SISTEMA INFORMATIVO
"Código de conducta" para obispos que indique la dirección correcta: Card. Salazar
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El Papa Francisco inauguró este 21 de febrero el encuentro con los obispos del mundo e invitados especiales sobre la protección de menores en la Iglesia. Allí el cardenal colombiano Rubén Salazar Gómez, arzobispo de Bogotá y presidente del Consejo Episcopal Latinoamericano, intervino con la ponencia: “La Iglesia en un momento de crisis. Enfrentar los conflictos y tensiones y actuar decididamente”
Clericalismo. Parte con esta palabra la reflexión del arzobispo de Bogotá y Primado de Colombia, el cardenal Rubén Salazar Gómez, abriendo la sesión vespertina de la primera jornada del Encuentro sobre “La protección de los menores en la Iglesia”, dedicada hoy al tema de la “responsabilidad de los obispos”.
Y es precisamente, partiendo de esta premisa, que el cardenal Salazar evidencia la necesidad de “categorizar” la “naturaleza de la crisis”. Porque es el clericalismo que se ve reflejado en la “tergiversación del sentido del ministerio convertido en medio para imponer la fuerza, para violar la conciencia y los cuerpos de los más débiles”, afirma el cardenal Salazar y en “una comprensión equivocada de cómo ejercer el ministerio”, cometiendo “errores de autoridad” que han agravado la crisis. Una realidad, el clericalismo, que el Papa describe en su Carta al pueblo de Dios, de agosto del año pasado, afirmando con fuerza que “decir no al abuso, es decir enérgicamente no a cualquier forma de clericalismo”, recuerda el arzobispo de Bogotá.
Una llamada a la conversión
Las claras palabras del Pontífice y “nos urgen a ir a la raíz del problema para poder enfrentarlo” afirma el cardenal colombiano, reconociendo al mismo tiempo que “no es fácil decir enérgicamente no a cualquier forma de clericalismo”, porque es una mentalidad “que subyace a nuestra manera de concebir el ministerio y de actuar en los momentos decisivos”. Por ello, prosigue Salazar Gómez, se hace necesario “desenmascarar el clericalismo subyacente y lograr un cambio de mentalidad”: la conversión.
No dejar desprotegido al rebaño
La responsabilidad de los obispos comienza por el “acrecentar constantemente” la conciencia de que han sido elegidos por el Señor y por lo tanto, no son nada por cuenta propia, afirma el cardenal de Bogotá y habla de “admitir” que la Iglesia no supo y aun hoy, en ocasiones, no sabe “afrontar con rapidez y decisión la crisis provocada por los abusos”. Y se "huye", de muchas maneras, dejando desprotegido al rebaño: negando “la dimensión de las denuncias presentadas, no escuchando a las víctimas, ignorando el daño causado en los que sufren los abusos, trasladando a los acusados a otros sitios donde estos siguen abusando o tratando de llegar a compromisos monetarios para comprar el silencio”. " Actuando de esa manera” precisa el cardenal Salazar, manifestamos claramente una ‘mentalidad clerical’ que nos lleva a poner el "mal entendido bien de la institución eclesial sobre el dolor de las víctimas y las exigencias de la justicia”; llegando “incluso a la mentira o a tergiversar los hechos para no confesar la horrible realidad que se presenta”.
No minimizar la crisis
“Tenemos que reconocer que el enemigo está dentro” afirma a continuación el cardenal Salazar, que “los primeros enemigos están dentro de nosotros, entre los obispos y los sacerdotes y los consagrados que no hemos estado a la altura de nuestra vocación”. Y agrega que para “reconocer y enfrentar la crisis”, superando la mentalidad clerical, es necesario también “no minimizarla afirmando que en otras instituciones suceden abusos a mayor escala”.
“El hecho de que se presenten abusos en otras instituciones y grupos y no justifica nunca la presencia de abusos en la Iglesia porque contradice la esencia misma de la comunidad eclesial y constituye una tergiversación monstruosa del ministerio sacerdotal que, por su propia naturaleza, debe buscar el bien de las almas como su supremo fin”.
