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La séptima Jornada Mundial de los Pobres
Tags: Jornada Mundial de los Pobres séptima Jornada Mundial de los Pobres papa francisco iglesia católica iglesia católica colombiana Padre Rafael Castillo Torres
Por Pbro. Rafael Castillo Torres - El próximo domingo 19 de noviembre, convocados por el Papa Francisco, la Iglesia celebra la Séptima Jornada Mundial de los Pobres con una exhortación muy concreta: “Un río de pobreza atraviesa nuestras ciudades y se hace cada vez más grande hasta desbordarse; ese río parece arrastrarnos, tanto que el grito de nuestros hermanos y hermanas que piden ayuda, apoyo y solidaridad se hace cada vez más fuerte”.
Recordemos cómo esta Jornada surgió hace siete años, en el cierre del año de la misericordia celebrando el jubileo de las personas marginadas, empobrecidas y excluidas, por lo que el Papa Francisco, en su mensaje de este año, no duda en afirmar que “la Jornada mundial de los pobres, es una cita que la Iglesia va arraigando poco a poco en su pastoral, para descubrir cada vez más el contenido central del Evangelio”. Justamente el año inmediatamente anterior nos pedía “hacer un esfuerzo para que a nadie le falte lo necesario”, recordándonos que “no es el activismo lo que salva, sino la atención sincera y generosa que permite acercarse a un pobre como a un hermano que tiende la mano para que yo me despierte del letargo en el que he caído”.
Una pregunta que nos cabe a quienes servimos en una nación como Colombia, inequitativa y desigual, es la que nos suscita el santo padre: ¿Qué pasos acertados debemos dar en todos nuestros ámbitos de la vida eclesial, para que esta jornada sea la oportunidad, que todos nos damos, para mantenernos en el contenido central del Evangelio?
1. Una mayor toma de conciencia a partir de la realidad que estamos viviendo.
No podemos ocultar que, durante décadas, y todavía hoy, se nos sigue diciendo con bastante insistencia, que la pobreza entre nosotros es un fenómeno residual y que basta con darle tiempo al tiempo para que vaya desapareciendo. No han faltado quienes afirmen que la tarea sigue siendo aumentar el tamaño de la torta sin necesidad de esas políticas redistributivas que ponen tan nerviosos a los sectores más dinámicos de la economía y que acaban produciendo efectos desastrosos.
Mientras llegaba ese gran momento esperado, con el fin de no enturbiar ese clima alegre y confiado de una sociedad opulenta, cuyas utilidades son en cientos billones de pesos, se debía mantener, en las periferias existenciales, a los pobres.
Lo que vemos, y podemos señalar con el dedo, es que la pobreza, lejos de disminuir crece en progresión geométrica extendiéndose a los pensionados que sobreviven y a los no pocos enfermos crónicos que ciertamente se están muriendo, a los migrantes y desplazados, a las víctimas de la violencia, a las minorías étnicas y las familias que luchan por mantenerse unidas. Amén de las personas en situación de discapacidad.
Estas situaciones de injusticia constituyen un gran desafío para nosotros como Iglesia. Nuestras últimas conversaciones espirituales, y eso lo meditamos en el documento Luces en el Camino Hacia la Paz de nuestros Pastores, nos recuerda que el Espíritu de Dios nos está llevando a descubrir con mayor claridad que, hoy, la cima de la santidad y la santificación del Pueblo de Dios, no son posibles sin un compromiso con la justicia, sin una solidaridad con los pobres y oprimidos y sin hacer, juntos, de la sinodalidad un estilo de vida y una forma de ser Iglesia.
2. Redescubrir las razones de Dios y de Jesús para estar con los pobres.
Jesús siempre actuó prefiriendo a los que menos tenían y más sufrían. Colocó al centro todas las vidas echadas a perder. Su preferencia por ellos resultó ser escandalosa. Pero Jesús prefirió y prefiere a los pobres no porque en ellos encontró una cualidad especial, sino precisamente porque eran pobres. Creo que algunos ejemplos nos pueden ayudar.
