Tras escuchar a la comunidad y discernir sobre su realidad eclesial, la Diócesis de Pasto tomará decisiones para fortalecer su misión pastoral
Mar 9 Abr 2024
Tras concluir el tiempo de discernimiento, desarrollado entre noviembre de 2023 y marzo de 2024, a través de espacios de participación parroquial y de una asamblea general a la que asistieron sacerdotes, religiosas y laicos, designados como madres y padres sinodales, la Diócesis de Pasto se prepara para tomar, entre el 20 y el 24 de mayo, decisiones que permitan el fortalecimiento de su misión. Cuatro serán las dimensiones centrales de las que partirán estas nuevas estrategias: humana, misionera-kerigmática, catequética y pastoral.Esta nueva etapa se enmarca en el Sínodo Pastoral que inició la Diócesis de Pasto en enero de 2023 bajo el lema "Discípulos Misioneros en Camino". Aunque el Sínodo de la Sinodalidad propuesto por el papa Francisco para la Iglesia Universal ha inspirado este camino diocesano, se trata de una apuesta referente en la Iglesia colombiana que empezó a ser concebida en esta jurisdicción eclesiástica del departamento de Nariño desde hace 26 años. Esto, como parte de su Proceso Diocesano de Renovación y Evangelización (PDRE), basado en la espiritualidad de comunión para un anuncio renovado en ardor, métodos y expresiones.“Entender lo que debemos fortalecer, lo que quizás debemos corregir, que no está haciéndose de la manera adecuada realmente; es ponernos al día en nuestro trabajo pastoral. De ninguna manera es un sínodo dogmático, porque eso le corresponde a la Iglesia Universal”, así explica monseñor Juan Carlos Cárdenas Toro, obispo de Pasto, el sentido fundamental del proceso.Por una Iglesia con rostro maternal, samaritano y sinodalLa actividad pastoral de la Diócesis de Pasto es amplia y diversa. Se trata de una jurisdicción con 79 parroquias en su territorio (la mayoría de ellas rurales), que no solo propende por un rico ministerio eclesiástico espiritual, sino también, por un acompañamiento permanente a las necesidades del Pueblo de Dios allí presente, en medio de múltiples desafíos sociales.Durante la etapa de diagnóstico, identificaron elementos y escenarios de oportunidad que serán clave para la renovación. Entre ellos, la existencia de miedos personales, comunitarios y globales asociados a temas como guerras, pandemias y cambio climático; esquemas mentales de poder, asociados a comportamientos autoritarios o clericales que provocan desconfianza o actitudes negativas; debilidades en la identidad discipular misionera, en la experiencia del kerigma y en la vivencia de la espiritualidad de comunión; necesidad de incorporar procesos de formación integral, orgánicos, sistemáticos y descentralizados, así como de adoptar nuevas estrategias pedagógicas, metodológicas y pastorales; la relevancia de poner en marcha acciones pastorales creativas, innovadoras, contextualizadas y transformadoras; además, de renovar sus estructuras pastorales en función del fortalecimiento de la cultura del encuentro.Durante esta fase de escucha, monseñor Juan Carlos Cárdenas Toro visitó las las 79 parroquias y cinco Centros de Evangelización que conforman el territorio diocesano. Allí sostuvo diálogos con los agentes de evangelización de las parroquias, autoridades civiles, jóvenes, niños y agremiaciones. Este periodo concluyó en octubre de 2023 con la Asamblea Sinodal de Escucha.Conversación en el EspírituLa Asamblea de Discernimiento de la Diócesis de Pasto desarrollada entre el 4 y el 6 de marzo del año en curso incluyó momentos de oración para profundizar en la espiritualidad de este discernimiento y, de esa manera, identificar la relación que existe entre discernimiento y sinodalidad, así como entre discernimiento y diagnóstico pastoral.“La oración que nos invita a todos nosotros a unirnos en una verdadera familia. Y por eso reflexionamos en torno a la familiaridad con Jesús y hemos querido tomar el tema del desierto; el Espíritu Santo llevó a Jesús al desierto. También nosotros, los que hacemos parte de esta asamblea diocesana, hemos sido llevados al desierto para orar, para meditar, para profundizar en nuestra fe (…) Estar en el desierto para encontrarnos con nosotros mismos, pero sabiendo que no estamos solos, está el Espíritu de Dios en compañía de nosotros”, así lo dio a conocer el padre Milton Andrés Delgado Díaz, coordinador de la Comisión de Liturgia.Posteriormente, se llevaron a cabo sesiones focalizadas para evaluar la vida pastoral de la diócesis. En ellas, los padres y madres sinodales se sumergieron en la metodología de conversación en el Espíritu, enmarcada en la espiritualidad ignaciana que encuentra su fuente en la experiencia de San Ignacio. Una dinámica que se ubica en tres momentos, tres silencios y tres minutos, de acuerdo con el padre Carlos Eduardo Contreras, coordinador metodológico del sínodo.“Para esta ocasión tuvimos cuatro conversaciones en el Espíritu. La primera, para sacar el consenso de comunión. La segunda, para sacar el consenso de misión, tarea de todos. La tercera, para elaborar el consenso de participación y corresponsabilidad. La cuarta, para elaborar el diagnóstico pastoral de nuestra Diócesis de Pasto”, agregó el padre Contreras.Por su parte, el laico Ángelo Barbato de la Parroquia Sagrada Familia reconoció que este proceso se traduce en un gran avance para sentir esa Iglesia particular como una verdadera familia que camina junta. “Que podemos hacer muchas cosas sin excluirnos, escuchándonos, permitiendo la participación de todos. La experiencia en nuestra parroquia ha sido importante, vivir lo que es el sínodo y, sobre todo, la sinodalidad como una forma de vida de la Iglesia, la forma original de la Iglesia a la que todos queremos regresar”, añadió.El sacerdote William Cuchala, párroco de Nuestra Señora del Carmen en San Lorenzo, Nariño, hizo énfasis en los frutos que dará el proceso:“todo eso para que nos ayude a tomar buenas decisiones y que el Espíritu Santo nos ilumine para que nuestro proceso pastoral obtenga un nuevo aire, un nuevo camino. Y así mismo, con la participación de los laicos, de las religiosas, religiosos y de toda la comunidad creyente, proyectemos un nuevo proceso lleno de esperanza, de misión y de alegría, en la que todos, como bautizados, somos partícipes para construir el Reino de Dios”.¡Es tiempo de tomar decisiones!El nuevo Tiempo de Toma de Decisiones se desarrollará a través de sesiones sinodales programadas del 20 al 24 de mayo de 2024. Según ha informado la Oficina Diocesana de Comunicaciones, en estas sesiones, los padres y madres sinodales acompañarán a monseñor Juan Carlos Cárdenas en la búsqueda de respuestas a los retos pastorales identificados durante el discernimiento de la realidad diocesana. En esta etapa se prevé contar con el acompañamiento del cardenal Luis José Rueda Aparicio, arzobispo de Bogotá y presidente de la Conferencia Episcopal de Colombia, como signo de comunión y sinodalidad con la Iglesia Universal. Asimismo, estarán presentes algunos expertos de diversas áreas que iluminarán esta experiencia eclesial.Vea a continuación el informe de la Diócesis de Pasto:
Thalitha Qum: una década salvando a niñas y adolescentes de la violencia sexual desde la Arquidiócesis de Cartagena
Vie 8 Mar 2024