“ No hay ninguna justificación posible para no denunciar, para no desenmascarar, para no enfrentar con valor y contundencia cualquier abuso que se presente al interior de nuestra Iglesia
El papel de los medios de comunicación
El cardenal Salazar tiene palabras también para reconocer el papel desempeñado por la prensa, los medios de comunicación y las redes sociales “en el ayudarnos – dice - a no soslayar sino a afrontar la crisis”. El prelado reconoce que “es mucho lo que se ha hecho para enfrentar la crisis de los abusos” pero que “si no si no hubiera sido por la insistencia valiosa de las víctimas y la presión ejercida por los medios de comunicación, tal vez no nos hubiéramos decidido a enfrentar como se ha hecho esta crisis vergonzosa”.
Código de conducta y discernimiento comunitario
"En el tratamiento de la crisis y en el proceso de conversión el obispo no está solo ya que su ministerio es colegial", prosigue el cardenal Salazar Gómez, e insiste: “Más que nunca tenemos que sentirnos llamados a fortalecer nuestros vínculos fraternos, a entrar en un verdadero discernimiento comunitario”.
El prelado reconoce la valiosa labor realizada por los Papas para “ayudarlos” en esta tarea, mostrándoles “el camino a recorrer”. “Pero parece deseable – dice - que se ofrezca al obispo un ‘Código de Conducta’ que, en armonía con el ‘Directorio para los Obispos’, muestre claramente cómo debe ser el proceder del obispo en el contexto de esta crisis”. El Arzobispo de Bogotá recuerda que el Papa Francisco en su carta apostólica en forma de motu proprio ‘Como una madre amorosa’ presenta “la exigencia de la actuación del obispo y de su remoción en caso de una negligencia grave comprobada en estos casos”. El ‘Código de Conducta’ clarificará y exigirá cual debe ser la conducta “propia del obispo” y “su obligatoriedad será una garantía” para que los obispos actúen “al unísono y en la dirección correcta”. Importante es asimismo la “actualización permanente” en la “formación” de los obispos, porque los “tiempos cambiantes plantean desafíos nuevos” a los que deben responder.
Diálogo permanente del obispo con sus sacerdotes
El Cardenal Salazar, también presidente del Consejo Episcopal Latinoamericano, se refiere a la responsabilidad del obispo para con sus sacerdotes, que abarca un amplio radio de acción que va desde el discernimiento de la vocación de los futuros presbíteros y consagrados, la formación inicial y el acompañamiento. Ante la actual crisis, la responsabilidad del obispo ha adquirido “dimensiones especiales”- afirma el cardenal – volviendo la cercanía del obispo “imprescindible”. “Un diálogo permanente” es el camino que el obispo debe recorrer en la relación con los sacerdotes.
Acción inmediata y plena justicia
Es responsabilidad de los obispos cumplir con el propio deber de “enfrentar enseguida la situación que se presenta a partir de una denuncia contra un sacerdote o consagrado”. Y especifica que “toda denuncia debe desencadenar enseguida los procedimientos que están indicados tanto en el derecho canónico como en el derecho civil de cada nación, según las líneas-guía marcadas por cada conferencia episcopal”. Importante es también distinguir siempre “entre pecado sometido a la misericordia divina, crimen eclesial sometido a la legislación canónica y crimen civil sometido a la legislación civil correspondiente”, para actuar “con plena justicia”. A lo largo del proceso canónico, agrega el cardenal Salazar Gómez, es fundamental que el acusado sea escuchado” porque “la cercanía bondadosa del obispo es un primer paso hacia la recuperación del culpable” y “es necesario mirar también hacia su tratamiento para que no reincida”.
Seria responsabilidad en la reparación de las víctimas
Primer deber de los obispos es “escuchar a las víctimas”, afirma el arzobispo de Bogotá y “no minimizar el daño causado y el dolor producido”. El arzobispo recuerda que en muchos casos “se llegó a pensar que el único motivo que impulsaba a las denuncias era el buscar compensaciones económicas”. “Y no hay duda de que también en muchas ocasiones, hemos cedido a la tentación de tratar de arreglar con dinero situaciones insostenibles para acallar el posible escándalo” admite. Una “realidad nefasta” dice el cardenal, “que no nos puede impedir tomar conciencia de la responsabilidad seria y grave que nos corresponde en la reparación de las víctimas” a las que “estamos obligados a ofrecerles todos los medios necesarios –espirituales, sicológicos, siquiátricos, sociales- para la recuperación exigida”.
