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“Uno sigue siendo el ser humano pequeño, frágil, que sufre, que se equivoca”: Mons. Rueda Aparicio
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Antes de viajar a Roma para ser creado cardenal de la Iglesia Católica Universal por el papa Francisco el próximo sábado 30 de septiembre, en una conversación tan sencilla como su esencia misma, monseñor Luis José Rueda Aparicio, compartió detalles de su historia de vida con el equipo de comunicaciones de la Conferencia Episcopal de Colombia, organismo que preside desde el año 2021.
“La cuestión es que cuando lo eligen a uno cardenal, generalmente la figura es muy superficial. Miran desde afuera, se les olvida que los miembros de la Iglesia somos seres humanos de carne y hueso, que nacimos en una familia”, inicia afirmando el prelado.
Durante la conversación, el arzobispo santandereano narró detalles que hasta hoy han sido poco conocidos públicamente. Algunos muy íntimos, otros, familiares y los demás, asociados a su camino pastoral. Todos dan cuenta de cómo ha influido su origen humilde, el ejemplo y amor de su familia, lo que ha aprendido de sus hermanos en la fe, las realidades de las tres jurisdicciones eclesiásticas que ha pastoreado y sus convicciones éticas y sociales, en quien es hoy.
“A la Iglesia le debo todo”
Con convicción y gratitud profunda monseñor Luis José, bautizado a los 15 días de nacido, como sus otros 11 hermanos, afirma que a la Iglesia le debe todo. Sin embargo, hace una precisión: “A la Iglesia pueblo de Dios, no a la Iglesia solamente “jerarquía”. Porque cuando se habla de la Iglesia unos piensan en los obispos, en el Papa, en los sacerdotes, y se les olvida que papá y mamá, que los hermanos laicos, que los casados, que los sobrinos, las sobrinas, son Iglesia”.
El primado de Colombia cuenta, por ejemplo, que gracias a Dios, a través de uno de los sacerdotes de su tierra natal, para quien su padre trabajó en la construcción de un templo, él y su familia, lograron tener casa propia.
“¿Cuál es la historia? En San Gil, hasta 1950, solamente había una parroquia. Pero en esa década ya empezó San Gil a crecer un poquito más, entonces el obispo de ese tiempo dice: “Nos toca crear otra parroquia” y un donante dice “yo”, y donó un terreno y otro donante donó otro terreno. Entonces el párroco de ese tiempo se ve en el dilema de no rechazar a los dos donantes y los dos lotes buenos para ser parroquia”, cuenta el pastor.
“Optó por uno y se la jugó por otra medida”-continúa explicando-, “dijo entonces al otro donante: “Allá en el lote que nos donó, no vamos a construir el templo, pero vamos a construir siete casas. En el templo duraron más de cinco años construyendo el templo y mi papá, que trabajaba en construcción, Luis Emilio, trabajó todos los años””.
Cuenta después que sorpresivamente y con una especie de “responsabilidad social eclesial”, el sacerdote terminó asignándoles con escritura cada una de esas casas a siete de los trabajadores que permanecieron siempre en la obra. “Por eso tenemos casa propia”, puntualiza monseñor. Casa que aún conservan como patrimonio familiar, que visita y en la que comparte con los suyos cada vez que su ministerio se lo permite.
Sobre su infancia, hay detalles muy especiales en el relato. “Los vecinos del barrio, los que me conocen en San Gil saben que no era un ángel, que era normal, tampoco era un vago porque trabajábamos mucho, pero pero éramos normales, sin pretender santidades que no existen. Pero algo sí era muy importante: todo los domingos, misa y comunión”, comenta monseñor.
Uno de los 21 nuevos cardenales que tendrá próximamente la Iglesia, el hijo de Luis Emilio y Socorro, junto a sus hermanos y como seguramente muchos otros de su época, llegaba a acuerdos con su padre para participar de la Eucaristía dominical: “Llegó la adolescencia y nosotros le negociábamos a mi papá: no vamos a la misa de diez porque nos corta la mañana, no vamos en la noche porque en la noche es mejor ir con las amigas. Entonces más bien, madrugamos a Misa y salimos de eso. Era la forma de decirle a mi papá y él decía “listo entonces, pero van a misa y comulgan. Y esa era nuestra tarea”.