“Niña, levántate”. Esta la traducción de ‘Thalitha Qum’, una expresión escrita en arameo, tomada del evangelio de Marcos 5:41, cuando Jesús le dice a una niña de 12 años que había muerto: “A ti te lo digo, niña, levántate”.Como en aquel tiempo, desde hace diez años, en la Arquidiócesis de Cartagena, es Jesús quien, con su amor y misericordia, a través de la hermana Blanca Nubia López y de los agentes pastorales de esta Iglesia particular, continúa salvando a niñas y adolescentes de la violencia, explotación sexual y del flagelo de la trata de personas. Una misión que se desarrolla, especialmente, en San Francisco, La María y La Candelaria, tres barrios de la capital del departamento de Bolívar, ubicados alrededor de la Ciénaga de la Virgen.A propósito de este Día de la Mujer, fecha en la que el mundo entero reflexiona y destacada la lucha legítima de las mujeres por el respeto de sus derechos, dignidad e igualdad, la Iglesia Católica colombiana reconoce y destacada, de manera especial, obras como esta que propenden por la cultura del cuidado hacia las mujeres, especialmente de las más vulnerables.“La obra Talitha Qum, es una zarza ardiente que simboliza lo sagrado de cada vida humana, un lugar del corazón de Dios mismo en ella, por eso merece nuestro respeto y abnegación en todo lo que ha realizado durante estos 10 años”, así la describió monseñor Luis Manuel Alí, obispo auxiliar de Bogotá y secretario general de la Conferencia Episcopal de Colombia, quien acompañó la reciente celebración de la primera década del programa.A través esta iniciativa, de la que hacen parte muchas mujeres con diferentes roles pastorales y psicosociales, se brinda protección y acompañamiento en la formación y empoderamiento de las niñas y adolescentes que viven en estas zonas periféricas. Además, se extiende a instituciones educativas y líderes comunitarios para que sean multiplicadores de las estrategias de prevención y sepan activar rutas de atención efectivas ante este tipo de situaciones que tanto dolor causan.El programa cuenta con un enfoque pedagógico que acude de manera particular a la cultura del teatro y la danza. Desarrollan actividades lúdicas enfocadas en el reconocimiento de sus derechos. También organizan salidas de campo para realizar ollas comunitarias, a través de las cuales buscan sensibilizar a las comunidades sobre estas problemáticas.'Talitha Qum' cuenta con una política de protección, seguridad, cuidado y salvaguarda que, aunque son cuatro palabras que parecen significar lo mismo, permiten “insistir a tiempo y a destiempo que los niños, niñas no se tocan y que tenemos que empoderarnos para que sean capaces de protegerse y de ayudar a otros niños, niñas, adolescentes y familias”, así lo expresa la hermana Blanca López, fundadora y directora de la obra.Diez años transformando vidas: la conmemoración.En medio de un significativo evento público en la Plaza de los Coches, junto a la emblemática Torre del Reloj de “La Heórica”, la Arquidiócesis de Cartagena conmemoró esta década de existencia de ‘Talitha Qum’. Contó con la presencia de autoridades eclesiales y locales, pero las beneficiarias del programa fueron las protagonistas.El evento, presidido por monseñor Francisco Javier Múnera Correa, arzobispo de Cartagena, estuvo acompañado por el cardenal Jorge Enrique Jiménez Carvajal, arzobispo emérito y de monseñor Luis Manuel Alí Herrera, obispo auxiliar de Bogotá y secretario del episcopado quien también agradeció por los años de servicio abnegado por la protección de los más vulnerables."Las niñas nos han regalado conciencia, nos han ampliado conciencias en las muestras que hemos evidenciado en este escenario. Esto sugiere nuestro compromiso, un compromiso que es de todos los que estamos acá. Crecemos en conciencia y adquirimos un compromiso. La tercera palabra que resume esta gran celebración es cooperación porque esta conciencia adquirida, que motiva un compromiso nos involucra a todos y todas”, así se expresó monseñor Múnera, a propósito de lo vivido durante la conmemoración.Tanto la fundadora del programa, así como el cardenal Jiménez, manifestaron la necesidad de llevar esta obra a otras comunidades:"Talitha Qum lleva 10 años transformando vidas, ha sido un camino muy esperanzador. En estos 10 años llegamos a 3 barrios de nuestra ciudad, pero la idea es seguir creciendo, llegando a otros rincones y siendo referentes en otros territorios. Nuestro sueño es extender la atención a niños, y adolescentes, una comunidad también afectada por este flagelo en la ciudad y esperamos que con nuestros aliados podamos hacer crecer esta misión", así lo expresó la hermana Blanca López.Conozca más detalles a través de las producciones audiovisuales realizadas por la Oficina de Comunicaciones de la Arquidiócesis de Cartagena:
Fallece hermana de monseñor Joaquín Humberto Pinzón Güiza
Mar 7 Mayo 2024
La Conferencia Episcopal de Colombia (CEC) se suma a la acción de gracias a Dios por la vida terrena que le concedió a la señora MERCEDES PINZÓN GÜIZA, hermana de monseñor Joaquín Humberto Pinzón Güiza, Vicario Apostólico de Puerto Leguízamo-Solano, quien, este 7 de mayo, ha vivido su pascua. Además, se une en oración, pidiendo a Cristo Resucitado que fortalezca la virtud de la esperanza cristiana en su familia y allegados, para que sientan el consuelo de su presencia.Las exequias se realizarán el próximo jueves 9 de mayo, en las horas de la mañana, en la parroquia La Consolata de la ciudad de Bucaramanga (Santander).
¡Monseñor Alejandro Díaz ya hace parte del colegio episcopal! Fue ordenado obispo auxiliar de Bogotá el pasado 4 de mayo
Lun 6 Mayo 2024
El pasado sábado, 4 de mayo, en la Catedral Primada de Colombia, se llevó la ordenación episcopal de monseñor Alejandro Díaz García como obispo auxiliar de la Arquidiócesis de Bogotá. La ceremonia fue presidida por el cardenal Luis José Rueda Aparicio, arzobispo de Bogotá y presidente de la Conferencia Episcopal de Colombia (CEC).Junto a familiares, amigos y feligreses, en la Eucaristía participaron 20 obispos, cerca de 300 sacerdotes, así como representantes de diversas comunidades religiosas. Además, algunos presbíteros provenientes de Roma, en miembros del Dicasterio para la Evangelización.En la ceremonia, monseñor Octavio Ruíz Arenas, arzobispo emérito de Villavicencio y secretario emérito del Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización y monseñor Pedro Manuel Salamanca Mantilla, obispo de Facatativá, fueron los obispos acompañantes y primeros ordenantes.“Una misión de fe, amor y esperanza”, así se refirió el cardenal Rueda al significado profundo del ministerio episcopal durante su homilía. Afirmó que la ordenación episcopal no es solo una ceremonia, sino el reconocimiento de una vocación permanente que ha sido guiada por Dios desde el inicio de la vida del ordenado.El purpurado también remarcó que, aunque como obispo de Colombia en la Iglesia primada asume una posición de liderazgo, seguirá siendo parte del pueblo de Dios y debe vivir en comunión y espíritu de hermandad.Por su parte, monseñor Alejandro se encomendó a Dios Padre y pidió la intercesión de la Virgen María en su nuevo rol pastoral, ahora desde el colegio episcopal, “para ser preservado del mal y permanecer en la verdad de Jesucristo”.El nuevo obispo agradeció, además, a quienes han sido instrumentos de Dios en su vida, desde los obispos hasta sus hermanos sacerdotes y amigos. De manera particular, se refirió a los cardenales Pedro Rubiano, Rubén Salazar y Luis José Rueda, así como a aquellos prelados que han guiado su formación y ministerio. También, a los fieles laicos que lo han apoyado y sostenido con su oración.En cuando a la misión que desarrollará ahora en la Arquidiócesis de Bogotá junto al cardenal Luis José Rueda y a monseñor Germán Medina Acosta, también obispo auxiliar, expresó su compromiso para servir con amor y dedicación, así como para dar a conocer el rostro de Jesús en todas las realidades de la capital colombiana.-------Crédito fotos: El Catolicismo - Arquidiócesis de Bogotá-------Vea a continuación la transmisión de la ordenación:
Miremos y contemplemos el Crucificado
Jue 2 Mayo 2024
Por Mons. José Libardo Garcés Monsalve - El próximo viernes 3 de mayo celebramos en Colombia la exaltación de la Santa Cruz, una fiesta de la religiosidad popular de nuestro pueblo, que nos debe llevar a hacer con el Apóstol Pedro la profesión de fe en el Señor diciendo: “Tu eres el Cristo” (Mc 8, 29), reconociendo a Jesús como el enviado del Padre para conducirnos a la salvación prometida y esperada.