En la conclusión el cardenal Rubén Salazar Gómez se refiere al discurso de San Juan Pablo II a los cardenales americanos en el 2002 en el que daba la “dirección esencial que deben tener todos nuestros esfuerzos para superar la crisis actual”: “Tanto dolor y tanto disgusto deben llevar a un sacerdocio más santo, a un episcopado más santo y a una Iglesia más santa.” Y a continuación afirma que “con la ayuda del Señor y con nuestra docilidad a su gracia vamos a lograr que esta crisis lleve a una profunda renovación de toda la Iglesia con obispos más santos, más conscientes de su misión de pastores y padres de la grey” para así poder “erradicar la cultura del abuso en el mundo en que vivimos”.
Algunas frases de su discurso
"¿Cuál es la responsabilidad del obispo?"
"No se trata solo de desviaciones o de patologías sexuales, sino la traición del sentido del ministerio"
"Esto tiene un nombre: clericalismo"
"Decir no al abuso es decir no a cualquier forma de clericalismo"
"No es fácil decir a cualquier forma de clericalismo"
"Es una mentalidad que ha sedimentado en nuestra Iglesia"
"Es necesario desenmascarar este clericalismo disimulado y buscar un cambio de mentalidad...o conversión"
"Es necesaria una revisión en profundidad de nuestra mentalidad"
"Invitación a toda la Iglesia y, en primer lugar, a los obispos"
"La Iglesia no supo ni sabe comportarse para afrontar la crisis de los abusos"
"A veces, actuamos como mercenarios, que huyen cuando llega el lobo"
"Meter por encima del testimonio de las víctimas las justificaciones de los abusadores"
"Sin compasión ni misericordia"
"Mentir incluso, para no confesar la horrible verdad"
"Indebida intromisión de la autoridad civil, a veces interpretada incluso como una persecución"
"El daño lo hacen los que están dentro, entre nosotros"
"El enemigo está dentro"
"Reconocer la crisis significa también no minimizarla, diciendo que en otras instituciones o grupos hay más abusos"
"No hay justificación posible para no denunciar y desenmascarar cualquier abuso"
"El papel de los medios fue muy importante. Nos ayudó a afrontar la crisis"
"Debemos apoyarlos"
"Sin las víctimas y la presión de los medios, tal vez no hubiésemos enfrentado la crisis"
"Para que nunca más en la Iglesia se presenten abusos y cuando se presenten reciban el castigo que merecen"
"Nuestra fortaleza depende de la unidad profunda entre nosotros"
"Es necesaria una actualización permanente de los obispos"
"Tenemos que mostrar ante el mundo una perfecta unidad en la respuesta"
"Relación cercana con los sacerdotes"
"Toda denuncia debe desencadenar los procedimientos canónicos y civiles"
"Distinguir siempre entre pecado, crimen eclesial sometido a la legislación canónica y crimen civil, sometido a la legislación correspondiente"
"Negligencia de nuestra parte nos puede acarrerar penas canónica o civiles"
"Que el acusado sea escuchado"
"Tratamiento, para que el clérigo abusador no reincida"
"No violar los derechos de los victimarios no puede nunca primar sobre los derechos de las víctimas"
"Escuchar a las víctimas"
"Lo único que buscan es el dinero, se solía repetir"
"A veces, se orquestan campañas"
"Hemos cedido a la tentación de arreglar con dinero para acallar el posible escándalo"
"El dinero no puede nunca reparar el daño causado, pero se hace necesario en muchos casos"
"Algunos no logran reponerse al daño y no pueden trabajar y necesitan dinero para sobrevivir"
"Ofrecerles todos los medios necesarios"
"Vamos a lograr que esta crisis lleva a una profunda renovación de toda la Iglesia"
"Una Iglesia donde los niños encuentren siempre un lugar seguro"
Texto completo de la intervención del cardenal Salazar
LA IGLESIA EN UN MOMENTO DE CRISIS
RESPONSABILIDAD DEL OBISPO
ENFRENTAR LOS CONFLICTOS Y LAS TENSIONES Y ACTUAR DECIDIDAMENTE
Cardenal Rubén Salazar Gómez
Arzobispo de Bogotá
Introducción/contextualización
A lo largo del día estamos respondiendo a una pregunta muy concreta frente a la crisis que estamos viviendo en la Iglesia. ¿Cuál es la responsabilidad del obispo? Para poder comprender esta responsabilidad y asumirla es indispensable tratar de categorizar, en la medida de lo posible, la naturaleza de la crisis.