Ese adolescente también experimentó su vida afectiva. Vivió desde el inicio del bachillerato y durante seis años, una relación muy especial con Nancy, una joven a la que quiso mucho y con quien compartía, entre otros, su gusto por jugar ping pong durante largas horas. Además, es seguidor del fútbol (hincha del Atlético Bucaramanga, por cierto), aprendió de construcción gracias a su padre y de metalistería gracias a su colegio, derramó lágrimas durante su servicio militar obligatorio del que fue “rescatado” por su madre en La Guajira y más adelante, se vinculó al laboratorio de una cementera.
“Yo pasaba de la empresa la casa por un templo donde está el cementerio de San Gil y yo entraba a rezar un ratico con mi uniforme, con mi overol y yo veía al Cristo, era un Cristo crucificado, pero con los ojos abiertos. Hasta ahora entiendo que era un Cristo agonizante, no estaba muerto, no es un Cristo con los ojos abiertos. Yo decía: pero, ¿Él está muerto o está vivo? Porque tiene los ojos abiertos. Y me impresionaba mucho y eso se me fue metiendo, hasta que un día le dije a ella: yo quiero ser sacerdote”.
A monseñor Rueda le costó entender su vocación por esa “extraña” manera en que sintió el llamado a los 19 años de edad. En aquella época hasta llegó a pensar que ingresar al seminario podía ser una especie de traición a Nancy, con quien seguía compartiendo; también a su familia, pues él aportaba para el sostenimiento de su casa, ya su padre estaba enfermo, irse limitaba por completo sus posibilidades de seguirlo haciendo.
Tomar la decisión de iniciar su vida sacerdotal fue una reto, pero lograr que le creyeran y poder ingresar al Seminario Conciliar San Carlos de San Gil, significó uno mayor. Aunque su padre lo había animado a dar el primer paso para empezar ese camino, advirtiéndole que debía hacerlo bien, varias pruebas se le cruzaron en él, entre ellas, lograr que algún sacerdote le diera una especie de “carta de recomendación”.
“Yo quiero ser sacerdote. ¿Pero eso cómo es, señor obispo?”
“Yo quiero ser sacerdote. ¿Pero eso cómo es, señor obispo? ¿Entonces él se rió, me atendió, era una persona muy seria, muy respetuoso y me dijo Usted tiene novia? Yo dije Sí, le digo que sí. Me dice váyase, no sé cómo será eso. ¿Y yo le dije no, así como tal, no? Y entonces él me dijo: Es bueno que consiga una amiga, que usted experimente su afectividad, que interactúe con ella. Salí aburrido de ese diálogo, debí haberle dicho la verdad a monseñor Víctor”, cuenta, con cierta emotividad, el hoy presidente del episcopado colombiano, al referirse a su primera conversación con monseñor Victor López Forero, el arzobispo emérito de Bucaramanga, en ese tiempo…,quien precisamente el pasado 23 de septiembre partió a la casa del Señor.
Aunque finalmente consiguió esa carta con el capellán del Colegio Nacional San José de Guanentá Integrado de San Gil, uno de los cinco por los que pasó porque, coincidencialmente, los cerraban o se trasladaba. Él mismo cuenta que no fue realmente activo a nivel de vida parroquial. Aunque la Misa de los domingos y el rezo del Santo Rosario en su hogar, eran sagrados, no fue de participar activamente en comunidades ni grupos. De hecho, recuerda que en esa exploración, una de las primeras cosas que hizo fue ir a una convivencia vocacional y no le gustó.
“Uno aprende a ser cura con la gente”
Finalmente monseñor Luis José ingresó al seminario, disfrutó de su proceso y tras terminarlo, a los 27 años de edad, fue enviado por monseñor Leonardo Gómez Serna, a una parroquia rural en una localidad llamada Albania que en ese tiempo pertenecía a la Diócesis de Socorro y San Gil y estaba ubicada a siete horas de San Gil.