Prefirió a la ovejita número cien (Lucas 15, 4-6) que se apartó del rebaño, a las noventa y nueve juntas, sólo porque se había perdido y no tenía la capacidad de retorno. Tuvieron que traerla cargada. Esa fue su ovejita más querida, no antes de perderse, sino después de que se había perdido. A la hora de cumplir con un contrato laboral, da preferencia a los obreros que habían estado desempleados frente a los demás (Mateo 20 1 -16) únicamente porque nadie les había ofrecido trabajo estando disponibles y sabiendo trabajar. Y en el caso de Lázaro, (Lucas 16, 9 -31) éste no tenía otro mérito frente a Epulón que el de ser pobre.
Como podemos ver, este Dios que siempre aborrece lo que sobresale, que en términos del Papa Francisco es la referencialidad, se complace en los pequeños, no por lo que puedan pensar o por su humildad, sino simplemente por ser lo que son, los pequeños. Esta predilección no viene de ellos, sino que nace de Dios. Dios siendo el Padre de todos no puede querer para nosotros sino el bien y la igualdad de sus hijos. Las desigualdades como las que vivimos en Colombia hieren a Dios en su amor. Y esta es una lógica que Jesús va a radicalizar radicalizando la paternidad de Dios. Por eso Dios y Jesús están siempre al lado de los pobres, porque viendo cómo la balanza se inclina siempre del lado del mas fuerte, en casi todos los aspectos, Ellos, decididamente, han querido restablecer el equilibrio.
3. Volver a las fuentes que nos mantienen en lo esencial.
Los concilios de los siglos V y VI como el de Vaisón del año 442, el de Roma bajo el Papa Símaco, año 504, el de Adge, año 506, el de Orleans, año 549, el de París, año 557 y el de Tours, año 567, serán reiterativos en afirmar que la asistencia a los pobres es una obligación tan fuerte que “el que retenga los dones hechos a la Iglesia debe ser excomulgado y considerado un verdadero “necátor pauperum” (Asesino de los pobres). Y ello precisamente, porque como afirmará más tarde Julianus Pomerius en el concilio de Arlés del año 836, en el tratado de Vita contemplativa “los bienes de la Iglesia son el patrimonio de los pobres”.
Los santos padres igualmente tuvieron un radicalismo, aprendido en las sagradas escrituras, que inspiraron estas conclusiones conciliares. Si Dios ha querido el Destino Universal de los bienes como enseña la doctrina social de la Iglesia, ello nos lleva a pensar y a profetizar que las riquezas serán siempre injustas mientras coexistan con la pobreza, prescindiendo de cómo se hayan obtenido, como bien lo expresó monseñor Barreto presidente de la Comisión Episcopal de Pastoral Social, cuando afirmó: “ Estas reflexiones surgen del análisis de los datos oficiales (los cuales son incontrovertibles), de la preocupación por la desinformación que difunden muchos medios de comunicación, sectores políticos y económicos, y ante la tristeza de ver que el país puede seguir generando riquezas solo para los grandes empresarios, los banqueros, los terratenientes y otros ricos”.
Permítanme citar los interrogantes de San juan Crisóstomo en su homilía sobre la 1ª carta a Timoteo: “Dime ¿De dónde te viene ser tan rico?, ¿De dónde recibiste la riqueza?, y ese otro, ¿De quién la recibió? Del abuelo, dirás, del padre. ¿Y podrás remontarte por el árbol genealógico, demostrando la justicia de tus posesiones? Seguro que no podrás. Necesariamente, en su principio y en su raíz hay una injusticia. ¿Que cómo llego a esa conclusión? Porque al principio Dios no hizo rico a uno y pobre al otro, ni tomo a uno y le mostró los grandes yacimientos de oro y al otro lo privó de este hallazgo. No, Dios puso, delante de todos, la misma tierra. ¿Cómo, pues, siendo todo común, tu posees tierras y más tierras, y el otro ni un terrón?
