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Arquitectos y Artesanos de Paz
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Por Pbro. Rafael Castillo Torres - La paz para Colombia es una tarea en permanente construcción que exige lo mejor de las personas, comunidades e instituciones. Hemos dado inicio a esta XXXVII Semana por la Paz con el lema “Uniendo voces, construimos país”. Es un inicio en el que la Iglesia nos ha exhortado a ser arquitectos del diseño original que nos demanda la construcción de la paz, expresada en políticas públicas de Estado que nacen, no solo del ámbito legislativo, sino también de un acuerdo decente en la negociación, que no piensa únicamente en los intereses de las partes, ni el cálculo político de un gobierno de turno, sino en el mayor bien de una nación que anhela la reconciliación.
Los arquitectos, me ha enseñado una amiga, suelen unir la belleza del arte con la técnica. Y ello porque deben diseñar muy bien, construir muy bien y proyectar muy bien, procurando integrar, de manera armónica, la belleza del diseño con el entorno del paisaje y la geografía humana de los espacios urbanos.
Una pregunta que viene bien hacernos es la siguiente: ¿Qué debemos tomar en consideración para colocar la piedra angular que nos exige la arquitectura institucional de la paz? La Conferencia Episcopal de Colombia ha dado cuatro postulados que bien podrían ser los buenos “horcones esquineros” que sostienen el ‘Edificio de la Paz’:
• "Cuidemos y protejamos, en todo momento, la dignidad e integridad de la vida humana: ¡Que pare todo atentado y homicidio!
• Desmontemos el lenguaje polarizante que descalifica al otro y genera odio: ¡Escuchémonos con respeto para llegar a acuerdos!
• Seamos sensibles al sufrimiento de los más pobres y vulnerables que siempre terminan siendo los más afectados: ¡Venzamos la indiferencia!
• Valoremos y conservemos la institucionalidad estatal y social: ¡Que cada persona se sienta realizada en sus más profundos anhelos y las familias encuentren un entorno favorable para el desarrollo humano integral!"
Pero la Iglesia, igualmente, a través de la oración prevista para esta Semana por la Paz, nos invita a ser artesanos y sembradores de paz. De la arquitectura, el cálculo preciso; del sembrador y el artesano un trabajo paciente, realizado en silencio y despacio. Tanto el sembrador como el artesano, mantienen la esperanza y la certeza de que “las cosas buenas requieren tiempo”. Son trabajos hechos a mano y en espera paciente; no programados de forma mecanizada; son lo más lejos de una producción industrial en serie; están por lo general impregnados de estética y creatividad, son originales; nacen de una cultura, de una realidad social; de una visión del mundo y de las personas. Siempre expresan la fuerza de lo simbólico, que une y que encierra la tradición de una cultura como su experiencia de Dios. El hacer las cosas a mano, es lo determinante del producto del artesano; el saber que la mano de Dios acaricia la tierra, es la esperanza del sembrador.
Por ello es importante que, durante esta semana y todo el mes de septiembre, podamos visibilizar los esfuerzos de miles de sembradores y artesanos que allá, en sus territorios, están trabajando diariamente haciendo las paces territoriales con propuestas que dignifican la vida.
Nuestro anhelo, el cual pedimos con fe a Jesús, Príncipe de la Paz, y a su Madre María, Reina de la Paz, es que los valores del Evangelio se traduzcan en actitudes y comportamientos que generen una corriente de pensamiento y de buenos propósitos en la búsqueda de la reconciliación y de la paz. Por ello, tanto en la arquitectura como en la artesanía, es fundamental la alianza con las universidades, la institucionalidad, los empresarios, las comunidades educativas, los sectores sociales, redes sociales, así como con los periodistas y medios de comunicación masivos y comunitarios. Mantengamos la esperanza y la convicción de que sí es posible incidir en la transformación directa de los imaginarios que permiten el surgimiento de la reconciliación y la paz en Colombia.