“Quiero advertirle que de allí se han retirado cuatro sacerdotes por distintos motivos. Uno por el alcoholismo, otro porque se enredó con una dama, pero yo confío en usted y está listo”, le dijo monseñor Gómez Serna al Luis José Rueda de aquella época, aún inexperto, que jamás llegó si quiera a sospechar la misión que el Santo Padre le encomendaría hoy. “Y me di cuenta de una cosa que uno en el seminario aprende la teoría, pero que uno aprende a ser cura con la gente”, agregó con firmeza el cardenal electo.
Hoy, 33 años después de ordenado, recuerda con cariño pero también con cierta sorpresa su camino episcopal. Tres jurisdicciones pastoreadas en regiones muy distintas, un periodo en la presidencia del episcopado que terminará en julio del 2024 junto a sus hermanos monseñor Omar Alberto Sánchez Cubillos y Luis Manuel Alí Herrera, vicepresidente y secretario general de la Conferencia, respectivamente. Ademas, una gran cantidad y diversidad de lugares y personas que ha podido conocer, desde los más humildes y necesitados, hasta las personalidades más destacadas de la vida social y política del país.
“Yo pensé que los obispos eran de familias ricas”
Aunque significó una alegría muy grande para sus coterráneos, la noticia de que el papa Benedicto XVI lo había nombrado obispo de la Diócesis de Montelíbano fue toda una sorpresa, no solo para él sino también para su familia.
“El día que avisaron que iba a ser obispo yo ya sabía, pero toca guardarlo en secreto. Y uno está ahí, como con “el entre pecho y espalda”, con ese secreto. Cuando ya se supo, hubo mucha alegría en la familia y en San Gil. Solo en la tarde pude ir a comer con mi madre y le dije, Y ella dijo: “Yo pensé que los obispos eran de familias ricas”. Fue la expresión que nunca se me olvida”, narró monseñor.
El prelado partió hacia esta Iglesia particular en Córdoba, región que no conocía, en la que tuvo que acompañar durante seis años a las comunidades en medio de complejos retos del contexto social por cuenta de situaciones asociadas al conflicto armado, pero a la que quiso mucho.
“Yo aprendí a ser obispo con los sacerdotes”
“Estando allá, cambia la ruta porque renuncia Benedicto y nombran a Francisco, y Francisco me pasó a Popayán y yo llegué a ser Arzobispo de Popayán. Eso es una cosa muy grande, pero uno sigue siendo el ser humano pequeño, el ser humano frágil, el ser humano que sufre, que se equivoca”, afirma monseñor.
Al conocer y celebrar la Eucaristía en todas sus parroquias, monseñor Luis José se enamoró del Cauca, de su gente, su cultura y su geografía. Sin embargo, no había cumplido los dos años aún y es notificado en mayo de 2018, a través de monseñor Luis Mariano Montemayor, nuncio apostólico en Colombia durante esta época, que el Santo Padre lo había nombrado arzobispo de Bogotá.
“¡No puede ser! ¿Suceder a monseñor Rubén Salazar Gómez? ¡Esas son palabras con mayúscula sostenida!”
La capital, tan grande y diversa, recibió en junio de 2020 a monseñor Luis José, en plena época de confinamiento obligatorio por la pandemia del COVID-19. Los retos de esa época y la responsabilidad tan enorme que sentía en ese nuevo encargo eran inmensos.
Su misión en Bogotá y, al tiempo, la tarea de presidir el episcopado colombiano, le han permitido al arzobispo hacer llegar un mensaje más directo a diferentes actores y sectores frente a sus preocupaciones por las realidades que vive hoy el país. Su insistencia en la defensa de la vida y en la necesidad de construir la reconciliación y la paz, desde la justicia, el amor y el respeto por los derechos humanos, han sido permanentes.
“Y aprendí a conocer Bogotá y a amarla, y a darme cuenta de que Bogotá no es lo que otros piensan desde fuera. Algunos dicen Bogotá tiene dos partes el sur y el norte, falso, Bogotá tiene una multiplicidad. En el norte hay periferias existenciales, en el sur hay belleza, riquezas, hay de todo”, afirma monseñor Rueda, al tiempo que recuerda su gusto por haberse podido acercar e involucrar con la realidad de los habitantes de calle.