Un análisis somero de lo que ha sucedido nos permite constatar que no se trata solo de desviaciones o patologías sexuales en los abusadores, sino que hay una raíz más honda que es la tergiversación del sentido del ministerio convertido en medio para imponer la fuerza, para violar la conciencia y los cuerpos de los más débiles. Esto tiene un nombre: clericalismo.
También al analizar la forma como en general se ha respondido a esta crisis descubrimos que hemos manejado una comprensión equivocada de cómo ejercer el ministerio que ha llevado a cometer serios errores de autoridad que han agigantado la gravedad de la crisis. Esto tiene un nombre: clericalismo.
Es esta realidad la que el santo Padre Francisco describe en su carta al pueblo de Dios en agosto del año pasado: "Esto se manifiesta con claridad en una manera anómala de entender la autoridad en la Iglesia -tan común en muchas comunidades en las que se han dado las conductas de abuso sexual, de poder y de conciencia- como es el clericalismo... Decir no al abuso, es decir enérgicamente no a cualquier forma de clericalismo."
Palabras claras que nos urgen a ir a la raíz del problema para poder enfrentarlo. Pero no es fácil "decir enérgicamente no a cualquier forma de clericalismo" porque es una mentalidad que ha calado en nuestra Iglesia a lo largo de los tiempos y que, casi siempre, no somos conscientes de que subyace a nuestra manera de concebir el ministerio y de actuar en los momentos decisivos. Esta constatación significa que se hace necesario desenmascarar el clericalismo subyacente y lograr un cambio de mentalidad; lo cual, expresado en términos más precisos, se llama conversión.
Nuestra responsabilidad se expresa fundamentalmente en una coherencia minuciosa entre nuestras palabras y nuestras acciones. Es necesaria una revisión a fondo de la mentalidad que está detrás de las palabras para que nuestras palabras y acciones sean aquellas que correspondan a la voluntad de Dios en este momento de la Iglesia.
Esta invitación a la conversión se dirige a toda la Iglesia, pero, en primer lugar, a nosotros que somos sus pastores.
I. LA RESPONSABILIDAD DEL OBISPO A LA LUZ DEL OFICIO RECIBIDO Y SU CORRESPONSABILIDAD COMO MIEMBRO DEL COLEGIO EPISCOPAL BAJO LA SUPREMA AUTORIDAD DE LA IGLESIA
1.1. La responsabilidad del obispo como pastor
Como Obispos, Nuestra responsabilidad empieza, por lo tanto, en acrecentar permanentemente la conciencia de que, por nuestra propia cuenta, no somos nada, no podemos nada, ya que no somos nosotros los que hemos elegido el ministerio sino que es el Señor quien nos ha elegido (cf. Jn 15,16 ́18) para hacer presente su salvación por la fuerza de la acción eclesial, sin empañar su presencia con la oscuridad de nuestro contra testimonio.
Conscientes de esta tarea, tenemos que admitir que muchas veces la Iglesia -en las personas de sus obispos- no supo y todavía, en ocasiones, no sabe comportarse como debe para afrontar con rapidez y decisión la crisis provocada por los abusos. Muchas veces se procede como los asalariados que al ver venir el lobo huyen dejando desprotegido el rebaño. Y se huye de muchas maneras: tratando de negar la dimensión de las denuncias presentadas, no escuchando a las víctimas, ignorando el daño causado en los que sufren los abusos, trasladando a los acusados a otros sitios donde estos siguen abusando o tratando de llegar a compromisos monetarios para comprar el silencio. Actuando de esa manera, manifestamos claramente una mentalidad clerical que nos lleva a poner el mal entendido bien de la institución eclesial sobre el dolor de las víctimas y las exigencias de la justicia; a poner por encima del testimonio de los afectados las justificaciones de los victimarios; a guardar un silencio que acalla el grito de dolor de los victimizados con tal de no enfrentar el ruido público que puede suscitar una denuncia ante la autoridad civil o un juicio; a tomar medidas contraproducentes que no tienen en cuenta el bien de las comunidades y de los más vulnerables; a confiar exclusivamente en la asesoría de abogados, siquiatras y especialistas de todo tipo descuidando el sentido profundo de la compasión y la misericordia; a llegar incluso a la mentira o a tergiversar los hechos para no confesar la horrible realidad que se presenta.