Pbro. Rafael Castillo Torres
Director del Secretariado Nacional de Pastoral Social / Cáritas Colombiana



La Esperanza Cambia la Vida
Mié 19 Feb 2025

El Jubileo, un Año para Renacer
Mié 19 Feb 2025

Sáb 25 Ene 2025
Para nuestro Padre y Pastor en su tercer aniversario episcopal
Por. P. José Antonio Díaz - Monseñor José Mario Bacci Tresplacios cumple hoy sábado, 25 de enero, su tercer aniversario de Ordenación Episcopal y Posesión canónica de esta Iglesia Particular de Santa Marta. Toda la Diócesis está unida en la oración con Cristo, y agradecidos por estos tres años tan fructíferos al frente de nuestra Diócesis.Nuestro Obispo, al comenzar su camino como pastor de esta Iglesia Particular, eligió el lema Episcopal, que “Cristo sea formado en ustedes”; expresión que resume la espiritualidad eudista y marca un itinerario para la vida pastoral de la Diócesis.San Juan Eudes, se inspiró en el texto de Gal 4,19: “Hijitos míos, por quienes vuelvo a sufrir dolores de parto, hasta que Cristo se forme en vosotros”. El apóstol Pablo, usa el diminutivo afectivo τεχνία (hijitos). Los gálatas necesitaban de nuevo un proceso de incubación. El Apóstol creía que ya podían andar solos, pero observaba ahora con sorpresa que tiene que repetir el gesto maternal, con el que concibió y engendró a la comunidad gálata, con todas las consecuencias dolorosas de la maternidad. Podemos decir, que los gálatas están aún en una situación embrionaria y “Cristo aún no ha sido formado en ellos”. Para Pablo la formación del nuevo pueblo de Dios estaba íntimamente unida con la persona de Cristo. La razón fundamental, es que Cristo y su pueblo forman como un solo bloque, “un solo individuo” (cf. Gal 3,28). A propósito de este texto de la Carta a los Gálatas, San Juan Eudes, afirma: “ser cristiano consiste en formar a Jesús en nosotros de modo que nuestra existencia toda sea continuación y prolongación de la vida de Jesús en nosotros”.En su lema episcopal, Monseñor asume la misión, como Pablo, de formar a Cristo en nosotros. Estoy seguro, que este lema le ha servido a nuestro Obispo de inspiración en los momentos dulces y difíciles de la misión que se le ha confiado. Con todas sus limitaciones, Monseñor José Mario ha intentado pastorear este rebaño al estilo de Jesús, es decir, “vivir como Él”, y ha procurado buscar cada día momentos de intimidad “con Él”, como recomendó el papa Francisco: «La primera tarea del obispo es rezar y no como un loro, ¡no! Rezar con el corazón, rezar. “No tengo tiempo”. ¡No! Deja todas las demás cosas. Rezar es la primera tarea del obispo».Pero el Santo Padre no sólo urge a los Obispos a mantener la cercanía a Dios en la oración, también pide cuidar la cercanía a los hermanos en el episcopado, a los sacerdotes y a su santo pueblo. Por eso, tres años después, estoy seguro, que Monseñor José Mario continúa renovando en su ministerio el mismo lema, que “Cristo sea formado en ustedes”.En este breve tiempo de la presencia de nuestro Obispo, comparto con mis hermanos sacerdotes, y con todo el pueblo de Dios que camina en esta querida Diócesis, la alegría de tenerlo con nosotros; especialmente, en este momento de la historia. En estos tres años hemos visto a un servidor que ha ido aprendiendo a ser obispo, a amar a esta tierra y a sus gentes, a valorar el esfuerzo y el sacrificio de tantas personas que han dado su vida en esta diócesis y por ella, a escuchar al Espíritu Santo para vislumbrar los caminos que el Señor va marcando a su Iglesia y a nuestro mundo.En estos tres años de episcopado y presencia de Monseñor José Mario, valoramos su esfuerzo como pastor para invitarnos a una renovación en nuestra vida cristiana. No olvidemos que en el 2025 estamos viviendo un año de gracia:- Año jubilar de la esperanza- Año mariano diocesano- La celebración de los 500 años de la fundación de la ciudad- Y el camino hacia el nuevo plan diocesano de pastoralSeñor Jesús, Tú has querido conducir a tu Iglesia a través de tus Pastores. Hoy te damos gracias por el Obispo que nos has regalado: Monseñor José Mario. Esta elección ha sido un don que nos llena de alegría, un signo de que tú estás con nosotros. Te pedimos que le concedas a nuestro nuevo Obispo un corazón manso y humilde como el tuyo, para que con su cercana sencillez nos siga animando a ser misericordiosos como el Padre, portadores de esperanza, alegres mensajeros del Reino. Ayúdalo para que pueda abrazar la Cruz con el gozo de una entrega generosa, especialmente en los momentos difíciles. Concédele sabiduría para anunciar sin descanso la Buena Noticia del Evangelio a todo el Pueblo que peregrina en esta amada Diócesis. Te lo pedimos por la intercesión de María, Madre y modelo de la Esperanza.AménQuerido Monseñor José Mario, reciba un saludo muy cordial de toda su Diócesis.P. José Antonio Díaz HernándezCanciller Diócesis de Santa Marta