“Como dice el Papa, yo he cometido muchos pecados, pero yo he sido misericordiado por el Señor”.
Enterarse de la noticia de su designación como Cardenal el pasado 9 de julio, fue más inesperada aún. La semana previa había finalizado la asamblea plenaria del episcopado y justamente, un día antes, la Iglesia colombiana iniciaba su luto por la partida de monseñor Elkin Fernando Álvarez Botero, obispo de Santa Rosa de Osos.
Esa noticia, que llegó para el país como un bálsamo de esperanza, pareciera aún increíble para monseñor Rueda Aparicio. “El Papa me mandó una carta muy bonita, una carta privada personal donde me anima, donde me dice: “Ahora entra al Colegio Cardenalicio” y lo que eso significa en clave de servicio, en clave de unidad con el Papa, con el sucesor de Pedro y de martirio. Y por eso debe estar dispuesto”, expresa con actitud de obediencia el arzobispo de Bogotá.
Luis José Rueda Aparicio, no solo el del nuevo título que recibirá en la Santa Sede, sino el ser humano, el hijo, el hermano, el tío, el primo, el amigo, narra que mirar hacia atrás, le da la oportunidad de darse cuenta cómo su vida se la ha ido transformando el Señor. Termina su relato afirmando que más allá de las pruebas, ama a Dios, a la Iglesia y al país y está dispuesto a entregar su vida.
Vea la entrevista completa aquí:


Política y ética
Mar 17 Jun 2025

“Hagan esto en memoria mía” (1Cor 11, 24)
Mar 17 Jun 2025

Mié 18 Jun 2025
La religiosa colombiana Inés Arango, defensora de la Amazonía y de los indígenas, avanza hacia los altares
El pasado 22 de mayo, el papa León XIV firmó el decreto que autoriza iniciar el proceso que conducirá a la beatificación de la religiosa colombiana Inés Arango Velásquez, Terciaria Capuchina de la Sagrada Familia. Se trata de un hecho histórico para la Iglesia en Colombia; su muerte representa la fe audaz de una generación de misioneros que entregaron su vida por los más pobres y olvidados. El Departamento de Comunicaciones de la Conferencia Episcopal de Colombia comparte un minidocumental que narra algunos de los hechos más representativos de este testimonio, que se anticipó al llamado del papa Francisco en Laudato Si'.La hermana Inés, conocida como‘María Nieves de Medellín’, fue asesinada el21 de julio de 1987en la selva amazónica del Ecuador, junto al obispo españolAlejandro Labaka, por miembros de la tributagaeri, un pueblo indígena amenazado por la explotación petrolera.En la casa de la congregación en Bogotá (Provincia Madre del Buen Pastor), la hermana Lilia Barrera, superiora, explica lo que ha significado esta noticia para ellas y recuerda algunas de las virtudes de la hermana Inés:“Para nosotros ha sido una alegría, una sorpresa. Siempre fue una mujer sencilla, humilde, que quiso estar con los más olvidados, con los últimos, con los más vulnerables. Eso es parte de nuestro carisma: estar con ellos. ¿Qué nos está diciendo Dios con estas experiencias? Es un compromiso que debe ser permanente”.Una familia de fe y vocación misioneraInés nació enMedellín el 6 de abril de 1937, en el seno de una familia profundamente católica. Fue la penúltima de12 hermanos, dos de los cuales también se consagraron como terciarias capuchinas:Fabiola (97 años)yCecilia (90 años), esta última vive en Bogotá y aún aporta mucho a su comunidad llevando labores de contabilidad.También en su familia ha habido varios sacerdotes, principalmente franciscanos. Uno de ellos, fue monseñor José de Jesús Arango Velásquez, quien ejerció como primer Prefecto Apostólico de Guapi (1954 – 1970). Según lo narra el Vicariato, allí, monseñor Arango llevó con alegría, entrega y optimismo “el mensaje de paz y bien a negros, mestizos e indígenas, desde los límites del Naya y Yurumangui en el rio Micay, hasta el sur occidente del municipio de guapi, límites con Nariño”.Pocos días después de recibir esta noticia, también visitamos en el Colegio María Inmaculada de Bogotá a la hermana Cecilia. Así recordó la vocación de su hermana Inés, ahora venerable:“La vocación misionera de Inés surgió desde niña. Como mi hermana mayor era capuchina, seguimos su ejemplo. Inés, desde chiquita, decía que quería ser misionera...En octubre, que es el mes de las misiones, con sus alumnas, salía