Cada uno de nosotros de rodillas, mirando y contemplando el Crucificado, deberá pronunciar desde el corazón las palabras del centurión romano que estaba frente a la cruz: “Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios” (Mc 15, 39), que ha venido a traernos el perdón de Dios, como regalo, fruto de su amor y misericordia, que debemos entregar a los demás siendo instrumentos del perdón para con nuestros hermanos.
Para muchos esta fiesta se convierte en algo superficial y mundano, perdiendo el verdadero sentido de la Cruz, que es la fuente de la Salvación. Es el madero donde fue clavado Nuestro Señor Jesucristo, que según decimos en el credo, padeció, fue crucificado, murió, fue sepultado y resucitó al tercer día y está sentado a la derecha del Padre. En el Crucificado está la síntesis de todo el Misterio Pascual que celebramos en la Semana Santa y que vivimos a lo largo del año, asumiendo la propia cruz y uniendo nuestros dolores, sufrimientos y enfermedades a la Cruz del Señor y haciéndonos uno con Jesús Crucificado.
La sociedad actual ha querido anular la Cruz, el dolor y el sufrimiento que hace parte de la naturaleza humana, vendiendo falsamente la idea de una vida en perfecto bienestar y prosperidad, que, en ocasiones desde la predicación de algunos, comerciando con lo sagrado, quieren vender sacramentales ofreciéndoles a las personas la cancelación de todo sufrimiento en sus vidas. Desde la Palabra de Dios tenemos la certeza de predicar la verdad cuando anunciamos a Jesucristo Crucificado: “Porque mientras los judíos piden milagros y los griegos buscan sabiduría, nosotros predicamos a un Cristo Crucificado, que es escándalo para los judíos y locura para los paganos. En cambio, para los que han sido llamados, sean judíos o griegos, se trata de un Cristo, que es fuerza y sabiduría de Dios” (1 Cor 1, 22 - 24), ahí está la fuerza de nuestra fe en el Resucitado, que pasó por la Cruz y entregando su vida por todos, nos liberó de la esclavitud del pecado y nos dio la verdadera vida.
De tal manera que siguiendo a san Pablo podemos ser auténticos discípulos misioneros del Señor, si contemplamos el Crucificado y unimos la cruz de cada día a la Cruz del Señor, así lo afirma el mismo Jesús en el Evangelio: “Y dirigiéndose a sus discípulos añadió: Si alguno quiere venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, cargue con su cruz, y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mí, la conservará” (Mt 16, 24 - 25). Jesucristo mismo nos ha dado ejemplo de entrega de la propia vida por la salvación de todos y nos invita constantemente a tomar la Cruz y seguirlo.
Este año el lema del Plan de Evangelización de nuestra Diócesis tiene el Crucificado sobre la Palabra de Dios y al pueblo de Dios contemplando ese Crucificado y haciendo profesión de fe diciendo: “Tú eres el Cristo” (Mc 9, 28). Desde esta profesión de fe, celebrar la fiesta de la exaltación de la Santa Cruz tiene gran sentido cristiano y nos debe ayudar a vivir nuestra vida en gracia de Dios, transformados siempre en el Señor que nos ha ofrecido desde la Cruz la salvación.
Estamos llevando a la visita pastoral de cada una de las parroquias un Crucificado que preside todas nuestras reuniones, para expresar con ese signo la centralidad de nuestra vida en Cristo Crucificado y fortalecer nuestra fe en el Señor que fue clavado en la cruz, murió, pero resucitó y está sentado a la derecha del Padre. De tal manera que la cruz que fue signo de escándalo para muchos, para nosotros se convirtió en signo de luz y en fuente de salvación eterna.
Mirando y contemplando el Crucificado el corazón se llena de esperanza. La esperanza es la virtud que nos mantiene en pie, que nos ayuda a salir adelante en las incertidumbres y dificultades de la vida y para el cristiano la esperanza brota del árbol de la cruz, que lo sana de la tristeza, porque es el mismo Jesús que sana, consuela, levanta y da esperanza: “Vengan a mi todos los que están cansados y agobiados, y yo los aliviaré. Carguen con mi yugo y aprendan de mí que soy sencillo y humilde de corazón, y encontrarán descanso para sus vidas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera” (Mt 11, 28 - 30), de esa manera cuando estemos agobiados y sin fuerzas por la cruz de cada día, arrodillémonos a mirar y contemplar el Crucificado y encontraremos paz en medio de las fatigas diarias de la vida.
Al celebrar esta fiesta de la exaltación de la Santa Cruz, renovemos nuestra fe en el Crucificado y reavivemos el deseo de ir en salida misionera a predicar a ese Jesucristo Crucificado que es fuente de nuestra salvación. Que la Santísima Virgen María que estuvo al pie de la Cruz, con dolor, pero con esperanza, nos ayude a mirar y contemplar el Crucificado y el Glorioso Patriarca San José custodie en nosotros la gracia de Dios y la fe, para seguir en nuestra vida a Jesucristo Crucificado, fuente de nuestra salvación.
+José Libardo Garcés Monsalve
Obispo de Cúcuta
Lex orandi, lex credendi, lex vivendi
Jue 2 Mayo 2024
Por Mons. Luis Fernando Rodríguez Velásquez - El mes de mayo está cargado de hermosas y significativas celebraciones que nos sirven, dentro de la pedagogía de la Iglesia, para profundizar en nuestra vida cristiana. La ley de lo que se ora, se cree y se vive, hace parte de la vida del creyente y la liturgia en la Iglesia.
Tenemos las fiestas litúrgicas de los santos apóstoles Felipe y Santiago, el 4 y Matías, quien fue elegido en cambio de Judas el traidor, el 14. Siempre la figura de los apóstoles nos remite a la Iglesia primitiva donde ellos asumen con valentía la misión de anunciar lo que “habían visto y oído”. Sobre la columna apostólica se ha construido la Iglesia a lo largo de los siglos. Su presencia está viva en todos los Obispos del mundo que estamos llamados a ser cuidadores de la doctrina católica y animadores de la unidad del pueblo santo de Dios.