Mar 14 Ene 2025
De la caridad esporádica a la solidaridad transformadora
Por. Pbro. Mauricio Alejandro Rey Sepúlveda - En el mundo actual, donde las desigualdades sociales, económicas y culturales son cada vez más evidentes, el acto de dar es un gesto valorado y necesario para aliviar el sufrimiento inmediato. Sin embargo, muchas veces este acto se queda en la superficie, reduciendo al receptor a una posición de dependencia y al donante a un rol de benefactor pasajero.La acción de dar puede ser vista como una respuesta instintiva ante la necesidad, pero no siempre es suficiente para transformar la realidad de fondo. Este es el desafío que enfrentamos como Iglesia y como sociedad: pasar del dar asistencialista a una solidaridad que construya puentes, dignifique a las personas y transforme las estructuras que perpetúan la exclusión. Este artículo busca reflexionar sobre esta transición y ofrecer claves para promover una verdadera solidaridad transformadora, inspirada en los valores del Evangelio y la Doctrina Social de la Iglesia.1. Diferencias clave entre “Dar” y “Solidarizar”El acto de dar responde generalmente a un impulso noble de aliviar el dolor o la carencia inmediata del otro. Aunque necesario, suele quedarse en el plano de lo transitorio: se da un alimento, un recurso o una ayuda concreta sin profundizar en las causas estructurales de esa necesidad. En contraste, solidarizar implica un compromiso que va más allá de la acción momentánea, pues busca entender, acompañar y transformar las condiciones que generan injusticia.Dar:•Resuelve necesidades inmediatas.•A menudo implica una relación vertical entre quien da y quien recibe.•Puede generar dependencia si no se complementa con acciones de promoción humana.Solidarizar:•Supone una relación horizontal de igualdad y reciprocidad.•Se basa en el reconocimiento del otro como hermano, no como alguien “menos afortunado”.•Busca soluciones duraderas, atacando las raíces del problema y promoviendo la autonomía.Por tanto, la solidaridad no es solo un acto, sino un estilo de vida que implica justicia, empatía y compromiso constante.2. Solidaridad como principio cristianoLa Doctrina Social de la Iglesia presenta la solidaridad como un principio fundamental que conecta el Evangelio con la acción social. En palabras de San Juan Pablo II, la solidaridad es “la determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien común”. Esto significa reconocer que no vivimos aislados, sino que estamos profundamente interconectados como miembros de una misma familia humana.Jesús mismo nos muestra un modelo de solidaridad en su vida y ministerio:•Reconocer la dignidad del otro: Al tocar a los enfermos, dialogar con los marginados y ofrecer consuelo a los pobres, Jesús no solo daba, sino que solidarizaba.•Promover la inclusión: Jesús desafiaba las estructuras de su tiempo al incluir a los excluidos y al llamar a sus discípulos a vivir en comunión fraterna.Como cristianos, estamos llamados a seguir este ejemplo. La solidaridad no es opcional, es un mandato evangélico que nos invita a construir un mundo más justo y humano.3. Ejemplos prácticosLa transición del “dar” al “solidarizar” requiere acciones concretas que fomenten un cambio sostenible. Algunos ejemplos incluyen:•Proyectos de desarrollo comunitario: Iniciativas que empoderen a las comunidades para que sean protagonistas de su propio progreso, como cooperativas agrícolas, microcréditos o programas de educación.•Pastorales transformadoras: Cambiar las dinámicas de las pastorales sociales para que no se limiten a entregar ayuda, sino que promuevan el encuentro, la formación y la organización comunitaria.•Testimonios de vida: Relatar historias de personas o comunidades que, a través de la solidaridad, han superado situaciones de exclusión o pobreza. Estos ejemplos inspiran y muestran que el cambio es posible.4. Propuestas para el cambioTransformar el dar en solidarizar implica educar a las personas y comunidades sobre el valor de la solidaridad. Algunas propuestas incluyen:•Formación en valores: Diseñar programas educativos en parroquias y escuelas que promuevan la empatía, la justicia y la fraternidad.•Espacios de diálogo y reflexión: Generar encuentros entre quienes dan y quienes reciben para fomentar el entendimiento mutuo y la corresponsabilidad.