a la calle y hacía retenes para recoger dinero, para mandar para las misiones. Todo el tiempo fue trabajando por las misiones hasta que logró llegar allá”.La misión en la Amazonía: Entrega de amor, entrega de vidaInés tomó los hábitos a los 17 años de edad. Durante mucho tiempo dictó clases en diversas escuelas de los departamentos del Tolima, Córdoba y Antioquia.En 1977, finalmente, su sueño se hizo realidad: la religiosa llegó a la selva ecuatoriana para evangelizar a loshuaorani, un pueblo indígena aislado. Junto a monseñor Labaka, trabajó durante10 añosen labores de alfabetización, defensa de derechos y promoción cultural.Observando un álbum de fotos con algunos recuerdos de su misión recolectados durante todos estos años por la congregación, la hermana Lilia Barrera destaca su alegría y libertad al estar allí:“Siempre la verás muy sonriente. Lo que le hacía brillar los ojos era estar con ellos. Fue una mujer libre, pero también obediente. Soñaba con ser misionera, pero estuvo 21 años en la educación. Cuando Dios le abrió el camino, lo abrazó con pasión”.La religiosa colombiana y el obispo capuchino decidieron ir al encuentro de los tagaeri, otro grupo indígena de la zona, hasta el momento no contactado. Sabían del riesgo que podían correr, pero decidieron tomarlo; querían acercarse para acompañar, evangelizar y mediar para evitar un posible conflicto mayor entre los nativos y los petroleros que invadían su territorio.El6 de julio de 1987, los misioneros partieron desdela ciudad de Cocahacia la zona del ríoTiguino, donde se sabía que los tagaeri estaban desplazándose. Llevaban pocas provisiones y algunos regalos, como señal de paz. El20 de julio llegaron cerca de un campamento tagaeri. Pasaron la noche en hamacas, rezando y preparándose para el encuentro.Al amanecer del 21 de julio, los tagaeri rodearon a la hermana Inés y monseñor Labaka, salieron con las manos en alto, mostrando que no llevaban armas, pero el uso de un helicóptero vinculado a una empresa petrolera para tal desplazamiento habría provocado la confusión y posterior agresión por parte de la tribu. Atacaron primero a monseñor Labaka. Cuentan que, al intentar socorrerlo, la religiosa terminó también perdiendo la vida.Su cuerpo fue traspasado por cuatro lanzas que miden 3 metros y medio. Una de ellas, reposa en la capilla de la casa provincial de su congregación en Bogotá y otra en el convento de Medellín, donde han construido un museo en su memoria.Tres días después sus cuerpos fueron hallados por un grupo de misioneros y militares. Los enterraron enCoca, donde hoy son recordados como mártires de la selva. Ceciliarelata el dolor de la pérdida de su hermana:“Fue un doble martirio: ver cómo mataron a monseñor y luego a ella. Para nosotros fue muy duro. Yo estuve en el entierro… los cadáveres estaban muy lastimados”.Un testimonio que inspira vocaciones y defensa de la AmazoníaSu legado sigue vivo. En Ecuador, cada mes de julio se realizan marchas en memoria de ambos misioneros, exigiendo protección para la Amazonía y sus pueblos.La hermana Liliaseñala:“El movimiento alrededor de ellos ha logrado reducir la tala y cuidar más la reserva. Socialmente, su lucha sigue vigente”.En vida, Inés inspiró vocaciones, como la dehermana Emperatriz Morocho, quien conoció a la religiosa en su colegio:“Ella nos decía: ‘¿Por qué no hay misioneras ecuatorianas en su propio país?’. Su ejemplo fue una luz para mí. Me escribía cada mes, animándome. Era una mujer feliz, que amaba la misión y encontraba a Jesús en los más pobres”.Tras ofrecer su vida, la congregación también espera que este este reconocimiento sobre la hermana Inés, se convierta en semilla de vocaciones para el mundo; para que muchos otros puedan decir sí a Cristo, anunciando el Evangelio y permaneciendo cerca de los más necesitados.