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Arquidiócesis sinodal y misionera
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Por Mons. Luis Fernando Rodríguez Velásquez - El pasado 29 de octubre culminó en el Vaticano la primera sesión del Sínodo ordinario sobre la sinodalidad. La segunda sesión se realizará en octubre de 2024. Ha sido un tiempo maravilloso durante el cual el Papa, con los miembros de la asamblea sinodal, han hecho el ejercicio de orar, de dialogar, de escucharse y de proponer, dejando espacio a la acción del Espíritu Santo que, seguramente, marcó las líneas diciéndoles a ellos y a nosotros lo que quiere para la Iglesia de hoy y de mañana.
PRIMERO: Los tiempos de la Iglesia y del mundo no son fáciles. Los retos siguen siendo enormes. La llamada de la Iglesia a caminar juntos, sinodalmente, daría la impresión que no ha sido entendida ni valorada. Es una llamada que va más allá de lo religioso, para que la humanidad comprenda que el único camino de avanzar, de crecer y de superar los problemas es caminar juntos, aún en medio de la diferencia.
Las noticias de las acciones bélicas entre diversos pueblos del mundo, y en nuestros territorios, no solo nos llenan de dolor, sino que nos deben llenar de vergüenza, pues cómo es posible entender, que en un mundo donde el desarrollo científico, industrial social y de la conciencia de los derechos y la dignidad de los seres humanos son tan evidentes, nos podamos ver sumidos en una hecatombe de estas dimensiones. Es como decir que el ser humano no aprende las lecciones de vida, con guerras por doquier, guerras que solo dejan a su paso destrucción, muerte y desolación.
Es una pena que deba iniciar este editorial haciendo referencia a lo que desde mediados del pasado mes de octubre se está viviendo en el medio oriente, con la guerra entre el grupo Hamás e Israel, y el continuar de la guerra entre Rusia y Ucrania, entre otros. En palabras del Papa Francisco, estamos sumidos en una guerra mundial fraccionada.
Es nuestro deber orar. No nos podemos cansar de hacerlo. Como arzobispo los exhorto para en todo momento, en los templos y las casas, se hagan oraciones y súplicas al Señor, para que nos regale la paz que tanto necesitamos.
Pero en medio de estas realidades, que tocan también a nuestro país, que acaba de celebrar comicios lectorales regionales, también está el llamado para que los nuevos gobernantes (gobernadores, alcaldes, miembros de las asambleas departamentales y concejos municipales y los ediles) acojan este mensaje de unidad, que sean valientes para trabajar y caminar juntos en favor de las comunidades a las que están llamados a servir y sean artesanos de la paz.
SEGUNDO: Nuestra Arquidiócesis está de fiesta. Después de varios años de arduo trabajo se ha podido concluir una primera etapa de las asambleas sinodales. En ellas, cientos de fieles, en la parroquias y grupos de clérigos, religiosos, religiosas, movimientos apostólicos, familias y jóvenes, se pusieron a la escucha de lo que el Espíritu Santo nos estaba diciendo, para discernir acerca de nuestra historia eclesial, y vislumbrar los planes y acciones pastorales que animen la Iglesia que peregrina en la Arquidiócesis de Cali. Sea esta la oportunidad para agradecerles a todos. Estoy seguro que sus aportes harán más fructífera la misión de nuestra Iglesia.
Para recoger estos trabajos y socializarlos, tendremos el sábado 11 de noviembre, en el Coliseo del Pueblo, la Gran Asamblea Sinodal Arquidiocesana. Allí, en ambiente de oración, testimonio y fiesta, daremos a conocer los resultados y algunas de las conclusiones de las asambleas pastorales parroquiales. Que nadie se sienta excluido de esta fiesta eclesial. A todos los invito.
Nos acompañará el Nuncio Apostólico en Colombia, monseñor Paolo Rudelli, quien viene a Cali en su calidad de Legado pontificio, para imponerme también el palio Arzobispal y así concluir, por así decirlo, el protocolo del inicio de mi servicio como arzobispo de Cali, que comencé oficialmente el 8 de diciembre de 2022.