El 1 de mayo, que es el día del trabajo, la Iglesia propone la figura de San José Obrero, y bajo esta celebración, se invita a orar para que a nadie le falte un trabajo digno y estable. Es la oportunidad para recuperar el sentido del trabajo humano como participación en la obra creadora de Dios. San José interceda por todos los trabajadores, pero también por los empleadores, para que traten de la mejor manera a sus trabajadores, sean justos con ellos y hagan posible que ellos y sus familias tengan realmente una vida digna.
Cuatro celebraciones marianas tenemos la alegría de vivir: María Madre de la Iglesia, después de Pentecostés, Nuestra Señora del Rosario de Fátima, el 13, María Auxiliadora el 24 y la Visitación de la Virgen María, el 31.
En María tenemos la imagen de quien fuera la llena del Espíritu Santo que, llevando a Jesús en su vientre, se hace servidora de su prima Isabel y con su ida a Ain Karin, lugar donde vivía su prima, nos da ejemplo de servicio. Es la mujer que conoció en primera persona la historia de salvación que su Hijo, Jesús, llevó a cabo. Es la mujer llena de gracia y valiente que acompañó a su Hijo hasta el Calvario, y es ella la que acompaña a los discípulos para recibir en plenitud el gran don del Espíritu Santo en pentecostés.
María es la mujer de la oración. Nos enseña que la más plena oración es la que se hace y brota del corazón. De ella se dice que “lo guardaba todo en su corazón”. Por eso, en este año, dedicado a la oración, su vida y enseñanzas son claves para aprender a hacer oración desde el corazón.
Dos celebraciones cristológicas se tienen este mes: la Exaltación de la Santa Cruz, el 3, y la Ascensión, el 12. En recuerdo de la tradición en que santa Elena recupera la cruz del Señor, la Iglesia nos pone a meditar en el misterio de la cruz, que en la pascua adquiere su pleno significado. El viernes santo repetimos: “Te adoramos, Oh Cristo y te bendecimos, porque por tu santa Cruz redimiste el mundo”. Y el hecho de que Jesús hubiera obedecido plenamente al Padre asumiendo la cruz, cargándola y muriendo en ella, hizo que en adelante toda “rodilla se doble en el cielo y en la tierra”, reconociendo a Jesús como su Dios y Señor. De allí que la solemnidad de la ascensión del Señor al cielo, a los cuarenta de su resurrección, se una perfectamente a la cruz. Porque obedeció, Jesús fue coronado de gloria y dignidad. Para la Jesús, su cruz es el trono de gloria.
Con la ascensión estamos llamados también nosotros a aspirar siempre a los bienes celestiales. Jesús sube al cielo para enviarnos el gran regalo del Espíritu Santo.
Ese regalo lo celebramos a los cincuenta días de la resurrección, en Pentecostés, el 19 de mayo. Jesús cumple la promesa. Se va a cielo y nos envía el Paráclito, el Consolador, el que, con sus dones de sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios, si los acogemos con humildad, vamos a crecer en santidad y vivir con coherencia nuestra fe. Y porque todos los bautizados somos templos del Espíritu Santo, hay que dejarlo trabajar en cada uno.
Como síntesis de estos misterios de fe, que son los pilares de nuestra religión, la Iglesia nos propone la solemnidad de la Santísima Trinidad.
Simplemente recordemos lo que dice el Catecismo de la Iglesia católica: “El misterio de la Santísima Trinidad es el misterio central de la fe y de la vida cristiana. Es el misterio de Dios en sí mismo. Es, pues, la fuente de todos los otros misterios de la fe; es la luz que los ilumina. Es la enseñanza más fundamental y esencial en la jerarquía de las verdades de fe” (Catecismo, 234).
Vivamos alegres estas celebraciones litúrgicas, y pidamos al Señor que nos aumente la fe.
+Luis Fernando Rodríguez Velásquez
Arzobispo de Cali
“Yo soy el Buen Pastor, conozco a mis ovejas y ellas me conocen a mí” (Jn 10, 14)
Mar 16 Abr 2024
Por Mons. José Libardo Garcés Monsalve - El próximo domingo contemplamos en la liturgia de la Iglesia a Jesucristo Buen Pastor, que da la vida por sus ovejas, así lo expresa en el Evangelio: “Yo soy el Buen Pastor, el buen pastor da la vida por las ovejas” (Jn 10, 11), además, el Evangelio destaca las características de Jesús Buen Pastor y nos dice que va en busca de las ovejas para llevarlas hasta el Padre. Jesucristo como Buen Pastor está atento a cada uno de nosotros, nos conoce, nos busca y nos ama, dirigiéndonos su Palabra, conociendo la profundidad de nuestro corazón, nuestros deseos, nuestras esperanzas, como también nuestros pecados y nuestras dificultades diarias, “Conozco a mis ovejas y ellas me conocen a mí” (Jn 10, 14).
La acción del Buen Pastor que da la vida por las ovejas, que no las abandona, son acciones que muestran cómo debemos corresponder a la actitud misericordiosa del Señor. Seguir al Buen Pastor y dejarse encontrar por Él, implica intimidad con el Señor que se consolida en la oración, en el encuentro personal con el Maestro y Pastor de nuestras almas, es la actitud del conocimiento y el amor que tenemos por el Señor, que nos lleva a profesar la fe en Él diciendo: “Tú eres el Cristo” (Mc 8, 29), reconociendo como el centurión, al mirar y contemplar el Crucificado que “Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios” (Mc 15, 39) y que desde la cruz ha conocido nuestros pecados y ha dado la vida por nosotros, en un acto de amor infinito del Padre celestial por toda la humanidad caída y rescatada desde la Cruz.
Jesucristo Buen Pastor se ha quedado con nosotros en cada uno de los sacerdotes, que, participando del único sacerdocio de Jesucristo, hacen visible al Buen Pastor, siendo Pastores del pueblo de Dios, cuidando las ovejas, saliendo en busca de la oveja perdida y comportándose como pastor en medio del redil y no como asalariado que abandona las ovejas en el momento del peligro. “El Sacerdocio es el Amor del corazón de Jesús”, repetía el Santo Cura de Ars. Un Amor que desciende del cielo para entrar en el corazón de cada pecador, para romper sus cadenas, para sacarlo de las tinieblas y llevarlo a la vida de la gracia. Así es cada sacerdote Buen Pastor, es el Amor del Corazón de Jesús para la comunidad parroquial, para cada una de las familias, para todos los fieles de la comunidad, cercanos y alejados de Dios, todos caben en el corazón del Buen Pastor.
Cada sacerdote en el mundo es sacramento de este Sumo Sacerdote de los bienes presentes y definitivos. El sacerdote actúa en representación del Señor, no actúa nunca en nombre de un ausente, sino en la persona misma de Cristo Resucitado, que se hace presente con su acción eficaz. El Espíritu Santo garantiza la unidad en el ser y en el actuar con el único sacerdote. Es Él quien hace de la multitud un solo rebaño y un solo Pastor y la misión del sacerdote es apacentar las ovejas que debe ser vivida en el amor íntimo con el Supremo Pastor (Cfr Benedicto XVI, Audiencia General, 14 de abril de 2010), dando la vida por las ovejas, conociéndolas por su nombre y dejándose conocer por el Supremo Pastor.
El próximo domingo es un día especial para dar gracias a Dios por el Sumo Sacerdocio de Nuestro Señor Jesucristo, que como Buen Pastor nos rescata a cada uno de nosotros de las tinieblas del pecado y levantándonos nos lleva sobre sus hombros. Pero también es un día para agradecer al Señor por cada uno de nuestros sacerdotes, que dejándolo todo han sabido escuchar la voz del Pastor Supremo, para cumplir la misión en el mundo de pastorear al pueblo de Dios con los sentimientos de Jesucristo Buen Pastor, dando la vida por las ovejas que han sido puestas bajo su cuidado.