“Yo creo que en este momento en la Iglesia necesita de personas que se entreguen a los demás en la misión, donde estén religiosos, laicos o incluso que no estén muy con la Iglesia. Se den cuenta de la necesidad de personas que se entreguen a los demás”, expresa la hermana Cecilia.Hacia la beatificación: Un llamado a la entrega radicalCon este decreto, la Iglesia reconoce las virtudes heroicas de la hermana Inés. Mientras avanza el proceso de beatificación, su historia sigue interpelando a la Iglesia y al mundo sobre laecología integral, lajusticia socialy elamor radical por los más vulnerables. La hermana Liliareflexiona: “Como María al pie de la cruz, Inés vivió un dolor profundo, pero con la paz de quien entrega todo por amor. Hoy nos invita a seguir su camino”.Un testimonio que se anticipó a Laudato Si'La vida y muerte de la hermana Inés cobran especial relevancia a la luz de laencíclica Laudato Si'del Papa Francisco. Tres décadas antes de que el Pontífice alertara sobre el "grito de la tierra y el grito de los pobres" (LS 49), esta misionera ya encarnaba esaecología integralque une la defensa de los pueblos originarios con el cuidado de la Casa Común. Su opción por vivir entre los huaorani - renunciando a seguridades y aprendiendo su lengua - refleja ese "diálogo de saberes" que hoy propone la Iglesia (LS 138), mientras su muerte se convierte en profecía contra un modelo de desarrollo que sacrifica culturas y ecosistemas. Como señala el numeral 16 de la encíclica: "los más frágiles son doblemente perjudicados", realidad que la hermana Inés denunció con su vida y selló con su sangre.Más de un siglo en Colombia: la huella capuchina que transforma fronteras de exclusiónLas Terciarias Capuchinas de la Sagrada Familia, fundadas en España durante el pontificado del Papa León XIII hacen presencia en Colombia desde 1905. Desarrollan su misión apostólica desde la pastoral educativa, de salud, programas de acogida; y diferentes obras eclesiales y sociales en favor de la promoción de la mujer, de los migrantes, la justicia, la paz y, por supuesto, la salvaguarda de la creación.Unos años después de la llegada de las primeras misioneras a Puerto Colombia, se establecieron en la Alta Guajira; en los internados de Aremasain (1910) y de Nazaret (1914). Este último es un hogar ancestral de los niños wayuu, ubicado en el corregimiento que lleva su mismo nombre, aún es regentado por las capuchinas. Con el apoyo de la Diócesis de Riohacha, su misión se convierte en signo de esperanza para cientos de niños que habitan Uribia, la capital indígena de Colombia, que aún hoy, en medio de la pobreza y las limitaciones, pareciera ser “la tierra del olvido”.Vea la pieza audiovisual a continuación:

Mié 18 Jun 2025
Obras Misionales Pontificas de Colombia acompaña la formación misionera en Panamá
En el marco del Primer Encuentro Nacional de la Pontificia Unión Misional (PUM), que se desarrolla del 17 al 19 de junio en Panamá, las Obras Misionales Pontificias (OMP) de Colombia se suman activamente a una serie de jornadas formativas dirigidas a obispos, sacerdotes, religiosos, seminaristas y animadores de la Infancia y Adolescencia Misionera (IAM). El objetivo de este espacio es claro: revitalizar el compromiso misionero y renovar el ardor evangelizador de la Iglesia local.El padre Samir de Jesús García Valencia, Director Nacional de las OMP de Colombia y Secretario Ejecutivo de la Comisión Episcopal de Misiones, participa como expositor principal, aportando su experiencia y visión pastoral a este proceso formativo. Su presencia refleja el espíritu de comunión misionera entre las Iglesias del continente y refuerza el papel de la PUM como alma y dinamismo de toda acción evangelizadora.El itinerario de formación se extiende por tres diócesis panameñas:•17 de junio: Diócesis de Chitré – Capilla Nuestra Señora del Carmen, en Los Canelos.•18 de junio: Diócesis de Penonomé – Comunidad Cristo Sembrador.•19 de junio: Arquidiócesis de Panamá – Casa Monte Alverna.Las jornadas proponen una espiritualidad misionera con enfoque sinodal, subrayando que la misión no es un apéndice de la pastoral, sino su núcleo esencial. A través de dinámicas formativas y momentos de oración, se anima a los participantes a redescubrir la identidad de la PUM como fuerza interior que anima, une y proyecta la misión de la Iglesia en todos sus ámbitos.Desde Panamá, OMP Colombia celebra la oportunidad de fortalecer los procesos formativos misioneros y reafirma su compromiso con una Iglesia en salida, donde cada bautizado asuma con alegría, profundidad y convicción su vocación evangelizadora.