El palio, hecho de lana virgen, que es bendecido por el Papa y se coloca en la tumba del apóstol Pedro, es entregado solo por el Papa o por quien él delegue, pues es un signo con el que se fortalece la comunión del arzobispo con el Sucesor de Pedro, y se carga simbólicamente sobre los hombros, la responsabilidad de buscar y cuidar las ovejas, en la caridad, por la senda de la cruz liberadora de Cristo.
Los invito pues para que nos acompañen en esta celebración y con el Nuncio Apostólico que representa en nuestra casa al Papa, asumamos el compromiso de trabajar y caminar juntos en la Arquidiócesis. En ella somos llamados a ser discípulos misioneros.
+Luis Fernando Rodríguez Velásquez
Arzobispo de Cali
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Camino irrenunciable hacia la paz
Por Mons. Luis Fernando Rodríguez Velásquez - El mes de septiembre está dedicado, en lo litúrgico, con ocasión de la memoria de San Jerónimo (30 de septiembre), a reflexionar en la importancia y valor de la Sagrada Escritura en la vida de los creyentes; y en lo social, con ocasión de la memoria de San Pedro Claver (9 de septiembre), a reflexionar sobre los derechos humanos y la paz.En el 2017, tuvimos los colombianos la inolvidable visita del Papa Francisco, pero pienso que es necesario, de vez en cuando, retomar sus mensajes que no pasan de moda, como ninguno de los mensajes de San Pablo VI y San Juan Pablo II que también nos visitaron en 1968 y 1986, respectivamente.En su visita a Cartagena de Indias, el tema fue precisamente el que se nos propone para este mes de septiembre, «Dignidad de la persona y derechos humanos». Demos espacio al Papa Francisco en este editorial a sus palabras, que espero resuenen con la fuerza transformadora de los corazones, las mentes y las acciones de todos, para que realmente tomemos conciencia de la necesidad de trabajar juntos por alcanzar la paz que parece tan esquiva.“Aquí, en el Santuario de San Pedro Claver, donde de modo continuo y sistemático se da el encuentro, la reflexión y el seguimiento del avance y vigencia de los derechos humanos en Colombia, hoy la Palabra de Dios nos habla de perdón, corrección, comunidad y oración.Porque Colombia hace décadas que a tientas busca la paz y, como enseña Jesús, no ha sido suficiente que dos partes se acercaran, dialogaran; ha sido necesario que se incorporaran muchos más actores a este diálogo reparador de los pecados. «Si no te escucha [tu hermano], busca una o dos personas más» (Mt 18,15), nos dice el Señor en el Evangelio.Hemos aprendido que estos caminos de pacificación, de primacía de la razón sobre la venganza, de delicada armonía entre la política y el derecho, no pueden obviar los procesos de la gente. No se alcanza (la paz) con el diseño de marcos normativos y arreglos institucionales entre grupos políticos o económicos de buena voluntad. Jesús encuentra la solución al daño realizado en el encuentro personal entre las partes. Además, siempre es rico incorporar en nuestros procesos de paz la experiencia de sectores que, en muchas ocasiones, han sido invisibilizados, para que sean precisamente las comunidades quienes coloreen los procesos de memoria colectiva. «El autor principal, el sujeto histórico de este proceso, es la gente y su cultura, no es una clase, una fracción, un grupo, una élite —toda la gente y su cultura—. No necesitamos un proyecto de unos pocos para unos pocos, o una minoría ilustrada o testimonial que se apropie de un sentimiento colectivo. Se trata de un acuerdo para vivir juntos, de un pacto social y cultural» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 239).Las heridas hondas de la historia precisan necesariamente de instancias donde se haga justicia, se dé posibilidad a las víctimas de conocer la verdad, el daño sea convenientemente reparado y haya acciones claras para evitar que se repitan esos crímenes. Pero eso sólo nos deja en la puerta de las exigencias cristianas. A nosotros cristianos se nos exige generar «desde