Cada sacerdote como Pastor de una comunidad parroquial necesita de la oración y del acompañamiento de su pueblo. La santidad del pueblo de Dios está en las rodillas del sacerdote, que, como Buen Pastor, sabe acompañar desde la oración a cada uno de los fieles. Pero también la santidad de cada Sacerdote está en las rodillas de los fieles, que en actitud contemplativa frente al Señor ora por sus sacerdotes. Agradecemos hoy, el don de cada uno de los sacerdotes de nuestra Diócesis de Cúcuta y también de las vocaciones, para que el Señor siga enviando obreros a su mies, para rescatar tantas ovejas perdidas que necesitan volver al redil a beber el vino de la gracia de Dios y llegar un día a participar de la felicidad eterna. Oremos por los jóvenes que se encuentran en nuestro Seminario Mayor San José, para que sepan responder al llamado del Señor y se vayan configurando con Jesucristo Buen Pastor, hasta llegar a dar la vida por el rebaño que se les será confiado.
Pidamos la gracia de la renovación sacerdotal para nuestro tiempo, que nos comprometa a todos en salida misionera, para ir en busca de la oveja perdida, de quien rechaza a Jesús o no lo conoce y poderlo retornar a tomar el alimento que ofrece Jesucristo Buen Pastor en la Eucaristía, en donde somos transformados en Cristo cuando comulgamos en gracia de Dios y aprendemos desde la Eucaristía a resolver nuestra vida desde Dios.
Pongámonos en oración de rodillas frente al Santísimo Sacramento y en actitud contemplativa miremos y abracemos el Crucificado y tengamos muy presentes a todos los sacerdotes del mundo entero y de nuestra Diócesis, para que cada día el celo pastoral de los ministros conduzca al pueblo de Dios a hacer profesión de fe en Jesucristo Crucificado y bajo la protección y amparo de la Santísima Virgen María y del Glorioso Patriarca San José, todos los sacerdotes seamos fieles a Jesucristo y a la Iglesia.
En unión de oraciones,
reciban mi bendición.
Mons. José Libardo Garcés Monsalve
Obispo de Cúcuta
“Les traigo la paz” (Juan 20, 19.21.26)
Vie 5 Abr 2024
Por Mons. Luis Fernando Rodríguez Velásquez - ¡FELICES PASCUAS! Es el saludo esperanzado de los creyentes durante este tiempo inaugurado con la Resurrección de Cristo que es el acontecimiento más importante de la fe, pues nos permite comprender en profundidad el sentido de la vida verdadera, respondiendo incluso a los interrogantes ¿Cómo aprovechar y cómo construir la vida en nosotros?
En los días de las Octava de Pascua y en el domingo “de la Divina Misericordia” escuchamos en el Evangelio cómo Jesús, cuando se aparece a los discípulos, los saluda diciendo: ¡Les traigo la paz!
Hoy, como su arzobispo católico de Cali, en nombre del Señor que vive, les hago llegar el mismo saludo de paz a todos los que habitan en el territorio de la Arquidiócesis, especialmente a los jamundeños y a todos los que viven o visitan Terranova y sectores aledaños, El Rodeo y las zonas rurales en Robles, Timba, Quinamayó, Guachinte, Villa Paz, Potrerito, San Antonio, Villa Colombia y las veredas que las conforman.
Con el Resucitado, les expreso mi paternal cercanía con este mensaje pascual reiterando el llamado a que se custodien y respeten las vidas humanas y la libertad de pensamiento, de culto y de movimiento.
En nombre de Dios, hago eco del clamor de millones de colombianos para que cesen las acciones bélicas de todas las partes, así como las acciones orientadas por los grupos insurgentes al reclutamiento de menores de edad y el uso de las poblaciones civiles como escudos humanos. Nos inquieta y preocupa el incremento y reestructuración de los grupos armados ilegales.
Reitero este llamado con las palabras del Papa Francisco en su último mensaje pascual: “No permitamos que las hostilidades en curso continúen afectando gravemente a la población civil, ya de por sí extenuada, y principalmente a los niños. Cuánto sufrimiento vemos en los ojos de los niños: ¡olvidaron de sonreír esos niños en aquellas tierras de guerra! Con su mirada nos preguntan: ¿por qué? ¿Por qué tanta muerte? ¿Por qué tanta destrucción? La guerra es siempre un absurdo, la guerra es siempre una derrota… Que no se ceda a la lógica de las armas y del rearme. La paz no se construye nunca con las armas, sino tendiendo la mano y abriendo el corazón”.
Como Iglesia católica seguimos acompañando a todos los ciudadanos en el territorio de la Arquidiócesis. Especialmente, nuestro pensamiento se dirige ahora a quienes viven en Jamundí y sus corregimientos, sedientos de paz y de tranquilidad.
A todos pido orar por quienes han perdido la vida, están siendo extorsionados, han sido reclutados o han tenido que salir desplazados de sus tierras, implorando también el arrepentimiento y la conversión de los autores de tales crímenes.
Los bendigo y animo a que no pierdan la esperanza, pues Jesús, con su resurrección, venció la muerte y nos hizo libres, ¡Aleluya!
+LUIS FERNANDO RODRÍGUEZ VELÁSQUEZ
Arzobispo de Cali
Santiago de Cali, abril 4 de 2024
Tiempo de reconciliación, la opción por los hermanos
Jue 2 Mayo 2024
Por Carlos Ignacio Agudelo Betancur - Los Obispos de Colombia nos invitan a celebrar el 3 de mayo el día nacional por la Reconciliación y la Paz de Colombia que se celebra, desde la visita del Papa Francisco en el 2017, el día de la Exaltación de la Santa Cruz. En su mensaje, el cardenal Luis José Rueda Aparicio nos recuerda que “la reconciliación requiere la capacidad de ver al otro como hermano”, que “la barca colombiana requiere que usted abra su corazón a la reconciliación y al perdón, al mirar al otro no como enemigo”, que “Colombia reconciliada es una esperanza” y que “Colombia merece ser un país reconciliado y en paz”.
El Papa Francisco en Villavicencio ante un Cristo mutilado, que representa los sufrimientos y dolores de todas y todos los habitantes de nuestro país, oró:
“Oh Cristo negro de Bojayá,
haz que nos comprometamos
a restaurar tu cuerpo.
Que seamos tus pies para salir al encuentro
del hermano necesitado;
tus brazos para abrazar
al que ha perdido su dignidad;
tus manos para bendecir y consolar
al que llora en soledad.
Haz que seamos testigos
de tu amor y de tu infinita misericordia”.
(Fragmento de la Oración al Cristo negro de Bojayá, Papa Francisco, 2017)
Para reconciliarnos necesitamos restaurar nuestro cuerpo, nuestro corazón y también nuestra psiquis. Son muchos los dolores que necesitan ser curados y esto debe ser lo primero que debemos reconocer, que necesitamos ser sanados. “Jesús estaba dispuesto a escuchar y sanar a sus contemporáneos…A nivel físico, psicológico y espiritual”, como nos compartió Cristian David Ortiz en anterior publicación del Blog de la CEC. Para nuestra reconciliación de cuerpo, corazón y alma, necesitamos también aliviar y sanear nuestra psiquis, si es necesario debemos acudir a la ayuda de nuestros pastores, de los profesionales en la salud, de las buenas amistades que nos ayuden a superar heridas y ataduras sicológicas, debemos purificar nuestra mente, nuestra memoria, nuestro lenguaje.