Lun 16 Jun 2025
Desarmar la palabra y rechazar la violencia: acuerdo asumido por los representantes de los poderes del Estado colombiano durante encuentro convocado por la Iglesia
En medio de un ambiente “de profundas tensiones, contradicciones y transformaciones” y como signo histórico, doce altos representantes de las instituciones del Estado colombiano se comprometieron a desarmar la palabra y a rechazar la violencia; pidieron al país acoger esta misma invitación. El acuerdo se suscribió en la Curia Arquidiócesis de Bogotá, durante un encuentro convocado por la Iglesia Católica a través de la Conferencia Episcopal de Colombia. En torno a una mesa redonda y en medio de un ambiente de escucha y diálogo, tranquilo y respetuoso, doce representantes de los organismos estatales compartieron un almuerzo y se pusieron de acuerdo para firmar un compromiso urgente para el país:“En un contexto mundial, nacional y local, de profundas tensiones, contradicciones y transformaciones, como ciudadanos, servidores y representantes de las Instituciones del Estado Colombiano, nos comprometemos juntos e invitamos a todo el país a escucharnos, valorarnos y respetarnos en hermanad; a desarmar y armonizar la palabra; y a rechazar todo tipo de violencia, como forma de resolver los conflictos políticos y sociales.Elevamos una oración por la vida de Miguel Uribe Turbay, y por quienes en todos los rincones de nuestros territorios sufren hoy a causa de la violencia. Acompañamos a sus familias en este momento de dolor.Llamamos a mantener viva la esperanza en nuestro país e invitamos a que este tipo de encuentros se repliquen en los espacios donde sea necesario”.Los anfitriones del encuentro fueron el cardenal Luis José Rueda Aparicio, arzobispo de Bogotá y primado de Colombia, monseñor Francisco Javier Múnera Correa, arzobispo de Cartagena y presidente de la Conferencia Episcopal de Colombia, monseñor Gabriel Ángel Villa Vahos, vicepresidente Conferencia Episcopal, monseñor German Medina Acosta, secretario general Conferencia Episcopal y el padre Hermann Rodríguez Osorio S.J., provincial de la Compañía de Jesús y representante de la Conferencia de Religiosos de Colombia.Como signo especial de fe, los representantes de la Iglesia entregaron a cada uno de los participantes un escapulario con la Cruz Tau y una estampa de la oración por la paz de San Francisco de Asís, que rezaron juntos al finalizar el almuerzo.Tras el encuentro, el cardenal Luis José y los miembros de la Comunidad de Presidencia de la Conferencia Episcopal ofrecieron una rueda de prensa. Los acompañó el Delegado para las Relaciones Iglesia-Estado, monseñor Héctor Fabio Henao. Véala a continuación:

Sáb 14 Jun 2025
El Papa León XIV designa Vicario Apostólico para Guapi: Pbro. Alfonso García López
El Papa León XIV designó al padre Alfonso García López, sacerdote de la Diócesis de Istmina–Tadó, como nuevo Vicario Apostólico de Guapi (Cauca). Su nombramiento se da tras una trayectoria de 27 años de servicio pastoral en diversas comunidades del sur del departamento del Chocó, experiencia en formación sacerdotal y una destacada trayectoria académica en diversas áreas teológicas y administrativas.El padre Alfonso García, nacido el 23 de febrero de 1971, fue ordenado sacerdote el 21 de febrero de 1998 por el entonces obispo de Istmina-Tadó, monseñor Alonso Llano Ruíz. Cursó sus estudios básicos en el Seminario Menor de Istmina y los superiores en el Seminario Mayor San