abajo», generar un cambio cultural: a la cultura de la muerte, de la violencia, responder con la cultura de la vida y del encuentro. Nos lo decía ya ese escritor tan de ustedes y tan de todos: «Este desastre cultural no se remedia ni con plomo ni con plata, sino con una educación para la paz, construida con amor sobre los escombros de un país enardecido donde nos levantamos temprano para seguirnos matándonos los unos a los otros... una legítima revolución de paz que canalice hacia la vida la inmensa energía creadora que durante casi dos siglos hemos usado para destruirnos y que reivindique y enaltezca el predominio de la imaginación» (Gabriel García Márquez, Mensaje sobre la paz, 1998).¿Cuánto hemos accionado en favor del encuentro, de la paz? ¿Cuánto hemos omitido, permitiendo que la barbarie se hiciera carne en la vida de nuestro pueblo? Jesús nos manda a confrontarnos con esos modos de conducta, esos estilos de vida que dañan el cuerpo social, que destruyen la comunidad. ¡Cuántas veces se «normalizan» —se viven como normales— procesos de violencia, exclusión social, sin que nuestra voz se alce y nuestras manos acusen proféticamente! Al lado de san Pedro Claver había millares de cristianos, consagrados muchos de ellos; pero sólo un puñado inició una corriente contracultural de encuentro. San Pedro supo restaurar la dignidad y la esperanza de centenares de millares de negros y de esclavos que llegaban en condiciones absolutamente inhumanas, llenos de pavor, con todas sus esperanzas perdidas. No poseía títulos académicos de renombre; más aún, se llegó a afirmar que era «mediocre» de ingenio, pero tuvo el «genio» de vivir cabalmente el Evangelio, de encontrarse con quienes otros consideraban sólo un deshecho. Siglos más tarde, la huella de este misionero y apóstol de la Compañía de Jesús fue seguida por santa María Bernarda Bütler, que dedicó su vida al servicio de pobres y marginados en esta misma ciudad de Cartagena.En el encuentro entre nosotros redescubrimos nuestros derechos, recreamos la vida para que vuelva a ser auténticamente humana. «La casa común de todos los hombres debe continuar levantándose sobre una recta comprensión de la fraternidad universal y sobre el respeto de la sacralidad de cada vida humana, de cada hombre y de cada mujer; de los pobres, de los ancianos, de los niños, de los enfermos, de los no nacidos, de los desocupados, de los abandonados, de los que se juzgan descartables porque no se los considera más que números de una u otra estadística. La casa común de todos los hombres debe también edificarse sobre la comprensión de una cierta sacralidad de la naturaleza creada» (Discurso a las Naciones Unidas, 25 septiembre 2015).Finalmente, Jesús nos pide que recemos juntos; que nuestra oración sea sinfónica, con matices personales, diversas acentuaciones, pero que alce de modo conjunto un mismo clamor. Estoy seguro de que hoy rezamos juntos por el rescate de aquellos que estuvieron errados y no por su destrucción, por la justicia y no la venganza, por la reparación en la verdad y no el olvido. Rezamos para cumplir con el lema de esta visita: «¡Demos el primer paso!», y que este primer paso sea en una dirección común”. Demos el paso sin miedo por la paz.+Luis Fernando Rodríguez VelásquezArzobispo de Cali
Mar 20 Ago 2024
Caminar con Jesucristo en el anuncio del Evangelio
Por Mons. José Libardo Garcés Monsalve - En el desarrollo del Proceso de Evangelización de la Diócesis de Cúcuta, este mes de agosto lo dedicamos a la fiesta diocesana, para hacer memoria de los Obispos, sacerdotes, religiosos, religiosas, seminaristas, agentes de pastoral y fieles, que han hecho historia de salvación caminando desde Cristo en el anuncio del Evangelio, comprometidos por llevar la Palabra de Dios a todos los confines de la Diócesis, cumpliendo con el mandato misionero que el Señor nos ha dejado: “Vayan y hagan discípulos a todos los pueblos y bautícenlos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a poner por obra todo