Mié 3 Jun 2020
El misterio trinitario es para vivirlo, pues para eso nos lo reveló Jesús
Primera lectura: Éx 34,4b-6.8-9
Salmo: Dn 3, 52ac.53a+54a.55a+56a (R. 52b)
Segunda lectura: 2Co 13,11-13
Evangelio: Jn 3,16-18
Introducción
Un solo Dios y Tres Divinas Personas, es la profesión de nuestra fe, la que los Apóstoles recogieron de labios de Jesús y transmitieron, la que creyeron desde el primer momento todos los cristianos, la que el Magisterio de la Iglesia ha enseñado desde siempre. El Catecismo de la Iglesia Católica nos orienta:
El misterio de la Santísima Trinidad es el misterio central de la fe y de la vida cristiana. Sólo Dios puede dárnoslo a conocer revelándose como Padre, Hijo y Espíritu Santo. La Encarnación del Hijo de Dios revela que Dios es el Padre eterno, y que el Hijo es consubstancial al Padre, es decir, que es en él y con él el mismo y único Dios. La misión del Espíritu Santo, enviado por el Padre en nombre del Hijo (cf. Jn 14,26) y por el Hijo "de junto al Padre" (Jn 15,26), revela que él es con ellos el mismo Dios único. "Con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria". "El Espíritu Santo procede del Padre en cuanto fuente primera y, por el don eterno de éste al Hijo, del Padre y del Hijo en comunión" (S. Agustín, Trin. 15,26,47). Por la gracia del bautismo "en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo" somos llamados a participar en la vida de la Bienaventurada Trinidad, aquí abajo en la oscuridad de la fe y, después de la muerte, en la luz eterna (cf. Pablo VI, SPF 9). "La fe católica es esta: que veneremos un Dios en la Trinidad y la Trinidad en la unidad, no confundiendo las personas, ni separando las substancias; una es la persona del Padre, otra la del Hijo, otra la del Espíritu Santo; pero del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo una es la divinidad, igual la gloria, coeterna la majestad" (Symbolum "Quicumque"). Las personas divinas, inseparables en su ser, son también inseparables en su obrar. Pero en la única operación divina cada una manifiesta lo que le es propio en la Trinidad, sobre todo en las misiones divinas de la Encarnación del Hijo y del don del Espíritu Santo. (CIC 261 – 267)
Toda la vida sobrenatural del cristiano se orienta a ese conocimiento y trato íntimo con la Trinidad, que viene a ser «el fruto y el fin de nuestra vida». Para este fin hemos sido creados y elevados al orden sobrenatural: para conocer, seguir y amar a Dios Padre, a Dios Hijo y a Dios Espíritu Santo. De estas divinas Personas, el cristiano llega a tener en esta vida «un conocimiento experimental» que, lejos de ser una cosa extraordinaria, está dentro de la vía normal de la santidad.
1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura?
En la Primera lectura se nos muestra el misterio de un Dios compasivo y misericordioso. A pesar de la infidelidad del pueblo de Israel, Dios no lo aparta de su amor. Él lo sigue atrayendo con sus lazos de amor y perdón.
El Salmo es un hermoso himno, cantado por tres jóvenes israelitas, que, pese a la situación dramática de persecución en la que se encontraban, alaban a Dios. Ellos, metidos en el horno ardiente, a causa de la fe, no dudan en cantar, en alegrarse, en alabar. El dolor rudo y violento de la prueba desaparece, parece casi disolverse en presencia de la oración y de la contemplación. Precisamente esta actitud de confiado abandono suscita la intervención divina.
Pablo nos exhorta a vivir en la alegría y en la unidad, teniendo la certeza de que tenemos un Dios cercano, que sale al encuentro del hombre por Cristo, para ofrecerle su amistad, amor y comunión.
Para Juan, lo más importante es recordar que Jesucristo es verdaderamente el Dios Encarnado, el Verbo de Dios que existía junto a Dios desde la Eternidad y nos lleva a la vida eterna. ¿Qué ha hecho Dios por amor? Nos ha dado el regalo más grande que puede ofrecerse; darse a sí mismo, entregarse a la humanidad en la persona de Jesucristo, su Unigénito.
2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad?
La Santísima Trinidad es, sin duda alguna, el mayor Misterio de nuestra fe: un sólo Dios, en tres Personas divinas. Como católicos y como cristianos, estamos obligados a creer esta Revelación que se nos presenta en las Escrituras: un Dios que es Padre, que es Hijo y que es Espíritu Santo. El peligro a que está sometida esta verdad de fe es el verla como un misterio inescrutable. Efectivamente lo es, pero al revelarnos Jesucristo el misterio trinitario del único Dios que es Padre, Hijo y Espíritu Santo, quiso descubrirnos, ante todo, un misterio de vida y no un enigma religioso para que lo descifremos.