Para conseguir un verdadero estado de reconciliación debemos purificarnos de todos los odios y rencores de cualquier tipo. Lo repetimos a diario en el Padrenuestro. Todas y todos sufrimos de las fragilidades propias y ajenas. “El que esté sin pecado que tire la primera piedra” quiere decir que todos nos hemos equivocado por acción, omisión o indiferencia:
Hemos pagado salarios injustos; hemos diseñado o apoyado leyes inequitativas; hemos confabulado ilícitamente para mantener y acrecentar el poder y la riqueza; hemos aprovechado influencias para nuestro beneficio egocéntrico; le hemos quitado el puesto a otros valiéndonos de engaños y artimañas; hemos conquistado el poder con engaños electoreros y publicidad engañosa; hemos robado sigilosamente o a mano armada; hemos atentado contra la dignidad de las y los compatriotas en su cuerpo, en su corazón, en su psiquis; hemos dado muerte a una o a un hermano; hemos infringido daños contra poblaciones y agrupaciones; a plena conciencia o por nuestra indiferencia o por nuestra falta de interés hemos permitido que se instauren estructuras de injusticia en nuestro país; no hemos sabido implementar programas de plena cobertura para resocializar a los que cometieron errores y pagan castigos en cárceles insalubres; hemos favorecido en los juicios a los que pagan por ser librados de sus condenas y hemos dejado en cárcel a muchos inocentes; no hemos sido capaces de brindar una adecuada alimentación y escuelas dignas a nuestra niñez y juventud; no hemos sabido proteger a nuestros menores de edad, a las mujeres y a los indefensos de la explotación y el abuso en todas sus formas; hemos quemado bosques, hemos desviado corrientes de agua, hemos afectado o dañado permanentemente los ecosistemas; no hemos valorado lo que han hecho los anteriores gobernantes, no hemos sabido construir sobre lo construido y preferimos el borrón y la contratación nueva; hemos diseñado y pactado contrataciones amañadas buscando el beneficio propio y de cercanos; no hemos avanzado efectivamente en la lucha contra la corrupción; no hemos sabido generar nuevos empleos dignos, nuevas industrias, nuevas oportunidades para todas y todos; no hemos sabido desapegarnos del poder o del puesto de trabajo para darle oportunidad a las nuevas generaciones que buscan empleo.
Y todo lo anterior se multiplica si nos vamos a la historia, desde la conquista o mucho antes. Todas las sociedades y culturas tienen mucho qué purificar. La purificación comienza por el reconocimiento de nuestras históricas condiciones y fragilidades, y las de los otros, pero no se trata de quedarnos allí, recriminándonos unos a otros ad infinitum en discusiones bizantinas. Necesitamos dar un primer paso, como nos lo propuso el Papa Francisco, un paso en dirección de la reconciliación que implica vernos como hermanas y hermanos, hijos de un mismo Padre, habitantes de un mismo y amado territorio; necesitamos una verdadera amnistía del corazón y de la psiquis, necesitamos purificarnos de nuestros prejuicios, de nuestros odios, de nuestros deseos de venganza, inclusive de nuestros deseos de hacer justicia a toda costa.
Jesucristo en la Cruz asumió todos nuestros errores, nuestros odios; Él vivió personalmente los implacables castigos de la flagelación y la crucifixión romanas, y al hacerlo nos Redimió y nos mostró el camino de la Resurrección, nos propuso una vida nueva, una vida de fraternidad, donde sepamos vivir juntos como hermanos, practicando las obras de misericordia unos con otros.
La reconciliación implica que demos un salto de caridad y de calidad como personas y purifiquemos nuestra mente, nuestra memoria, nuestro corazón y nuestro lenguaje. La purificación del lenguaje implica que salgamos del pantano de seguir repitiendo frases, estereotipos, juicios, condenas, etiquetas y muletillas insultantes, y toda palabra que nos aleje del respeto por la dignidad de cada ser humano.
La reconciliación no se consigue de la noche a la mañana; necesitamos un proceso; no es sólo poner en evidencia la verdad histórica, sino también abrazar los dolores históricos y superarlos con ayuda profesional de ser necesario. Quizás necesitemos una generación o más, quizás un gobierno que dedique años a sólo este proceso, o menos si todas y todos los colombianos nos proponemos esta meta como la primera; para que luego de habernos reconciliado avancemos en los consensos de mejoramiento de nuestras instituciones y de nuestras leyes, que nos permitan seguir construyendo el amado país que todas y todos los colombianos merecemos.
En la homilía del Papa Francisco en Villavicencio titulada «Reconciliarse en Dios, con los colombianos y con la creación» afirmó que reconciliarse “como ha enseñado san Juan Pablo II: «Es un encuentro entre hermanos dispuestos a superar la tentación del egoísmo y a renunciar a los intentos de pseudo justicia; es fruto de sentimientos fuertes, nobles y generosos, que conducen a instaurar una convivencia fundada sobre el respeto de cada individuo y los valores propios de cada sociedad civil». Y concluyó Francisco: “La reconciliación, por tanto, se concreta y consolida con el aporte de todos, permite construir el futuro y hace crecer esa esperanza”.
Nos unimos en oración especialmente este 3 de mayo y todo el mes, juntos como familia colombiana, con el propósito de comprometernos con la reconciliación fraterna que nos permita avanzar en la concordia. Así sea.
Carlos Ignacio Agudelo Betancur
Laico, padre de familia e ingeniero.
Obediencia sacerdotal
Jue 2 Mayo 2024
Por P. José Antonio Díaz - El día de la ordenación sacerdotal se promete al obispo obediencia. Se trata de una comunión jerárquica querida por Jesús, Sumo y Eterno Sacerdote, en la relación del presbítero con el propio Obispo. De este modo se hace partícipe ontológicamente del sacerdocio y del ministerio de Cristo.
Del Obispo, en efecto, se recibe la potestad sacramental y la autorización jerárquica para tal ministerio. La Exhortación Apostólica Post-sinodal Pastores Dabo Vobis, afirma: «En verdad no se da ministerio sacerdotal sino en la comunión con el Sumo Pontífice y con el Colegio episcopal, particularmente con el proprio Obispo, hacia los cuales debe observarse obediencia y respeto» (PDV 28).
Es por esta unión en la comunión sacramental que el presbítero es ayuda e instrumento del orden episcopal. En su ministerio prolonga la acción del Obispo, del cual se hace presente su figura de Padre y Pastor. Un presbítero no puede actuar sin comunión con su Obispo.
A propósito de esto, el Concilio sugiere una vía: «las relaciones entre los Obispos y los Sacerdotes deben fundarse principalmente en los vínculos de la caridad sobrenatural» (ChD 28), caridad que mira a evidenciar una relación que supera la relación funcional radicándose en la realidad de la familia presbiteral de la que el Obispo es el Padre y el Pastor. Es esta caridad sobrenatural la que favorece y consolida la colaboración con el Obispo, haciendo más fructuosa la común acción pastoral al servicio de las almas (cf. El Sacerdote y el Obispo. «¿Prometes a mi y a mis sucesores reverencia y obediencia? ¡Prometo!»: Del Rito de la Ordenación).