También otro padre de la Iglesia, que vivió en Palestina, como es San Jerónimo, en su carta 120, dirigida a Edibia nos enseña: “Sabiamente habla el evangelio de “riquezas injustas” pues todas las riquezas proceden de la injusticia y uno no se puede adueñar de ellas a no ser que otro las pierda o se arruine. Por eso a mí me parece certísima aquella sentencia popular que dice: “el rico o es injusto o es heredero de un injusto”.”
No son pocos los santos padres de la Iglesia como san Juan Crisóstomo y san Jerónimo que nos recordaran que aquello que le sobra el rico, le pertenece al pobre. En su tiempo fueron afirmaciones escandalosas, y hoy también lo son. Pero los santos padres jamás ignoraron que los ricos bien podían exhibir las escrituras de sus tierras y justificar sus propiedades mostrando todo en regla. No obstante, ellos, jamás dieron marcha atrás. Ellos distinguieron entre la legalidad formal y la justicia real cuestionando con su magisterio el orden social vigente. San Gregorio Nacianceno les dirá: “Esas son las leyes de los poderosos, no las del creador”. También san Ambrosio y san Agustín dirán de manera tajante: “continuamente se citan leyes en sus palacios, pero estas son las de Justiniano, no las del Señor”.
4. Tener un encuentro más sincero con el Señor.
Creo que nuestra principal tarea es traducir la belleza de las Plegarias litúrgicas, VC y VB, en nuestro compromiso con los pobres según el corazón de Dios y el querer de la Iglesia.
Hoy se habla de la secularización y de la perdida de la fe, pero, no obstante, nuestro pueblo sigue siendo profundamente religioso y más de lo que se piensa. Seguimos buscando estar a bien con Dios y contar con su protección divina. La dificultad está en que no siempre nuestras celebraciones son un encuentro sincero con Dios. Muchas de nuestras celebraciones sacramentales quedan reducidas a una reunión de carácter social, un acto impuesto por la costumbre o un rito que se hace sin comprender muy bien lo que significa y sin que, por supuesto, implique compromiso alguno para la vida. Por ello, en la celebración de esta jornada, en la que debemos cultivar nuestras motivaciones internas, cuando nuestro párroco o el sacerdote celebrante nos diga al momento de la Plegaria eucarística: ¡Levantemos el corazón! Esa respuesta: ¡Lo tenemos levantado hacia el Señor! Debe ser muy sincera, porque lo que sigue es una oración muy sentida que ilumina esta jornada: “Señor, danos entrañas de misericordia frente a toda miseria humana. Inspíranos el gesto y la palabra oportuna frente al hermano solo y desamparado. Ayúdanos a mostrarnos disponibles ante quien se siente explotado y deprimido. Que tu Iglesia, Señor, sea un recinto de verdad y de amor, de libertad, de justicia y de paz, para que todos encuentren en ella un motivo para seguir esperando. Que quienes te buscamos sepamos discernir los signos de los tiempos y crezcamos en fidelidad al Evangelio; que nos preocupemos de compartir en el amor las angustias y tristezas, las alegrías y esperanzas de todos los seres humanos, y así les mostremos tu camino de reconciliación, de perdón y de paz”. Bendecida celebración de esta jornada en la solidaridad y la esperanza.
Pbro. Rafael Castillo Torres
Director del Secretariado Nacional de Pastoral Social
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Vie 6 Sep 2024
La paz esté con ustedes (Jn 20, 19)
Mar 3 Sep 2024
Lun 15 Jul 2024
Francisco en Trieste: ¡Una fe encarnada y profética!