Pío X de la misma diócesis.Su formación incluye una licenciatura en Filosofía y Educación Religiosa (Universidad Católica de Oriente, 2000), una especialización en Pedagogía y Didáctica (2002), una especialización teológica con énfasis en Formación Sacerdotal en el Instituto Teológico-Pastoral para América Latina (2005), una maestría en Administración de Empresas y Negocios Internacionales (Universidad Phoenix, EE. UU., 2011) y una especialización en Estudios Bíblicos (Universidad Uniclaretiana, 2012).En su labor pastoral, se ha desempeñado como párroco en varias comunidades la Diócesis de Istmina-Tadó, entre ellas, Santa Rita de Casia (Río Iró), San Roque (Juradó) e Inmaculado Corazón de María (Bahía Cupica). También ejecutó roles formativos: rector y vice-rector del Seminario Mayor San Pío X (2002-2003; 2006-2008), y responsable de Pastoral Universitaria (2009-2010). Fue párroco de la Catedral San Pablo Apóstol (2011-2018) y, recientemente, de la parroquia Espíritu Santo (2024).Desde 2018 hasta la actualidad, ejerció como vicario general, exorcista, moderador de la curia y delegado de Pastoral Sacerdotal en su diócesis.El Vicariato Apostólico de Guapi es una jurisdicción eclesiástica con amplia presencia de comunidades afrocolombianas e indígenas, así como con múltiples desafíos sociales vinculados al conflicto armado y la pobreza. La nueva misión episcopal encomendada por el Papa León XIV al padre García López, con amplia experiencia en zonas de difícil acceso y formación en gestión, podría representar un importante signo de esperanza para el fortalecimiento de la labor pastoral de la Iglesia Católica en esta zona del país.BiografíaEl padre Alfonso García López nació en Juradó (Chocó) el 23 de febrero de 1971.Fue ordenado sacerdote el 21 de febrero de 1998, por S.E. Mons. Alonso Llano Ruíz, entonces Obispo de Istmina - Tadó.Cursó sus estudios de bachillerato en el Seminario Menor de Istmina, posteriormente filosofía y teología en el Seminario Mayor San Pío X de la Diócesis de Istmina – Tadó.Obtuvo la Licenciatura en Filosofía y Educación Religiosa en la Universidad Católica de Oriente - Rionegro, Antioquia - (2000); en el 2002 realizó la Especialización en Pedagogía y Didáctica de la misma Universidad; en el 2011 la Maestría en Administración de Empresas y Negocios Internacionales con la Universidad Phoenix, Arizona (EE. UU) y, en 2012, la Especialización en Estudios Bíblicos ante la Universidad Uniclaretiana.Ha tenido los siguientes encargos pastorales:-Párroco de Santa Rita de Casia, Río Iró (1998 - 2000).-Párroco de San Roque, Juradó (2000 - 2001).-Párroco del Inmaculado Corazón de María, Bahía Cupica, Bahía Solano (2001 – 2002).-Vice-Rector del Seminario Mayor Diocesano San Pío X y, luego, Rector del mismo (2002 - 2003).-Estudiante de especialización Teológica con énfasis en Formación Sacerdotal en el ITEPAL (2004 – 2005).-Vice-Rector del Seminario Mayor Diocesano San Pío X (2006 – 2008).-Responsable diocesano de Pastoral Universitaria, Adscrito a la Parroquia de la Catedral San Pablo Apóstol de Istmina (2009 – 2010).-Párroco de la Catedral San Pablo Apóstol de Istmina (2011 – 2018).-Vicario General, Exorcista, Moderador de la Curia Diocesana, Delegado de Pastoral Sacerdotal y Formación Permanente del Clero, desde 2018 hasta la fecha.-Párroco de la parroquia Espíritu Santo de Istmina (2024).-El 14 de junio de 2025, el Papa León XIV lo nombra Vicario Apostólico del Vicariato Apostólico de Guapi.