos y bautícenlos para consagrarlos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, enseñándoles a poner por obra todo lo que les he mandado. Y sepan que yo estoy con ustedes todos los días hasta el final de los tiempos” (Mt 28, 19-20).Así lo entendieron los primeros discípulos que vieron a Jesucristo y lo palparon resucitado. Pedro, los apóstoles y los discípulos comprendieron perfectamente que su misión consistía en ser testigos de la resurrección de Cristo, porque de este acontecimiento único y sorprendente dependería la fe en Él y la difusión de su mensaje de salvación por todos los confines de la tierra.Pedro, ante la pregunta de Jesús de quien era Él para ellos, le contesta: “Tú eres el Cristo” (Mc 8, 29), pero como todavía no había llegado la hora, Jesús les ordenó que no se lo dijeran a nadie. Ahora con la certeza de la resurrección, después de pasar por la cruz, todos salen a comunicar esa gran noticia por todas partes. También nosotros haciendo profesión de fe como Pedro, en el momento presente somos testigos de Jesucristo resucitado y cumplimos con el mandato de ir por todas partes a anunciar el mensaje de la salvación, con la certeza que no estamos solos en esta tarea, Él está con nosotros todos los días hasta el final de los tiempos (Cf Mt 28, 19-20).Dejemos a un lado nuestras amarguras, resentimientos y tristezas. Oremos por nuestros enemigos, perdonemos de corazón a quien nos ha ofendido y pidamos perdón por las ofensas que hemos hecho a nuestros hermanos. Deseemos la santidad, porque he aquí que Dios hace nuevas todas las cosas. No temamos, no tengamos preocupación alguna, estamos en las manos de Dios. La Eucaristía que vivimos con fervor es nuestro alimento y fortaleza que nos conforta en la tribulación y una vez fortalecidos, queremos transmitir esa vida nueva a nuestros hermanos, a nuestra familia, porque “Ha resucitado; no está aquí” (Mc 16, 6).La esperanza en la resurrección debe ser fuente de consuelo, de paz y fortaleza ante las dificultades, ante el sufrimiento físico o moral, cuando surgen las contra-riedades, los problemas familiares, cuando vivimos momentos de cruz. Un cristiano no puede vivir como aquel que ni cree, ni espera. Porque Jesucristo ha resucitado, nosotros creemos y esperamos en la vida eterna, en la que viviremos dichosos con Cristo y con todos los Santos. Tenemos esta posibilidad gracias a su resurrección.Haciendo profesión de fe en el Señor, miremos y contemplemos el Crucificado y digamos: “Tú eres el Cristo” (Mc 8, 29) y en ambiente de alegría pascual por la Resurrección del Señor, afrontemos nuestra vida diaria renovados en la fe, la esperanza y la caridad y vayamos en salida misionera a comunicar lo que hemos experimentado al celebrar esta semana santa. Puestos en las manos de Nuestro Señor Jesucristo y bajo la protección y amparo de la Santísima Virgen María y del Glorioso Patriarca San José, pidamos la firmeza de la fe para ser testigos de la Resurrección del Señor.En unión de oraciones,reciban mi bendición.+José Libardo Garcés MonsalveObispo de la Diócesis de Cúcuta
Jue 7 Mar 2024
Cuaresma: un camino de fe en comunidad
Por Mons. Ricardo Tobón Restrepo - La Cuaresma, si por una gracia especial de Dios la vivimos en serio, es un verdadero camino hacia la Pascua. Es decir, asumimos el éxodo en que estamos y aprendiendo a interpretar y a aprovechar los dones y las pruebas en medio de las que avanza nuestra existencia, vamos haciendo resurrección en cada uno de nosotros y en las personas que nos rodean. Para esclarecer las sombras, afrontar las luchas y no perder la esperanza, es necesario peregrinar en comunidad a la luz de la fe. Tal vez, entonces, la primera pregunta es si hoy tiene sentido creer.Partamos de la realidad. Junto a tantos signos de bondad y junto a un desarrollo impensable de la ciencia que cada día abre nuevos horizontes, crece igualmente una especie de desierto espiritual. Se tiene la sensación de que, a pesar de tantos logros, a veces el mundo no se dirige hacia la construcción de una sociedad más justa y fraterna. El hombre no aparece más libre y humano, continúan tantas formas de explotación y de violencia, quedan preguntas fundamentales sin responder, constatamos que, además del pan, necesitamos también sentido, fundamentos seguros, amor y esperanza.En este contexto, se requiere una renovada educación para la fe, que lleve a un conocimiento de la verdad y de los acontecimientos de la salvación, pero que brote sobre todo de un encuentro con Dios. Realmente, la fe verdadera se produce en un contacto profundamente personal con Dios, que nos pone frente a Él en absoluta inmediatez de modo que podamos hablarle, amarlo, entrar en comunión con Él, permitirle que nos toque en lo más íntimo de nosotros mismos. La fe es confiarse a un Tú, que es Dios, el cual nos da una certeza diversa, pero no menos sólida de la que viene de los cálculos exactos de la ciencia.La fe no es un mero asentimiento intelectual a unas verdades particulares sobre Dios; es un acto con el que nos confiamos libremente a un Dios que es Padre y que nos ama, es adhesión a un Tú que nos da confianza y esperanza. Este amor tiene su máxima revelación en la cruz de Cristo. Con la muerte y resurrección de su Hijo, Dios desciende hasta el fondo de nuestra humanidad para levantarla hasta Él. Así la fe hace ver cómo el amor de Dios es capaz de transformar toda forma de mal en salvación y cómo en Cristo se ha revelado la realidad profunda de la persona, el camino a la libertad y la posibilidad del amor.La fe viene por la escucha, dice San Pablo; es necesario escuchar a Dios que, a partir de una historia que Él mismo ha creado, nos interpela. Para que podamos creer tenemos necesidad de testigos que han encontrado a Dios y nos lo hacen accesible. De ahí la importancia de la comunidad. Pero la comunidad de fe no se crea por sí sola. La Iglesia ha sido creada por Dios y viene continuamente formada por Él. Esto encuentra su expresión en los sacramentos, especialmente en el Bautismo, en el que venimos acogidos por una comunidad, que no se ha originado por sí misma y que se proyecta más allá de sí misma.Esta realidad profundamente personal que es la fe está en relación inseparable con la comunidad. La fe es un don comunicado a través de otro don que es la comunidad. En efecto, es parte de la esencia de la fe el hecho de quedar introducidos en el nosotros de los hijos de Dios, en la comunidad peregrina de los hermanos y hermanas. El encuentro con Dios significa que, al mismo tiempo, somos sacados de nuestra soledad y acogidos en la comunidad viva de la Iglesia. Ella es mediadora de nuestro encuentro con Dios, que llega al corazón de cada uno de un modo completamente personal.La Cuaresma es entonces una oportunidad imperdible para consolidar nuestra fe y al mismo tiempo construir la comunidad cristiana. Nuestra sociedad requiere cristianos que se comprometan con Dios y su proyecto de salvación, que estén vitalmente incorporados a Cristo por la acción de su Espíritu, que sean la Iglesia que testimonia al mundo la experiencia de la vida nueva que surge del bautismo. Tengamos presente que esto se logra por la acción de Dios mediante la catequesis bien conducida, la liturgia celebrada con unción, la práctica de la oración humilde y el ejercicio de la caridad con todos los hermanos. Esta es la tarea pastoral de las parroquias en este tiempo de Cuaresma.+ Ricardo Tobón Restrepo Arzobispo de Medellín