Una manifestación de esa mentalidad aparece también en la tendencia a afirmar que la Iglesia no está ni tiene por qué estar sometida al poder de la autoridad civil, como los demás ciudadanos, sino que podemos y debemos manejar todos nuestros asuntos dentro de la Iglesia regidos únicamente por el derecho canónico, e incluso llegar a considerar la intervención de la autoridad civil como una intromisión indebida que, en estos tiempos de creciente secularismo, se ve con tintes de persecución contra la fe.
Tenemos que reconocer esta crisis a profundidad, a reconocer que el daño no lo hacen los de fuera sino que los primeros enemigos están dentro de nosotros, entre los obispos y los sacerdotes y los consagrados que no hemos estado a la altura de nuestra vocación. Tenemos que reconocer que el enemigo está dentro.
Reconocer y enfrentar la crisis -superando nuestra mentalidad clerical-significa también no minimizarla afirmando que en otras instituciones suceden abusos a mayor escala. El hecho de que se presenten abusos en otras instituciones y grupos y no justifica nunca la presencia de abusos en la Iglesia porque contradice la esencia misma de la comunidad eclesial y constituye una tergiversación monstruosa del ministerio sacerdotal que, por su propia naturaleza, debe buscar el bien de las almas como su supremo fin. No hay ninguna justificación posible para no denunciar, para no desenmascarar, para no enfrentar con valor y contundencia cualquier abuso que se presente al interior de nuestra Iglesia.
También tenemos que reconocer que el papel desempeñado por la prensa y los medios de comunicación y las redes sociales ha sido muy importante en el ayudarnos a no soslayar sino a afrontar la crisis. Los medios de comunicación hacen en este sentido un trabajo de gran valor que es necesario apoyar. "Hablando de esta herida -dijo claramente el papa Francisco en su discurso de Navidad a la curia-, algunos dentro de la Iglesia, se alzan contra ciertos agentes de la comunicación, acusándolos de ignorar la gran mayoría de los casos de abusos, que no son cometidos por ministros de la Iglesia -las estadísticas hablan de más del 95%-, y acusándolos de querer dar de forma intencional una imagen falsa, como si este mal golpeara solo a la Iglesia Católica. En cambio, me gustaría agradecer sinceramente a los trabajadores de los medios que han sido honestos y objetivos y que han tratado de desenmascarar a estos lobos y de dar voz a las víctimas. Incluso si se tratase solo de un caso de abuso -que ya es una monstruosidad por sí mismo- la Iglesia pide que no se guarde silencio y salga a la luz de forma objetiva, porque el mayor escándalo en esta materia es encubrir la verdad."
Sin duda, es mucho lo que hemos hecho para enfrentar la crisis de los abusos. Sin embargo, si no hubiera sido por la insistencia valiosa de las víctimas y la presión ejercida por los medios de comunicación, tal vez no nos hubiéramos decidido a enfrentar como se ha hecho esta crisis vergonzosa. Es tan hondo el daño causado, es tan profundo el dolor infligido, son tan inmensas las consecuencias de los abusos que han sucedido en la Iglesia que nunca podremos decir que hemos hecho todo lo que es posible hacer y nuestra responsabilidad nos lleva a trabajar todos los días para que nunca más en la Iglesia se presenten abusos y para que los que eventualmente se presenten reciban el castigo y la reparación que exigen.
1.2. La responsabilidad del obispo como miembro del colegio episcopal bajo la suprema autoridad de la Iglesia
En el tratamiento de la crisis y en el proceso de conversión que debe emprender para poder enfrentarla, el obispo no está solo. Su ministerio es un ministerio colegial. Por su ordenación episcopal, el obispo entra a formar parte del colegio formado por todos los sucesores de los apóstoles bajo la guía y autoridad del sucesor del apóstol Pedro. Más que nunca tenemos que sentirnos llamados a fortalecer nuestros vínculos fraternos, a entrar en un verdadero discernimiento comunitario, a actuar siempre con los mismos criterios y apoyarnos mutuamente en la toma de decisiones. Nuestra fortaleza depende, sin duda, de la unidad profunda que marque nuestro ser y actuar.