•Abordaje integral: En lugar de centrarse solo en las necesidades materiales, incluir aspectos espirituales, emocionales y sociales para una promoción humana integral.Este cambio también exige replantear nuestras estructuras pastorales, alineándolas con una visión más humanizadora y participativa.5. ConclusiónEl paso del dar al solidarizar no es solo un cambio de acción, sino de mentalidad. Requiere una conversión personal y comunitaria que nos lleve a ver al otro como un igual y a comprometernos en la construcción de un mundo más fraterno.En palabras del Papa Francisco: “La solidaridad no es un sentimiento superficial, sino la determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien común”. Como Iglesia, estamos llamados a ser signos de esta solidaridad, promoviendo no solo la asistencia, sino también la justicia, la dignidad y la comunión entre los pueblos.Este es el desafío y la misión que tenemos ante nosotros: transformar las dinámicas del dar para que sean verdaderos actos de amor y solidaridad transformadora.Pbro. Mauricio Rey SepúlvedaDirector del Secretariado Nacional de Pastoral Social - Cáritas Colombiana

Vie 13 Dic 2024
Solicitud de aclaración a la Corte Constitucional Sentencia 367–T 24
Por P. Edilberto Estupiñán Estupiñán - La Conferencia Episcopal de Colombia presentó una Solicitud de Aclaración ante la Corte Constitucional, relacionada con la Sentencia 367 – T 24, emitida en el mes de agosto pasado y relacionada con la Educación Religiosa Escolar. Como lo manifestó en su momento la Conferencia Episcopal, en pronunciamiento del 27 de septiembre pasado, esta Sentencia en su análisis y en su parte resolutiva genera muchos interrogantes sobre la garantía al derecho de recibir educación religiosa de acuerdo con la enseñanza de la religión a la que se pertenece, como lo reconoce la Ley 133 de 1994 en su artículo sexto literales “g)” y “h)”. Las preguntas que se hicieron a la Corte en esta solicitud:“1. Si el hecho sucedido en la Institución Educativa El Recreo, de Sabanalarga, ya estaba superado, ¿por qué se procede a emitir una Sentencia con efectos erga omnes siendo titular una persona, con lo cual se les negaría el derecho a estudiar el contenido católico a los demás estudiantes?2. ¿La orden de eliminar el contenido dogmático católico del plan de estudios del Área de Educación Religiosa se extenderá a todos los establecimientos educativos, tanto públicos como privados? 3. ¿Pueden las Secretarías de Educación solicitar, a los rectores de los establecimientos educativos públicos, invocando la Sentencia T 357-24, la eliminación de todo contenido dogmático católico en el área de educación religiosa, de los actos de culto y demás actividades propias del derecho a recibir asistencia religiosa? 4. ¿Pueden las Secretarías de Educación Territoriales obligar a los establecimientos educativos privados, confesionales o no confesionales, invocando la Sentencia T 357-24, a la eliminación de todo contenido dogmático católico en el área de educación religiosa y demás actividades propias del derecho a recibir asistencia religiosa? 5. ¿Corresponde solo al Estado, en cualquiera de sus ramas del poder, determinar el contenido y el modelo de la educación religiosa, los programas a desarrollar y la idoneidad del docente, a excepción de lo referido a la formación de los estudiantes en el conocimiento y ejercicio del derecho de libertad religiosa? 6. ¿Corresponde a los establecimientos educativos oficiales determinar el contenido de la educación religiosa con su comunidad educativa, desconociendo las normas nacionales y los acuerdos suscritos o por suscribir entre el gobierno nacional y la respectiva Iglesia o confesión que asista o enseñe, acuerdos que de conformidad con el artículo 15 de la Ley 133 de 1994 pueden ser, tratados internacionales como el Concordato, o Convenios de Derecho Público Interno?7. ¿Pueden las autoridades educativas verificar como se imparte la educación religiosa en los colegios públicos y privados, haciéndolo de forma autónoma o unilateral sin tener en cuenta las atribuciones de las Iglesias y Confesiones Religiosas, derivadas de acuerdos que hayan suscrito con el Gobierno Nacional, en el marco del artículo 15 de la Ley 133 de 1994? 8. Para la Corte Constitucional, ¿qué deben entender los responsables de la inspección, vigilancia y control del servicio educativo, por contenido dogmático católico que debe eliminarse de la clase de religión?”Se espera una pronta respuesta de la Corte, para continuar el estudio del tema y sus implicaciones para la organización del Área de Educación Religiosa de contenido católico que se viene desarrollando en los establecimientos educativos. Para su acompañamiento pastoral desde las Jurisdicciones Eclesiásticas y para atender la situación creada por esta sentencia, se emitió también un documento de orientaciones pastorales el del 27 de septiembre pasado.P. Edilberto Estupiñán EstupiñánDirector del Departamento de Educación y CulturasSecretariado Permanente del Episcopado Colombiano