Tanto amó Dios al mundo…
Las lecturas de hoy nos llevan a ver la Santísima Trinidad de manera viva y no conceptual, pues se muestra a Dios operando por amor la salvación del hombre. En efecto, esto queda contemplado en la frase que abre la lectura del pasaje del evangelio: «Tanto amó Dios al mundo que (le) entregó a su único Hijo, para que no parezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna» (Jn 3,16). El motivo de la entrega es el amor de Dios al mundo, y la finalidad de ese don personal en Cristo, es la salvación y vida del hombre por la fe. Jesús es, pues, el gran signo o sacramento del amor trinitario a la humanidad, patente en la encarnación, vida, mensaje, pasión, muerte y resurrección.
El Dios revelado por Jesucristo, imagen visible del mismo, aunque trascendente no es un Dios lejano e inaccesible sino próximo al hombre; un Dios que es compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia y lealtad; un Dios que, pese a nuestra infidelidad, permanece siempre fiel. Ese es el Dios de nuestra fe: el Dios Padre de nuestro Señor Jesucristo y Padre nuestro. A partir de la encarnación de Jesús, Hijo del Padre, el Dios cristiano no se puede comprender ni definir sino en referencia a Cristo que es la imagen y revelación siempre actual del Dios uno y Trino.
La entrega de su Hijo al hombre por parte de Dios, como oferta de salvación, es perenne. Es decir, no queda en hecho pasado, sino llega hoy en el acontecer humano de nuestra vida, de nuestro mundo, de nuestra comunidad de fe; especialmente por el anuncio del evangelio y por los sacramentos en los que Dios opera la redención humana.
Del Dios comunidad al hombre en relación…
Dios no es un ser solitario, cerrado en un círculo hermético de un eterno silencio, sino que, por ser trino, es amor y alteridad. En términos psicológicos, se puede intentar explicar el dogma trinitario: El amor del Padre, el «Yo», al comprenderse y reflejarse a sí mismo engendra al «Tú», que es el Hijo; y del amor mutuo de ambos procede el «Nosotros», que es el Espíritu Santo, don y devolución de amor, comunicación y diálogo. Después, como consecuencia y por amor, comunicación y diálogo. Después, como consecuencia y porque la Trinidad ama al hombre que creó, abre y agranda el círculo, admitiéndonos en su órbita divina como hijos por medio de Cristo.
El misterio trinitario es para vivirlo, pues para eso nos lo reveló Jesús. Esa es la manera de entenderlo. Y se vive y se atiende, experimentando y vivenciando en la fe la relación filial con Dios por medio del Espíritu de Cristo que habita en nosotros.
Vida y fe, oración y formación han de combinarse en nuestra existencia cristiana. No puede bastarnos saber cosas sobre Dios y hablar de Él. Hemos de llegar a encontrarnos y conversar con Dios mediante la oración y el diálogo personal. Esa es la vía evangélica que nos mostró Jesús: Primeramente, apertura y escucha de Dios y su Palaba; después respuesta y oración; y seguidamente, amor a nuestros hermanos los hombres porque Dios los ama y se refleja en ellos, especialmente en los más pobres porque son los hijos de Dios nuestro Padre que hace salir el sol cada mañana sobre todos ellos.
La gracia de Jesucristo, el amor del Padre y la comunión del Espíritu Santo…
Esta fórmula trinitaria, probablemente de origen y uso litúrgico en las comunidades apostólicas, atribuye a cada persona de la Trinidad un don o una función, aunque toda esta acción salvadora es común en la Santísima Trinidad: La gracia de Jesucristo, el amor del Padre y la comunión del Espíritu Santo… Ella muestra todo un programa de vida en el amor fraterno. Unión para la alabanza al Dios Uno y Trino en la comunidad de fe, esperanza y amor que nos une en Cristo.
3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo?
La Trinidad se nos revela para que cultivemos esa imagen con la que fuimos formados y sellados. Somos hechos y estamos bautizados a imagen y semejanza de Dios, Uno y Trino. La Santísima Trinidad es una comunidad de amor que nos habla con fuerza sobre la donación, la comunicación y la comunión, las tres dimensiones que constituyen la comunidad perfecta. Supliquemos esta gracia:
• DONACIÓN: Que a ejemplo de Dios Padre que se nos ha dado a su Hijo, de Jesús que dio su vida por rescate nuestro, podamos, guiados por la luz del Santo Espíritu, darnos en servicio a los demás. Que nuestra vida sea un continuo despojo de nosotros mismos y que en ella resplandezca la gracia de Dios Uno y Trino.
• COMUNICACIÓN: Apertura trinitaria, diálogo permanente y sabiduría compartida.
• COMUNIÓN: En la Trinidad las personas no sólo están unidas, sino que son Uno, sin perder su identidad. No sólo se pone en común lo que se tiene o lo que se piensa, sino lo que se ES. Este es el gran deseo que manifestó Jesús para nosotros en la Última Cena: «para que todos sean uno. Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros» (Juan 17, 21).