Para ayudarnos en esta tarea los papas nos han iluminado con sus palabras y los diferentes dicasterios de la Curia Romana han emitido disposiciones que nos muestran el camino que tenemos que recorrer. Ya sabemos cómo hay que proceder, pero parece deseable que se ofrezca al obispo un "Código de Conducta" que, en armonía con el "Directorio para los Obispos", muestre claramente cómo debe ser el proceder del obispo en el contexto de esta crisis. El papa Francisco con su carta apostólica en forma de motu proprio "Como una madre amorosa" nos presenta la exigencia de la actuación del obispo y de su remoción en caso de una negligencia grave comprobada en estos casos. El "Código de Conducta" vendrá a clarificar y a exigirnos la conducta que es la propia del obispo. Su obligatoriedad será una garantía de que todos actuemos al unísono y en la dirección correcta, ya que nos permite tener un control claro sobre nuestra conducta y nos da las indicaciones concretas para los correctivos que sean necesarios. Será, además, una guía para la Iglesia y la sociedad que permitirá a todos mirar adecuadamente el proceder del obispo en los casos específicos y podrá darnos a todos la confianza de que se está actuando bien. Será, además, una forma concreta de fortalecer la comunión que nace de la colegialidad episcopal.
La formación permanente del obispo ha sido una preocupación constante de la Iglesia. Los tiempos cambiantes plantean desafíos nuevos a los cuales el obispo debe responder y para ello es necesaria una actualización permanente. En nuestro actuar frente a esta crisis necesitamos también estar en proceso permanente de ser actualizados, formados, instruidos, para que nuestra respuesta sea siempre la indicada y esto con carácter obligatorio ya que tenemos que mostrar ante el mundo una perfecta unidad en la respuesta.
Una vez más la crisis se hace un llamado a una conversión que llegue hasta lo profundo de nuestro actuar eclesial. El encuentro que estamos viviendo es un signo claro y una oportunidad real para crecer en este espíritu de comunión.
II. LA RESPONSABILIDAD DEL OBISPO PARA CON SUS SACERDOTES Y CONSAGRADOS
La responsabilidad del obispo se prolonga en la responsabilidad por la santificación de los presbíteros y consagrados. Esta responsabilidad abarca un amplio radio de acción porque debe ser entendida en el contexto de un proceso que empieza con el discernimiento de la vocación en los futuros presbíteros y consagrados, continúa en la formación inicial y debe acompañar toda la existencia de los que han sido llamados a una vida de total dedicación al servicio de la Iglesia. A la luz de la crisis desatada por las denuncias de abusos sexuales por parte de los clérigos, esta responsabilidad ha adquirido dimensiones especiales, en las que, la cercanía del obispo se hace imprescindible. El diálogo permanente -de amigo, de hermano, de padre- que permite al obispo conocer a sus sacerdotes y acompañarlos en sus alegrías y tristezas, en sus logros y fracasos, en sus dificultades y éxitos, es el camino permanente que el obispo debe recorrer en la relación con sus sacerdotes.
¿Y cuál es nuestra responsabilidad frente a los sacerdotes abusadores? Como obispos, debemos cumplir con nuestro deber de enfrentar enseguida la situación que se presenta a partir de una denuncia. Toda denuncia debe desencadenar enseguida los procedimientos que están indicados tanto en el derecho canónico como en el derecho civil de cada nación, según las líneas-guía marcadas por cada conferencia episcopal. Nos ayudará distinguir siempre entre pecado sometido a la misericordia divina, crimen eclesial sometido a la legislación canónica y crimen civil sometido a la legislación civil correspondiente. Son campos que no se deben confundir y que, cuando se distinguen y separan convenientemente, nos permiten actuar con plena justicia. Hoy tenemos claro que cualquier negligencia de nuestra parte nos puede acarrear penas canónicas, incluso la remoción del ministerio, y penas civiles que pueden llegar hasta ser condenados a prisión por encubrimiento o complicidad.
A lo largo del proceso canónico, es fundamental que el acusado sea escuchado. La cercanía bondadosa del obispo es un primer paso hacia la recuperación del culpable. El seguimiento concienzudo de las líneas-guía trazadas por la propia conferencia episcopal permite al obispo trazar para su diócesis la ruta que se debe seguir en los diferentes casos de acusación de abuso por parte de un clérigo. Del cuidado especial que se tenga en esta implementación dependerá en buena parte que los procesos se puedan desarrollar con plena justicia. Pero no basta enjuiciar y condenar al denunciado, cuando se compruebe la falta, sino que es necesario mirar también hacia su tratamiento para que no reincida.