lo que les he mandado. Y sepan que yo estoy con ustedes todos los días hasta el final de los tiempos” (Mt 28, 19-20).La certeza que nos da Jesús de estar con nosotros todos los días hasta el final de los tiempos, ha acompañado a la Iglesia durante más de dos milenios, y a nuestra Diócesis durante 68 años de trabajo evangelizador y se ha avivado ahora en nuestros corazones con el compromiso misionero de todos los evangelizadores, quienes, ahora estamos al frente de esta misión que realizamos en el nombre del Señor.La fuerza inspiradora para seguir en salida misionera predicando el Evangelio la recibimos del mismo Jesucristo, con quien queremos tener un encuentro personal, para salir a anunciar aquello que hemos visto y oído y lo experimentamos en nuestra vida transformada por la gracia de Dios, conscientes que el Evangelio es la propuesta del Señor, que está con nosotros cada día de nuestra vida en el esfuerzode traer al redil a las ovejas que se encuentran perdidas. Para esto tenemos que renovar el corazón, porque el programa ya está en la persona de Jesucristo. Así nos lo enseña san Juan Pablo II: “No se trata, pues, de inventar un nuevo programa. El programa ya existe. Es el de siempre, recogido por el Evangelio y la Tradición viva. Se centra, en definitiva, en Cristo mismo, al que hay que conocer, amar e imitar, para vivir en Él la vida trinitaria y transformar con Él la historia hasta su perfeccionamiento en la Jerusalén celeste” (Novo Millennio Ineunte 29).Todos los evangelizadores tenemos la tarea de centrar nuestra vida en Jesucristo y caminar con Él en las personas más pobres, necesitadas y alejadas. Se hace necesario el anuncio del Evangelio en la vida diaria, persona a persona, en medio de la informalidad del diario vivir, así lo propone el Papa Francisco cuando nos dice: “Hoy que la Iglesia quiere vivir una profunda renovación misionera, hay una forma de predicación que nos compete a todos como tarea cotidiana. Se trata de llevar el Evangelio a las personas que cada uno trata, tanto a los más cercanos como a los desconocidos. Es la predicación informal que se puede realizar en medio de una conversación y también es la que realiza un misionero cuando visita un hogar. Ser discípulo es tener la disposición permanente de llevar a otros el amor de Jesús y eso se produce espontáneamente en cualquier lugar: en la calle, la plaza, el trabajo, o en un camino” (Evangelii Gaudium 127).Al celebrar la fiesta diocesana a lo largo de este mes, se trata de fortalecer en cada uno el compromiso misionero, que comienza en su ambiente familiar y luego pasa a otros escenarios de la vida diaria, pero también nos comprometemos con el estado permanente de misión que estamos viviendo en los sectores de cada una de las parroquias, visitando constantemente a los iniciados en la fe, con el fin de darles a todos el contenido fundamental de la evangelización como nos lo enseña el Papa Francisco: “En la evangelización se trata de recordar siempre el anuncio fundamental: el amor personal de Dios que se hizo hombre, se entregó por nosotros y está vivo ofreciendo su salvación y su amistad. Es el anuncio que se comparte con una actitud humilde y testimonial de quien siempre sabe aprender” (EG 127).El anuncio fundamental de la evangelización tenemos que profundizarlo cada día en la oración contemplativa, de rodillas frente al Santísimo Sacramento, mirando y contemplando el Crucificado. Sin la oración el trabajo que se realiza se convierte en acción social y activismo desgastante. Con el poder de la oración nuestro quehacer pastoral es anuncio de Jesucristo. El Papa Francisco así lo insiste en su magisterio cuando afirma: “Evangelizadores con Espíritu quiere decir evangelizadores que oran y trabajan. Desde el punto de vista de la evangelización, no sirven las propuestas místicas sin un fuerte compromiso social y misionero, ni los discursos y praxis sociales y pastorales sin una espiritualidad que transforme el corazón. Sin momentos detenidos de