Lun 2 Dic 2024
Adviento: tiempo de conversión y esperanza
Por Pbro. Gerardo Andrés Guayacán Cruz - El Adviento es uno de los períodos más significativos del calendario litúrgico cristiano. No solo marca el inicio del año litúrgico, sino que nos invita a una profunda reflexión teológica sobre el misterio de la Encarnación y la segunda venida de Cristo.La palabra "Adviento" proviene del latín adventus, que significa "venida", y se refiere a la espera de la venida de Cristo, tanto en su nacimiento en Belén como en su prometido regreso al final de los tiempos, la Parusía.El núcleo teológico del Adviento se encuentra en la celebración del misterio de la Encarnación. En el corazón de la fe cristiana, se halla la afirmación de que Dios, en su infinita misericordia, se hizo carne en la persona de Jesús. La Encarnación no es solo un evento histórico, sino un acto de salvación universal, en el que el Dios mismo se hace Hombre para redimir a la humanidad del pecado y la muerte.Este misterio tiene dos profundas implicaciones teológicas. Primero, destaca la gracia de Dios: el Salvador no llega como un rey imponente, sino como un niño frágil nacido en la pobreza, revelando que el amor de Dios no tiene fronteras y se ofrece gratuitamente a todos. Segundo, la Encarnación señala la unión de lo divino y lo humano en la persona de Cristo, (la unión hipostática de Cristo, verdadero Dios y verdadero Hombre).Además de su vínculo con la primera venida de Cristo, el Adviento también nos introduce en una dimensión escatológica. El término escatología, en la teología cristiana, se refiere a la Parusía, o segunda venida de Cristo al final de los tiempos. En el Adviento, se profundiza en la expectativa escatológica, recordando que la venida de Cristo no se limita a su nacimiento en Belén, sino que apunta a su regreso en gloria para juzgar a vivos y muertos. El Adviento, por tanto, es una invitación a vivir en tensión entre “el ya y el todavía no” de la salvación.En la lectura de los textos bíblicos de Adviento, especialmente los del Evangelio de Mateo, Marcos y Lucas, se subraya la necesidad de estar vigilantes y preparados para la venida definitiva del Señor. Los evangelios nos recuerdan que, así como el pueblo de Israel aguardaba al Mesías, los cristianos debemos vivir como si la venida de Cristo pudiera ocurrir en cualquier momento. Esta esperanza escatológica no es motivo de temor, sino de aliento, pues los cristianos sabemos que, con la segunda venida, se consumará el Reino de Dios, un Reino de justicia, paz y bienaventuranza eterna.Uno de los aspectos más profundos de este tiempo litúrgico es el de la Esperanza. Esta virtud no solo nos hace mirar al pasado, hacia el nacimiento del Señor, sino también hacia el futuro, hacia la esperanza de su regreso glorioso. El Adviento nos recuerda que nuestra vida cristiana es una constante espera de esa promesa, y nos anima a vivir con la certeza de que la victoria final de Dios es nuestra esperanza.La esperanza cristiana es activa y transformadora. No es una espera pasiva o resignada, sino una espera que nos mueve a vivir de acuerdo con los valores del Evangelio, a ser agentes de paz, justicia y amor en un mundo que tanto lo necesita. En este sentido, el Adviento es también un tiempo para recordar que somos llamados a colaborar en la construcción del Reino de Dios aquí y ahora.El Adviento es también tiempo de conversión. La figura de Juan el Bautista, que aparece en los evangelios de este tiempo litúrgico, nos recuerda la necesidad de "preparar el camino del Señor". Juan predicaba una conversión radical: arrepentirse de los pecados y hacer que nuestros corazones estén preparados para recibir al Salvador.El llamado a la conversión durante estos días siguientes, es un llamado a abrir nuestras vidas a la acción de Dios, a permitir que Él entre en nuestro ser y nos transforme. Es un tiempo para sanar las heridas del alma, para reconciliarnos con Dios y con los demás, y para dejar atrás todo lo que nos aleja de Él.La Iglesia nos recuerda que la salvación es una obra iniciada en la Encarnación y que es una realidad viva en nuestra vida cotidiana. Que este Adviento sea un momento para renovar nuestra fe, para abrir nuestro corazón a Cristo y para vivir en la esperanza de la venida del Señor.Que éste sea un tiempo especialmente gozoso, con esa alegría incontenida de quien está esperando a alguien sumamente amado, sumamente deseado.Pbro. Gerardo Andrés Guayacán CruzSacerdote de la Diócesis de Duitama-Sogamoso