La forma concreta como se implemente la justicia en los diferentes procesos para enfrentar a los clérigos abusadores es una de las llaves maestras para poder superar la crisis en lo que respecta a la salud de los presbiterios, ya que con frecuencia se oye decir, "¿Dónde están los derechos de los sacerdotes?" El hecho de que haya casos de sacerdotes y consagrados acusados no puede llevarnos, bajo ninguna razón, a justificar la actuación indebida de aquellos que los han cometido. En las investigaciones previas, en los procesos canónicos y civiles que se han abierto, ha sido y debe ser siempre una preocupación el salvaguardar los derechos inalienables de los posibles victimarios. Aún más, muchas veces ha sido el temor a violar esos derechos lo que ha llevado a actuaciones que más tarde han podido ser calificadas como encubrimientos y complicidades. Sin embargo, tenemos que tener claro que los derechos de los victimarios -por ejemplo, a su buena fama, al ejercicio de su ministerio, a seguir llevando una vida normal al interior de la sociedad- no pueden nunca primar sobre los derechos de las víctimas, de los más débiles, de los más vulnerables.
III. LA RESPONSABILIDAD DEL OBISPO PARA CON EL SANTO PUEBLO FIEL DE DIOS
¿Cuál ha sido la reacción de los católicos frente al escándalo de los abusos por parte del clero y de los consagrados? La respuesta no puede ser unívoca, pero una vez más se ha constatado que para la inmensa mayoría de las personas católicas o no católicas la Iglesia se identifica con los sacerdotes y consagrados. Es a la Iglesia a la que se le responsabiliza de lo acaecido. Esta realidad nos debe mover a lograr una cercanía creciente con el pueblo de Dios que está llamado a crecer cada día en su conciencia de pertenencia a la Iglesia y de sentirse corresponsable de ella.
En el contexto de esta cercanía al pueblo de Dios, hay que situar nuestro proceder para con las víctimas del abuso. Y nuestro primer deber es escucharlas. Uno de los pecados originales cometidos al inicio de la crisis fue precisamente no haber escuchado con apertura de corazón a aquellos que denunciaban haber sido abusados por clérigos.
Escuchar a las víctimas empieza por no minimizar el daño causado y el dolor producido. En muchos casos se llegó a pensar que el único motivo que impulsaba a las denuncias era el buscar compensaciones económicas. "Lo único que buscan es el dinero.", se solía repetir. No hay duda de que a veces se orquestan acusaciones. No hay duda tampoco que en muchas ocasiones se ha tratado de reducir la reparación de las víctimas a una indemnización monetaria sin tener en cuenta el verdadero alcance de esa reparación. Y no hay duda de que también en muchas ocasiones, hemos cedido a la tentación de tratar de arreglar con dinero situaciones insostenibles para acallar el posible escándalo. Esta nefasta realidad no nos puede impedir, sin embargo, tomar conciencia de la responsabilidad seria y grave que nos corresponde en la reparación de las víctimas. El dinero no puede nunca reparar el daño causado, pero se hace necesario en muchos casos para que las víctimas puedan seguir los tratamientos psicoterapéuticos que necesitan y que generalmente son muy costosos, algunos no han logrado reponerse al daño causado y no son capaces de trabajar y necesitan del apoyo económico para sobrevivir y para algunos el reconocimiento pecuniario se hace parte de un reconocimiento del año causado. Es claro que estamos obligados a ofrecerles todos los medios necesarios -espirituales, sicológicos, siquiátricos, sociales- para la recuperación exigida.
La responsabilidad del obispo es muy amplia, abarca muchos campos, pero siempre es insoslayable.
Conclusión
San Juan Pablo II en el discurso a los cardenales americanos en el 2002 daba la dirección esencial que deben tener todos nuestros esfuerzos para superar la crisis actual: "Tanto dolor y tanto disgusto deben llevar a un sacerdocio más santo, a un episcopado más santo y a una Iglesia más santa."
Con la ayuda del Señor y con nuestra docilidad a su gracia vamos a lograr que esta crisis lleve a una profunda renovación de toda la Iglesia con obispos más santos, más conscientes de su misión de pastores y padres de la grey; con sacerdotes y consagrados más santos, más conscientes de su servicio ejemplar para con el pueblo de Dios; con un pueblo de Dios más santo, más consciente de su corresponsabilidad de edificar permanentemente una Iglesia de comunión y participación, en donde los niños y adolescentes, y todas las personas, encuentren siempre un lugar seguro que propicien su crecimiento humano y la vivencia de la fe. Así contribuiremos a erradicar la cultura del abuso en el mundo en que vivimos.