adoración, de encuentro orante con la Palabra, de diálogo sincero con el Señor, las tareas fácilmente se vacían de sentido, nos debilitamos por el cansancio y las dificultades, y el fervor se apaga” (EG 262).Como bautizados seguimos comprometidos en la Diócesis de Cúcuta con la iniciación cristiana de muchos bautizados para fortalecerlos en la fe, esperanza y caridad y hacerlos discípulos del Señor y misioneros en la Iglesia, para gloria de Dios y salvación nuestra y de nuestros hermanos; que lleguemos a decir juntos: Tú eres el Cristo, condúcenos al Padre. Que la Santísima Virgen María y el Glorioso Patriarca San José, alcancen del Señor todas las gracias y bendiciones necesarias, para vivir la misión evangelizadora en nuestra Iglesia Particular en salida misionera, caminando con Cristo en el anuncio del Evangelio.+José Libardo Garcés Monsalve Obispo de Cúcuta
Mar 6 Ago 2024
“El sacerdocio es el amor del corazón de Jesús” (Santo Cura de Ars)
Por Mons. José Libardo Garcés Monsalve - El mes de agosto está marcado desde sus comienzos para hacer una reflexión en torno al sacerdocio ministerial, con motivo del recuerdo que hacemos del Santo Cura de Ars, patrono de los párrocos y de los sacerdotes. Un sacerdote en quien sus palabras, sus gestos, su estilo de vida, todo su ser, lleva el testimonio de Cristo al corazón de la Iglesia y a todo el pueblo de Dios.San Juan María Vianney nació en una familia de campesinos profundamente cristiana, creció en un hogar donde reinaban la unidad y la caridad hacia el pobre, donde se vivía la fe, aún en medio de las dificultades por la oposición hacia la fe cristiana. En Francia llega el momento en que pasa la tormenta que obstaculizaba el anuncio del Evangelio y se pudo retomar la vida eclesial. Las cuatro décadas del ministerio del Santo Cura de Ars, fueron tiempos de nueva evangelización y de reconstrucción del corazón de muchas personas y familias que volvieron a Dios.Con motivo de esta memoria que hacemos en este mes del Santo Cura de Ars, volvemos la mirada y la reflexión sobre el ministerio pastoral de los sacerdotes, teniendo en mente la llamada del Papa Francisco a una conversión pastoral: “Espero que todas las comunidades procuren poner los medios necesarios para avanzar en el camino de una conversión pastoral y misionera, que no puede dejar las cosas como están. Ya no nos sirve una ‘simple administración’. Constituyámonos en todas las regiones de la tierra en un ‘estado permanente de misión’” (Evangelii Gaudium 25).Hoy vivimos el ministerio sacerdotal en medio de dificultades y obstáculos, como los que afrontó el Santo Cura de Ars, quien supo atraer a muchos hacia Dios en la práctica constante del Sacramento de la confesión, que fue su método pastoral más eficaz, junto con una oración profundamente contemplativa por su pueblo y la Eucaristía celebrada cada día para recibir la fortaleza, para afrontar su tarea evangelizadora con alegría, en medio de las dificultades que afrontaba diariamente.Con el Sacramento de la Confesión que administró con constancia, anunció el Evangelio de la misericordia de manera nueva y renovada, recuperando en los fieles el deseo de acudir al Señor a pedir perdón cada vez que el pecado y el mal invaden la vida y el corazón de los creyentes. El Santo Cura de Ars con su modo de atender a los fieles en confesión dejó plasmada la certeza del perdón de Dios sin límites para quien se acerca arrepentido. El Papa Francisco así nos lo enseña cuando afirma: “Dios no se cansa nunca de perdonar, somos nosotros los que nos cansamos de acudir a su misericordia. Aquel que nos invitó a perdonar setenta veces siete (Mt 18, 22) nos da ejemplo: Él perdona setenta veces siete. Nos vuelve a cargar sobre sus hombros una y otra vez. Nadie podrá quitarnos la dignidad que nos otorga este amor infinito e inquebrantable” (EG 3).Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote ha instituido el sacerdocio ministerial para hacerse presente en la Eucaristía y alimentar al pueblo de Dios con su cuerpo y con su sangre y también para reconciliar a toda la humanidad con el Padre misericordioso, mediante el Sacramento de la Confesión. El Santo Cura de Ars, meditando sobre el ministerio sacerdotal nos dice que: “El sacerdocio es el amor del corazón de Jesús”, es una frase que define lo esencial de la misión y santidad del sacerdote, que convertida en oración contemplativa nos invita a reconocer con gratitud a Dios el don tan grande que representan los sacerdotes, para la Iglesia y para las comunidades parroquiales, quienes recibiendo el llamado del Señor y dando una respuesta generosa a su plan de salvación, cada día repiten las palabras y los gestos de nuestro Señor Jesucristo para que pastores y fieles tengan el pan de la Palabra y de la Eucaristía que es el camino a la vida eterna.Un sacerdote al estilo de Jesús, a ejemplo del Santo Cura de Ars, animador de una comunidad parroquial es capaz de renovar y convertir una parroquia, en una comunidad de discípulos misioneros al servicio del Evangelio. Así lo expresa Aparecida cuando afirma: “La renovación de la parroquia exige actitudes nuevas en los párrocos y en los sacerdotes que están al servicio de ella. La primera exigencia es que el Párroco sea un auténtico discípulo de Jesucristo, porque sólo un sacerdote enamorado del Señor puede renovar una parroquia. Pero, al mismo tiempo, debe ser un ardoroso misionero que vive el constante anhelo de buscar a los alejados y no se contenta con la simple administración” (Documento de Aparecida 201).Que la intercesión del Santo Cura de Ars, de la Santísima Virgen María y del Glorioso Patriarca San José, alcancen del Señor muchas bendiciones y gracias que ayuden a todos los sacerdotes a vivir en fidelidad a Cristo y a la Iglesia y a todos los fieles, a seguir unidos en oración y colaboración con sus sacerdotes en las comunidades parroquiales, para que juntos podamos hacer profesión de fe, diciendo: Tú eres el Cristo, condúcenos al Padre y vayamos en salida misionera a iniciar nuevos cristianos y reiniciar a los que se han alejado, mediante el proceso evangelizador que nos invita al encuentro con Jesucristo. +José Libardo Garcés Monsalve Obispo de Cúcuta
Mar 6 Ago 2024
La parroquia en una Iglesia sinodal
Por Mons. Luis Fernando Rodríguez Velásquez - El 23 de agosto de 2024 se celebra la fiesta litúrgica de Santa Rosa Lima. En la arquidiócesis de Cali contamos con la parroquia dedicada a esta venerable santa latinoamericana, erigida como parroquia por Mons. Heladio Posidio Perlaza Ramírez, el 19 de abril de 1924. Esto quiere decir que este año estamos celebrando el 100º aniversario de su creación.Con ocasión de tan importante aniversario, la Penitenciaría Apostólica, en nombre del Papa Francisco, ha otorgado el privilegio de obtener la indulgencia plenaria a las personas que cumplan los requisitos de la confesión, la oración por el Papa, la profesión de fe y la comunión, unido a obras de misericordia, y visiten personalmente este hermoso templo en el centro de Cali.Aprovechando el centenario de esta parroquia, he considerado oportuno proponer unas reflexiones entorno de la parroquia y los retos tiene en los tiempos actuales.El Documento de Aparecida, fruto de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, realizada en la ciudad de Aparecida, Brasil, en mayo del 2007, abordó el tema de la parroquia. Aquí resalto los dos siguientes números, que describen el ser de la parroquia y a la vez la dimensión sinodal que hemos querido implementar en nuestra Arquidiócesis.