Por Pbro. Rafael Castillo Torres - El pasado 7 de julio, el Papa Francisco visitó la ciudad italiana de Trieste, en el marco de la 50 Semana Social. Iniciativa que nació en el año 1907, y que, desde entonces, la Conferencia Episcopal de esta nación celebra, inspirada en el legado de un laico, el sociólogo y Economista, el Beato Giuseppe Toniolo. Estas semanas sociales son un foro abierto para la participación y deliberación de amplios sectores sobre las problemáticas que interpelan la acción pastoral de la Iglesia en su desafío por rescatar la democracia, procurar la participación de todos en el cuerpo social y poner de presente un compromiso colectivo, con la ética del bien común.Tanto su visita, como el contenido de su mensaje, dirigido al corazón de la democracia, han abierto un foro más allá de Trieste. Los temas tratados por el Papa Francisco hablan a la Iglesia, a los gobiernos de las naciones, a los partidos, a los empresarios, a la sociedad civil, a los académicos y a toda la humanidad. Francisco, como ya nos acostumbró en su visita a Colombia en el año 2017, volvió nuevamente a condenar las prácticas corruptas, la marginalidad, el descarte y el despilfarro, e hizo a todos, un llamado a tener un compromiso activo en la vida pública, por ser lo que es de todos y a tener una fe encarnada y profética. Subrayó, igualmente, la importancia de pasar de la mera asistencia a las urnas a una participación más auténtica, alimentada por la creatividad y la solidaridad, para construir una sociedad más justa y fraterna, porque de lo que se trata es de organizar la esperanza en estas horas no fáciles. Nuestra fe, afirmó el Papa Francisco, debe entrar en la historia y curar las heridas de la sociedad, convirtiéndose así en fermento de esperanza y de justicia.Su voz profética ha realizado un llamado a restaurar el corazón de la democracia, mediante la creatividad y la solidaridad: “mientras nuestro sistema económico y social siga produciendo una sola víctima y haya un solo descartado, no podrá celebrarse la fraternidad universal”. Es como si nos dijera que vivir el Evangelio, es participar conscientemente en la política. La pregunta que viene bien formularnos, en el contexto de la realidad de Colombia es: ¿Qué implicaciones tiene para nosotros el mensaje de Trieste? 1.Debemos tomar conciencia, en el orden de la participación, que no pocas veces, por falta de formación y buen criterio, nos hemos sentido impotentes y utilizados. No se nos toma en serio y otros deciden por nosotros, quedando sin capacidad de reacción. Se nos impide pensar, porque pensar resulta ser muy peligroso. Se nos aparta sutilmente cuando buscamos hacer control democrático para que nos rindan cuentas públicamente; como si no supiéramos que cuando le roban al Estado nos roban a cada uno.2.Estamos llamados a enfrentar el acostumbramiento que nos ha llevado a vivir, en este tipo de relacionamientos, determinados por el avispamiento y el aprovechamiento de los sin escrúpulos que hacen de la democracia la promiscuidad mercantil de la política. Son las mafias enquistadas en los juegos de poder. Aquí es donde constatamos que el bien es sumamente frágil. Y lo es mucho más si se trata del bien común de la nación. Pero la tarea es vencer el mal a fuerza de bien ante el cerco tendido por las ambiciones clientelistas. Es un sacrificio tan legítimo como agónico, dado que las voces que pretenden el rescatar la democracia profunda y deliberativa, como lo ha pedido el Papa Francisco, son un referente residual.3.Debemos poner las cosas en el oren que nos pide el Papa en su mensaje de esta Semana Social, reconociendo que, en las campañas electorales, tanto en lo nacional como en lo regional y lo municipal, es vergonzosa la escasez de contenidos y la multiplicación de las ofensas. A todo lo anterior se le suma el flaco servicio a la democracia de algunos medios de comunicación. Ni informan ni forman la opinión pública; hábilmente se distancian de la obediencia debida a la verdad y poco les importa la utilidad social de la información. 