Obediencia por amor a la Iglesia
El amor a la Iglesia, como misterio de comunión para la misión, se aprende del amor del mismo Cristo, que "amó a la Iglesia y se entregó en sacrificio por ella" (Ef 5,25). Citando a San Juan Pablo II, cuando afirmaba que "la Eucaristía es absolutamente el centro de mi vida y de cada jornada" (Discurso del 27 de octubre de 1995, a los treinta años del Decreto Presbyterorum Ordinis), el Papa Benedicto XVI comenta: "Del mismo modo, la obediencia a Cristo, que corrige la desobediencia de Adán, se concretiza en la obediencia eclesial, que para el sacerdote es, en la práctica cotidiana, en primer lugar, su propio Obispo" (Benedicto XVI, Discurso 13 mayo).
La comunidad primitiva era "un solo corazón y una sola alma" (Hch 4,32), porque, al celebrar la "fracción del pan" (la Eucaristía), sabían "escuchar" con fidelidad y con actitud de oración la predicación apostólica: "Perseveraban en la enseñanza de los apóstoles, en la comunión, en la fracción del pan y en las oraciones” (Hch 2,42). Esta comunión expresa la unión interna de corazones que se debe manifestar en la unidad, y nace del amor a Cristo y a su Iglesia. Ese amor que sólo se puede aprender en intimidad con el mismo Cristo, presente en la Eucaristía y escondido en la palabra predicada por los Apóstoles. Es, pues, "comunión" y escucha-obediencia amada y vivida afectiva y efectivamente.
La pregunta de Jesús a Pedro: “¿Me amas?” (cf. Jn 21,15-19) para comunicarle el "Primado" en pastoreo, nos debe interpelar a nosotros mismos, como pastores del mismo rebaño. La respuesta de Pedro, "tú sabes que te amo", es también la nuestra. De esta manera, es que vivimos en comunión con quien "preside la caridad" universal, es decir con Pedro y sus sucesores. Nuestra "obediencia", vivida con amor, es parte esencial de nuestra espiritualidad sacerdotal. La comunión con el propio Obispo forma parte de esta misma vivencia eucarística y sacerdotal, para construir la "fraternidad sacramental" en el Presbiterio (Presbyterorum Ordinis, n. 8).
La celebración eucarística nos une a Cristo, dejándonos transformar por él, también en su obediencia a los designios del Padre. Por esto, nuestra obediencia "personifica a Cristo obediente" (Benedicto XVI, Discurso 13 mayo) (cf. Tema para la Jornada Mundial de Oración por la Santificación de los Sacerdotes: 3 junio 2005)
Presbíteros, colaboradores del obispo
Los presbíteros son los más cercanos colaboradores del Obispo, los próvidos colaboradores, dice el Concilio, digamos que son los más prójimos, los hijos mayores, los hermanos más cercanos. Por esta razón, debe existir el deseo de conformar una familia presbiteral, cuya cabeza y paternidad radican en el Obispo, en quien detenta el carisma episcopal.
No se puede olvidar, que la comunión de los sacerdotes con el Obispo redunda en bien de la gente, de los fieles. De unas buenas relaciones los mayores beneficiarios son los fieles, las comunidades. En cualquier circunstancia, pensemos en el bien de la gente. Si uno de nosotros decide romper con esta comunión, rompe con Cristo y con la Iglesia.
P. José Antonio Díaz
Sacerdote de la Diócesis de Santa Marta
Contemplando la cruz, ¡Vamos a reconciliarnos!
Jue 2 Mayo 2024
Por P. Rafael Castillo Torres - El próximo 3 de mayo, día en que el mundo católico celebra la fiesta de la exaltación de la Santa Cruz; nosotros, en Colombia, acogiendo el llamado del Papa Francisco en Villavicencio, en su visita apostólica de hace siete años, así como la exhortación de nuestros pastores, celebraremos esta jornada de oración, reflexiones y compromisos con el propósito de abrir caminos nuevos de reconciliación y de esperanza en la búsqueda constante de la unidad y de la paz que hoy reclama la nación colombiana. Búsqueda en la que la Iglesia está firmemente empeñada y comprometida.
Una pregunta que nos hicieron recientemente fue la siguiente: ¿Por qué la Iglesia ha escogido esta fiesta para celebrar el día nacional de la reconciliación?
En primer lugar, porque nuestra Nación, así quieran sacar la imagen del Crucificado de los espacios públicos, se sigue santiguando, signando y persignando. Y lo hace porque estamos llenos de personas que sufren. Personas también ellas crucificadas por la desgracia, las injusticias y el olvido; porque hay muchos hermanos hundidos en el hambre y la miseria; y también porque, entre nosotros, se conserva aún la piedad sincera.
En segundo lugar, porque es difícil imaginar un símbolo más cargado de esperanza que la cruz que nuestro pueblo planta por los caminos en subida: esas cruces son memoria conmovedora de un Dios crucificado y recuerdo permanente de su identificación con todos los inocentes que sufren de manera injusta.
En tercer lugar, porque la cruz, como el Cristo roto de Bojayá, levantada entre nuestras cruces, nos recuerda que Dios sufre con nosotros. A Dios le duele el hambre de los niños y llora con las mujeres maltratadas día a día en su hogar y sufre también con todas las víctimas. No sabemos explicamos la raíz última de tanto mal. Y, aunque lo supiéramos, no nos serviría de mucho. Sólo sabemos que Dios sufre con nosotros y esto lo cambia todo.
La Iglesia quiere en esta celebración, que como nación colombiana podamos redescubrir el verdadero contenido de la cruz. ¿Qué significa la imagen del Crucificado, tan presente entre nosotros, si no sabemos ver marcados en su rostro el sufrimiento, la soledad, el dolor, la tortura y desolación de tantos hijos de Dios? ¿Qué sentido tiene llevar una cruz sobre nuestro pecho, si no sabemos cargar con la más pequeña cruz de tantas personas que sufren junto a nosotros? ¿Qué significan nuestros besos al Crucificado, si no despiertan en nosotros el cariño, la acogida y el acercamiento a quienes viven crucificados? ¿Qué sentido tienen venerar la cruz del Señor si no somos conscientes que en el altar de la cruz se ha dado el mayor gesto de amor que reconcilia a toda a la humanidad?
Es justamente en el altar de la cruz donde quedan al descubierto nuestras cobardías. Desde el silencio de la cruz, Nuestro Señor nos invita a revisarnos. Para adorar el misterio de un «Dios crucificado», es necesario acercamos un poco más a los crucificados y de eso se trata en esta jornada. Ante el altar de la cruz vamos a estar en silencio, aquietando el espíritu y recuperando la paz interior. Este, en definitiva, es el buen comienzo de la reconciliación. Llevar la cruz no es buscar «cruces», sino aceptar la «crucifixión» que nos viene de la fidelidad al Evangelio.
Nuestra esperanza como Iglesia es que esta celebración nos pueda llevar a seis tareas concretas en el ámbito de la reconciliación:
• A reconocer que la verdad sin justicia es mentira y que la justicia sin verdad es engaño; establecida la verdad, restaurada la justicia, se inaugura el tiempo de la misericordia frente al arrepentimiento y el diálogo.
• A comprender que una auténtica reconciliación implica cambios reales para crear una nueva situación. Esto se realiza en el reconocimiento de la verdad (la rehabilitación del ofendido) y la búsqueda de la justicia (la rehabilitación del ofensor).