“170. Entre las comunidades eclesiales, en las que viven y se forman los discípulos misioneros de Jesucristo, sobresalen las Parroquias. Ellas son células vivas de la Iglesia y el lugar privilegiado en el que la mayoría de los fieles tienen una experiencia concreta de Cristo y la comunión eclesial. Están llamadas a ser casas y escuelas de comunión.Uno de los anhelos más grandes que se ha expresado en las Iglesias de América Latina y El Caribe, es el de una valiente acción renovadora de las Parroquias a fin de que sean de verdad espacios de la iniciación cristiana, de la educación y celebración de la fe, abiertas a la diversidad de carismas, servicios y ministerios, organizadas de modo comunitario y responsable, integradoras de movimientos de apostolado ya existentes, atentas a la diversidad cultural de sus habitantes, abiertas a los proyectos pastorales y supra parroquiales y a las realidades circundantes.172. La renovación de las parroquias, al inicio del tercer milenio, exige reformular sus estructuras, para que sea una red de comunidades y grupos, capaces de articularse logrando que sus miembros se sientan y sean realmente discípulos y misioneros de Jesucristo en comunión. Desde la parroquia, hay que anunciar lo que Jesucristo “hizo y enseñó” (Hch. 1, 1) mientras estuvo con nosotros. Su Persona y su obra son la buena noticia de salvación anunciada por los ministros y testigos de la Palabra que el Espíritu suscita e inspira”.Sin duda que las parroquias son estructuras que no pasan de moda, y serán en todo momento referentes espirituales con profundas implicaciones sociales. Pero no sobra, a manera de evaluación, que nos hagamos varias preguntas:¿El modelo de una parroquia creada hace cien años, por ejemplo, podrá seguir vigente en los tiempos actuales?¿Será que la afirmación, “porque siempre se ha hecho así”, será valida en los tiempos que vivimos?¿Qué papel juegan en las parroquias los fieles laicos, con sus dones y carismas?¿Por qué puede darse la impresión de que los movimientos apostólicos e iniciativas pastorales recientes captan más fieles que las parroquias? ¿Qué ofrecen ellos que los fieles no encuentran en las parroquias?¿Qué planes de pastoral tienen las parroquias para que el anuncio de Cristo, que debe ser el centro de su acción, llegue a todos?En situaciones de recrudecimiento de la violencia, la pobreza y la inequidad, ¿qué deben hacer parroquias para ser pertinentes y a la vez ser centros de comunión y de reconciliación comunitaria?¿Cuál es la dimensión misionera de las parroquias, o serán parroquias de sostenimiento?¿Cómo hacer para que haya un sano equilibrio entre las dimensiones pastoral y administrativa?Y, finalmente, ¿cómo acoger la invitación reiterada que hace el Papa para que nuestras parroquias sean parroquias sinodales?Una cosa es cierta, las parroquias son sinodales o no lo serán. Los Obispos colombianos hemos reflexionado en varias ocasiones sobre este tema y en la asamblea de febrero de 2023 abordamos el tema “organismos diocesanos y parroquiales de participación sinodal” donde se resaltan el Consejo de pastoral (cc. 536 del Código de Derecho Canónico) y el Consejo de asuntos económicos (c. 537).Estos son organismos pensados como ayuda al párroco en el ejercicio del ministerio parroquial, y la participación amplia de los fieles, religiosos y religiosas, en la acción pastoral que se lleva a cabo.Cuando los párrocos logran conformar estos equipos de trabajo, sin duda que la misión se facilita, se hace más ligera y también se amplía a límites no pensados, pues surgen aportes creativos, iluminados por el Espíritu Santo, que permiten que la parroquias puedan responder a los enormes desafíos de los tiempos actuales entre los cuales vale la pena destacar: la pérdida de fe, el secularismo, el relativismo ético y moral, las crisis institucionales que se anidan en las mentes de muchos, la crisis de valores, las crisis en las familias y un exacerbado subjetivismo que está llevando a muchos a pensar que no necesitan de Dios, o hacen a un Dios a su medida.Existen también otros factores que deben ser tenidos en cuenta cuando de hablar de la parroquia, de su ser y de su hacer se trata. Simplemente dejo estas reflexiones para que en los distintos grupos se hable de la parroquia que se quiere y se necesita, y más cuando estamos en la recta final de la elaboración de nuestro plan de pastoral arquidiocesano.+Luis Fernando Rodríguez VelásquezArzobispo de Cali