4.Estamos llamados a reconocer que, en el quehacer de la política, solemos valorar mucho más la posibilidad de poder expulsar un mal gobierno, que la perentoriedad de elegir uno bueno; nos ponemos de acuerdo sobre lo que no queremos antes de realizar propuestas y conseguir objetivos; se determina el mal -en el extremo hipotético de consentir desvelarlo-, pero se sospecha de quien intenta ofrecer el bien y caminar hacia él. Ni se aspira a él, ni se procura el ideal.El Papa Francisco lo ha repetido de muchas formas y en diferentes contextos: “La sensatez tiene como idea matriz unir la ética y la política”. Lamentablemente esto es, por lo general, despreciado por la voluntad de poder. El deber ser de la moral no juega contra el gobernante. Abandonar la moral es ir a la ruina. Ya hemos aprendido, por tantos dolores en nuestra historia, que no es ingenuo guiarnos por el bien y la defensa de la vida. Recordemos las palabras del Papa Benedicto XVI quien, refiriéndose a estos temas tocados por el Papa Francisco, también nos dijo: “Hagan la síntesis entre realismo político e idealismo moral”.Pbro. Rafael Castillo TorresDirector del Secretariado Nacional de Pastoral Social / Cáritas Colombiana
Jue 11 Jul 2024
Hacia un diálogo maduro, capaz de gestar consensos
Por Pbro. Rafael Castillo Torres - La Semana por la Paz de este año 2024 tiene como lema “Uniendo voces construimos país”. Es un lema, creado colectivamente, en consenso con muchos, y que nos coloca sobre el horizonte de la palabra como el puente más civilizado para celebrar, entre nosotros, la cultura del encuentro. Será la oportunidad que nos daremos, como nación que anhela la paz integral, para examinarnos a fondo y preguntarnos: ¿Hasta cuándo las relaciones de los colombianos y colombianas han de seguir marcadas por una confrontación de intereses? ¿Hasta cuándo la vida de la nación estará condenada a la fragmentación y signada por los enfrentamientos? ¿Seremos capaces, como pueblo, de fundamentar nuestros vínculos en un diálogo sincero y constructivo? ¿Cuáles son las razones que nos han llevado a olvidar nuestra historia?Esta Semana por la Paz, que pone en el centro nuestra capacidad de dialogar, deberá hacer crecer nuestra conciencia en algo muy concreto: la ausencia de un diálogo sincero y fundamentado en la buena voluntad, nos menoscaba y nos aísla del entorno regional y mundial. En definitiva perjudica, especialmente, a los excluidos, marginados y empobrecidos de nuestra nación.Las jornadas, encuentros culturales, acciones pedagógicas, momentos de oración y celebraciones que tendremos durante todo el mes de septiembre, nos han de ayudar, también, en el reconocimiento de aquellas falencias profundas que tenemos los colombianos. La obstinación de algunos y la persistencia en confrontaciones de intereses sin saber cómo resolverlos, han sido un signo de nuestra debilidad para concertar y conciliar, lo cual refleja no solo la precariedad de nuestras instituciones, sino también la fragilidad de una cultura del encuentro que posibilite un gran acuerdo de nación. Todo ello es un reflejo del escaso aprecio que, como sociedad, otorgamos a la importancia y la dignidad que tiene la acción política como ese ámbito propio para la superación de las diferencias y el afianzamiento de nuestros grandes ideales. Colombia hoy, como nunca antes, está urgida de gestos de grandeza que generen confianza y credibilidad. Queremos que esta Semana por la Paz nos permita descubrir, en cada uno de sus momentos celebrativos, no solo el valor de los conflictos que hemos de transformar creativamente, sino también, el sentirnos abocados a la búsqueda de sus soluciones, como responsables todos, de la paz, de la convivencia y de la reconciliación nacional.Estamos necesitados de generosidad y cooperación, pero también de diálogo y comunicación libre. En una expresión, de aquellos valores que construyen la felicidad social. Nuestro balance