• A tener muy claro que una actitud de silencio resulta ser una falsa reconciliación, porque hiere aún más al ofendido y justifica al ofensor en su maldad. Necesitamos que los ofensores reconozcan el daño causado, se arrepientan y emprendan un nuevo camino.
• A trabajar pedagógicamente estas tres instancias, la verdad, la justicia y la misericordia, que se requieren mutuamente, para ir consolidando la reconciliación como una experiencia de autenticidad que nos encamina hacia la paz.
• A procurar ayudar a armar lo que está desbaratado. Ha de ser una tarea, permanente y continua, por restituir dignidad a las víctimas; contribuir a la humanización de los victimarios; y animar la recomposición de un tejido social y comunitario donde la vida ha de ser lo primero y lo más importante.
• A orar insistentemente para que crezca en cada uno de nosotros la grandeza human del perdón como la paz del corazón y la reconciliación como la paz en nuestras relaciones.
P. Rafael Castillo Torres
Director del Secretariado Nacional de Pastoral Social – Cáritas colombiana
La psicología pastoral: una luz para la Iglesia del siglo XXI
Vie 12 Abr 2024
Por Cristian David Ortiz - “Y al desembarcar, vio tanta gente que sintió compasión de ellos, pues estaban como ovejas que no tienen pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas” (Mc 6,34). Antes de ser un predicador, Jesús vivía su ministerio como un auténtico pastor que daba la vida por sus ovejas, especialmente por las frágiles y necesitadas, ya que conocía profundamente la misión que le dio su Padre: “no necesitan médico los que están fuertes sino los que están mal" (Mt 9,12). Las cualidades de David, pastor y rey de Israel, alcanzan su plenitud en Jesucristo que, a diferencia de los escribas y doctores de la Ley, conocía verdaderamente lo que estaba en el interior del hombre (cf. Jn 2,24), y se tomaba el tiempo de escuchar las necesidades de aquellos que acudían a Él. Como bien sabemos, Jesucristo es el Hijo de Dios y nuestro Redentor, pero me atrevo a afirmar que era, es y seguirá siendo un psicólogo pastoral que escucha a sus ovejas y les concede una vida nueva. Seguramente es la primera vez que escuchas este término, ¿Acaso podemos relacionar a Jesús con la psicología? Dilucidemos esta expresión.
En primer lugar, tomando el término psicología por lo que se refiere a su etimología, se define como el tratado del estudio del alma; es decir, esta ciencia se encarga de ahondar de manera integral en la persona, teniendo en cuenta sus conductas externas que expresa por medio de su cuerpo, así como sus conductas internas: pensamientos, sentimientos, emociones, entre otros (Morris & Maisto, 2005). La psicología como ciencia inició con la figura de Wilhelm Wundt, médico alemán que fundó el primer laboratorio de psicología experimental en el año 1879; sin embargo, otros investigadores previos a esta fecha empezaron a dar pinceladas del panorama que abarca actualmente el tratado del alma. Algunos señalan que la psicología conlleva una postura atea o contraria a la fe, pero esta generalización es un error garrafal; algunos psicólogos como Abraham Maslow, Carl Rogers, Viktor Frankl, entre otros, han sido los pilares de una auténtica comprensión de la antropología cristiana, a saber, una persona que es bio-psico-socio-espiritual, y encamina sus acciones hacia la trascendencia. En la actualidad, la psicología tiene un amplio campo de acción y una riqueza de estrategias a nivel terapéutico para que cualquier persona se conozca a sí misma y desarrolle su salud mental.
En cuanto a la etimología del término pastoral, viene del latín pascere que significa apacentar, por lo que la acción pastoral se presenta como un rasgo constitutivo de la Iglesia al servicio del Reino de los Cielos, que busca la salvación del género humano y la conversión; de igual manera, la acción pastoral actualiza la praxis de Jesucristo, buen pastor que da la vida por sus ovejas (cf. Jn 10,11), a través de la Palabra de Dios, los sacramentos y las obras de caridad (Floristán, 2002). Aunque el título de pastor se suele atribuir a los ministros consagrados, todos los bautizados estamos llamados a vivir esta vocación que adquirimos desde el día de nuestro bautismo, y apacentar el rebaño (grande o pequeño) que el Señor nos ha encomendado. Esta misión tiene un carácter sinodal, ya que el agente de pastoral debe comprender que solo alcanza la salvación acompañando este rebaño, pero no debe olvidar que cada oveja es totalmente diferente a la otra. Existen corderitos que tienen heridas desde su infancia, otras ovejas que crecieron de la mano de Dios, y otro grupo que prefiere los falsos pastores y se desvía de Aquél que conduce hacia fuentes tranquilas y repara sus fuerzas (cf. Sal 23,3).
Después de reflexionar en cada término, es menester enmarcar el concepto de psicología pastoral. En un sentido estricto, Szentmártoni (2003) lo define como “una rama de la psicología que estudia los procesos psicológicos inherentes a las situaciones pastorales” (p.9). El término de psicología pastoral ha sido utilizado de forma ecuménica desde mediados del siglo XX, y empieza a tomar relevancia por las alusiones que el magisterio ordinario y extraordinario de la Iglesia realiza sobre la importancia de una psicología cristiana, especialmente en el Concilio Vaticano II (cf. Declaración Gravissimum educationis,1). Esta disciplina se fundamenta en Jesús que estaba dispuesto a escuchar y sanar a sus contemporáneos, sean judíos o paganos, a nivel físico, psicológico y espiritual, y tiene como objetivo la trascendencia de la persona hacia su Creador. Cristo ha inmortalizado esta obra en la Iglesia, familia que sana y libera a los más necesitados, incluso a los no creyentes; por ello, no solo es importante una formación doctrinal para el acompañamiento de grupos y comunidades parroquiales, sino el estudio de la psicología pastoral para llevar a la práctica las cualidades que caracterizaron a la persona de Jesús que sabe decir al abatido una palabra de aliento (cf. Is 50,4).
Teniendo en cuenta esta definición, ¿Por qué es importante hablar de psicología pastoral? En primer lugar, esta disciplina nos brinda herramientas para formular, diseñar e implementar estrategias que complementan la vida espiritual, esto con el fin de prevenir conductas de riesgo en nuestras comunidades parroquiales, y promover líneas de acción para que los niños y jóvenes tengan un desarrollo ideal a nivel físico, psicológico y espiritual. En segundo lugar, una de las 18 conclusiones a las que llegó el Sínodo en Colombia es la necesidad de espacios para la escucha, por lo que los ministros y agentes de pastoral deben cultivar estas habilidades para acoger, a ejemplo de Cristo, a los que se sienten cansados y agobiados (cf. Mt 11,28); para ello, no debemos olvidar que cada persona, sin importar su condición, es creación de Dios y es un lugar santo que debemos abordar con respeto y amor (cf. Ex 3,5). En tercer lugar, la psicología pastoral es una luz que permite comprender la realidad tan convulsionada del hombre de hoy, y un buen ejercicio de la misma lleva a que cada persona, a través de la escucha espiritual, sienta la misericordia de Dios y desee volver arrepentida a la casa del Padre.
¿Y tú, te animas a ser un promotor de la psicología pastoral?
Cristian David Ortiz
Psicólogo y seminarista de la Diócesis de Zipaquirá.
Referencias
Floristán, C. (2002). Nuevo diccionario de pastoral. Editorial San Pablo.
Morris, C. & Maisto, A. (2005). Introducción a la Psicología. Pearson Educación.
Szentmártoni, M. (2003). Manual de Psicología Pastoral. Ediciones Sígueme.
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