será siempre bastante deficitario sino logramos superar la paradoja de una sociedad corrupta que busca elegir gobernantes honestos. Entre nosotros no puede seguir primando la competencia sobre la cooperación, ni el bien individual sobre el bien común, tampoco el “Estado mínimo” sobre el “Estado de bienestar social”.Colombia es una nación en permanente movilización y reclamos de justicia, lo sabemos. Por ello es bueno precisar desde el diálogo, que es el puente más civilizado que acerca todas las orillas que son posibles, que no es en las calles donde solucionaremos nuestros problemas sino a través de un diálogo transparente y constructivo que revisa permanentemente las estrategias de reclamo. Ni la moderación en las demandas, ni la magnanimidad en el ejercicio del poder, son signos de debilidad.A los colombianos, en la búsqueda de la paz, muchos hechos nos han dejado perplejos, pero no estamos desesperados ni desesperanzados. Por ello, siempre será necesario precisar que la firma de un acuerdo para poner fin a un conflicto armado siempre será una condición necesaria, más no suficiente. Ante las mesas de diálogo para la paz con distintos actores, se deben abrir muchas otras mesas locales, municipales y regionales, para hacer las paces territoriales, resolviendo creativamente los conflictos.Vamos a tener presente, en esta Semana por la Paz, que Colombia, en esta hora, no va a crecer por los buenos negocios de su economía, sino por la madurez que tenga su capacidad para dialogar y su habilidad para gestar consensos que se traduzcan en políticas que orienten un proyecto común nación.Nosotros sabemos que Dios es fiel y no abandona a sus hijos. La esperanza en la que creemos los colombianos es aquella que se funda en el amor gratuito de Dios. Justo, desde aquí, creemos que el diálogo, que celebra la cultura del encuentro, es nuestra gran oportunidad.Pbro. Rafael Castillo TorresDirector del Secretariado Nacional de Pastoral Social / Cáritas Colombiana
Jue 16 Mayo 2024
Defensa de los líderes sociales en Colombia: un compromiso ecuménico e interreligioso
Por Carlos Daniel Franco Ramírez - Históricamente, religiones e iglesias han debatido sobre doctrinas y dogmas, creando divisiones y diferencias que las separan. Sin embargo, el momento actual requiere dejar de lado esas diferencias y unir fuerzas en la defensa de la vida y la justicia social. Como actores y promotores de la vida en la construcción del tejido social en el país, en el contexto del diálogo ecuménico e interreligioso, la defensa de los líderes sociales en Colombia se convierte en un punto de encuentro y una oportunidad para favorecer la unidad.Líderes sociales en ColombiaNumerosos líderes sociales de diversas comunidades, tanto hombres como mujeres, enfrentan amenazas, silenciamiento y, en última instancia, se convierten en víctimas de asesinato. Estos líderes asumen compromisos concretos en sus comunidades y territorios, trabajando en pro de la justicia, la paz, el medio ambiente y la defensa de los derechos colectivos. El Instituto de Estudios para el Desarrollo y la Paz (INDEPAZ) ha actualizado su registro de víctimas de líderes sociales, el cual asciende a 1729 personas - aunque se presume que la cifra real es mayor -, entre el 24 de noviembre de 2016 hasta el informe del 14 de mayo del presente año.Es importante recordar que el asesinato de líderes sociales se ha intensificado en Colombia desde la firma del acuerdo de paz entre el Gobierno y las extintas Farc en 2016. Las cifras son elocuentes: 21 casos en 2016, 207 en 2017, 298 en 2018, 279 en 2019, 310 en 2020, 171 en 2021, 189 en 2022, 188 en 2023 y 66 hasta la fecha. Se observa, entonces, que aunque los homicidios han disminuido, lamentablemente aún persisten; muchos de estos casos quedan impunes y, tristemente, en la indiferencia de la mayoría de la población. En vista de estas cifras alarmantes y esta cruel realidad, desde el diálogo ecuménico e interreligioso surge de manera imperante la necesidad de ofrecer una reflexión sobre el asesinato de los líderes sociales en Colombia, con el propósito contribuir a la construcción del bien común y a la defensa de sus vidas.Compromiso ecuménico e interreligiosoEl ecumenismo es una invitación a todos los cristianos para construir el reino de Dios, y exige la participación comprometida de cada uno para colaborar en orden al bien común. Desde este contexto del diálogo ecuménico, todos los cristianos podemos interpretar la muerte de los líderes sociales desde la recuperación de la memoria del Jesús histórico y las causas de su muerte, derivadas de su compromiso social y su ministerio profético.Esta perspectiva demanda que todos los cristianos tomen conciencia de la vida y obra de Jesús, asuman los desafíos del compromiso evangélico y encarnen su mensaje en la realidad histórica actual; en otras palabras, quien hoy no se compromete, dista del cristianismo de Jesús. La fe en Cristo debe trascender los límites personales y abarcar dimensiones más amplias para contribuir al bienestar de todos.Desde esta óptica, el compromiso social y el diálogo ecuménico se convierte en un pilar fundamental del cristianismo, intrínseco en la vivencia y manifestación de la fe. “En nombre de Cristo se adopta conjuntamente posiciones de solidaridad al servicio de la humanidad; así se enfrentan problemas de justicia, libertad, paz, y se atiende mejor a los pobres, marginados y a los indefensos.”Sin embargo, este esfuerzo no se limita al diálogo entre cristianos, sino que involucra a todas las personas, independientemente de sus convicciones religiosas, incluso aquellas que no son cristianas. Todos debemos responder al llamado de enfrentar el asesinato de los líderes sociales mediante la promoción de un diálogo interreligioso que también inspire un compromiso social para abordar esta realidad y contribuir colectivamente a la construcción de una mejor sociedad. Este llamado trasciende barreras religiosas, se convierte en un terreno compartido y es claro para todos: un mayor compromiso social, así como el apoyo y defensa de aquellos que sí se comprometen socialmente.Por tanto, el diálogo interreligioso, como bien lo asegura el papa Francisco, “antes incluso de ser una discusión sobre los grandes temas de la fe, es una conversación sobre la vida humana.” Este diálogo se presenta como el espacio propicio para asumir responsabilidades comunes frente a la problemática de nuestro país, la cual nos apremia y nos interpela profundamente.ConclusiónEn definitiva, los seres humanos, independientemente de la religión que profesen, cuentan con elementos suficientes para ejercer un liderazgo fundamentado en los valores de la fraternidad/sororidad universal, desde su vocación, profesión y ocupación, en su ámbito laboral, académico, sociocultural, parroquial, en diversos movimientos y asociaciones en los cuales participa.Para que esta aspiración no quede reducida a una mera utopía, es fundamental que todos reconozcan la importancia de los líderes sociales y apoyen su lucha. No se puede ser indiferente ante el esfuerzo y el sufrimiento de estos compatriotas que luchan por la reconstrucción del bienestar social en sus respectivos territorios; de esta manera, cada persona está llamada a contribuir de alguna manera a la labor de estos líderes que desempeñan un papel crucial en el país.Resulta crucial visibilizar esta realidad, respaldarlos y acompañarlos en su encomienda. Es de vital importancia emplear esfuerzos para que se sigan denunciando los ataques contra ellos, fomentar la educación en la creación de una conciencia colectiva, y la sensibilización desde estos ambientes religiosos en torno a la importancia del liderazgo social y su impacto en la construcción de sociedades más equitativas y justas. Esto implica promover formación y enseñanzas que reconozcan la labor y el valor de quienes se alzan como voces de cambio y justicia en nuestra sociedad.En resumen, la fuerza transformadora de los líderes sociales es un llamado a la acción para cada individuo, independientemente de sus creencias o afiliaciones. Contribuir al respaldo y protección de estos líderes es un paso significativo hacia la realización de sociedades más fraternas, más justas, más presencia del reino de Dios anunciado por Jesús en el aquí y ahora de nuestra historia.Carlos Daniel Franco Ramírez, C.Ss.R.Seminarista Redentorista
Mié 15 Mayo 2024
El Espíritu Santo: un faro de esperanza para nuestros pueblos
Por Pbro. Gerardo Andrés Guayacán Cruz - En Pentecostés celebramos la venida del Espíritu Santo dado a los apóstoles y luego a toda la Iglesia, cincuenta días después de la Resurrección del Señor. Con este acontecimiento Dios infunde valor, sabiduría y fortaleza para proclamar el Evangelio por todo el mundo.El Espíritu Santo nunca abandona su obra, Él está presente en la creación, para que el hombre busque la renovación interior a través de la oración, la adoración y la intimidad con Dios. El mundo en que vivimos no existe por sí mismo; es obra del Espíritu creador, que pone orden y armonía al mundo.En el contexto de la acción pastoral de la Iglesia en Colombia, Pentecostés tiene un significado personal, profundo y práctico. Significa renovación espiritual, fortaleza para enfrentar desafíos y sabiduría para guiar a los fieles en un entorno diverso y a menudo desafiante. Es el Espíritu Santo quien revitaliza y fortalece las comunidades cristianas, para abordar las necesidades sociales, económicas y espirituales de nuestros pueblos.En un país como el nuestro, la Iglesia desempeña un papel importante en la vida de las personas, inspirándoles a permanecer fieles al amor de Dios, aun en las pruebas difíciles, sin perder nunca la esperanza.Pentecostés impulsa a la Iglesia a trabajar por la justicia social, la paz y la reconciliación en una nación que ha experimentado conflictos prolongados. Enfrentar los problemas sociales en nuestros territorios puede ser desafiante y agotador. El Santo Espíritu de Dios puede proporcionar fortaleza espiritual y perseverancia a los que trabajan por la justicia, permitiéndoles seguir adelante incluso en la adversidad.Muchas personas se ven afectadas por los problemas sociales de manera directa o indirecta, lo que puede generar sufrimiento y desesperanza. En este panorama, solo el Señor puede consolar y lo hace a través de su Espíritu, recordándonos el amor infinito incluso en los momentos más oscuros. Es la esperanza en el amor de Dios que nos recuerda el Papa Francisco: “La esperanza efectivamente nace del amor y se funda en el amor que brota del Corazón de Jesús traspasado en la cruz”. [Bula de Convocación del Jubileo Ordinario del Año 2025. n°3].La acción del Espíritu Santo es fundamental para la vida y la misión de la Iglesia. A través de su influencia y poder, Él capacita a los líderes y fieles para enfrentar los desafíos sociales y llevar el amor de Dios a quienes más lo necesitan.En un contexto marcado por la pobreza, la violencia, la desigualdad y otros problemas que aquejan a nuestras familias, la presencia del Espíritu Santo es fuente de Luz. Es Él, quien inspira a la Iglesia a ser una fuerza transformadora en la sociedad, trabajando incansablemente por el bien común y el Reino de Dios. En última instancia, la presencia soberana del Espíritu Santo en Colombia es un recordatorio del amor incondicional de Dios y su deseo de restaurar y renovar todas las cosas en sí mismo.Es la Iglesia quien responde a la llamada del Espíritu Santo y se convierte en un faro de esperanza y transformación en medio de la oscuridad, llevando la luz del Evangelio a los más pobres y construyendo un camino hacia un futuro más justo y pacífico para todos.A medida que la Iglesia abraza plenamente el camino de Pentecostés, se convierte en un testimonio vivo del amor de Dios en el mundo, manifestando la unidad y proclamando la buena nueva de Jesús Resucitado a toda la creación.Pbro. Gerardo Andrés Guayacán CruzSacerdote de la Diócesis de Duitama-Sogamoso