Fuente: Vatican News y el Catolicismo
Foto: Vatican.va
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Sinodalidad, misión y Doctrina Social: temas protagonistas en el Encuentro de Rectores de Seminarios de Colombia 2024
Convocados por los departamentos de Ministerios Ordenados y Vida Consagrada de la de la Conferencia Episcopal de Colombia (CEC), setenta y cinco rectores de los seminarios mayores diocesanos y las casas de formación religiosa del país se dieron cita del 22 al 26 de abril en Bogotá. En esta oportunidad, bajo el propósito central de abordar planes y mecanismos que permitan darle continuidad a la implementación de la Ratio Nationalis, a partir de los estatutos y planes de formación de cada seminario. Monseñor Luis Augusto Campos Flórez, obispo de la Diócesis de Socorro y San Gil y presidente de esta comisión episcopal acompañó el encuentro.Lo planteado en el documento síntesis de la XVI asamblea general del sínodo sirvió también como guía para el desarrollo del evento, pues se busca que la Ratio (la ruta del proceso formativo de los futuros sacerdotes de la Iglesia en Colombia) tenga impregnado el espíritu de la sinodalidad.“Fue una experiencia muy valiosa, muy positiva, poder ver cómo los seminarios han puesto mucho interés en la implementación de estas líneas formativas que se propusieron a nivel nacional, que fueron aprobadas en el año 2019 y que ahora tenemos nosotros como objetivo o derrotero poder implementar en cada una de las instancias de nuestros seminarios”, explicó el padre Manuel Vega León, Director de Ministerios Ordenados y Vida Consagrada de la CEC.Durante el encuentro, los rectores compartieron algunas de las metodologías didácticas y prácticas pedagógicas que están usando en los seminarios para la formación de los futuros pastores de la Iglesia en Colombia. Todo ello, buscando que sean capaces de responder a la situación actual del país, teniendo presente desafíos como el de la reconciliación y la paz e iluminados por la Doctrina Social de la Iglesia. Bajo el deseo de “ayudar a que estos jóvenes que tienen en su corazón inquietud vocacional, tengan una comprensión más amplia de su servicio y de ese contacto con las realidades humanas que más nos deben preocupar en este momento”, agregó el padre Vega.Conocer, amar y seguir a Jesucristo misioneroEn este mismo sentido, el padre Tonino Urso, rector del Seminario Redemptoris Mater de Medellín afirmó que es fundamental formar presbíteros para la Nueva Evangelización, con ardor, que amen y sufran por las personas y que estén dispuestos a dar la vida por ellas, a imagen de Jesucristo. Esto, de acuerdo con el formador, requiere conducir a los seminaristas por un camino en el que logren conocerse a sí mismos y conocer el amor que Dios les ha tenido. “La Ratio nos pide de formar presbíteros, pastores, misioneros, que les duela el sufrimiento de la gente”, señaló el sacerdote.Otra de las grandes insistencias durante el encuentro, especialmente en este año que la Iglesia colombiana celebrará en el mes de julio el Centenario Nacional Misionero, fue formar futuros pastores con espíritu cada vez más misionero. De allí que durante el encuentro haya intervenido también el padre Samir García, Director del Centro Nacional Misionero de la Episcopal de Colombia, así como de Obras Misionales Pontificias.“Yo creo que tenemos que tener una conciencia clara de que todos somos misioneros desde el bautismo, y aquí es donde incorporamos esta gran alegría de salir, como lo dice el Papa Francisco; de encontrarnos en esa dimensión abierta para ser evangelizadores en donde estemos, quitarnos nuestras comodidades y aprender a tener lo más visible y lo más pronto, lo más cercano a nosotros”, precisó el padre Manuel Penagos Plazas, Rector del Seminario Mayor de Girardot.En esa misma línea, el padre Manuel Calderón Contreras, formador de la Orden de San Agustín, remarcó la necesidad de crear en los seminaristas un deseo profundo de ser misioneros, dando testimonio de Cristo en la Iglesia local pero también en la universal:“Yo creo bastante importante suscitar en los jóvenes ese deseo de seguir a Cristo misionero, a ese Cristo diácono, a ese Cristo servidor, a ese Cristo que da la vida por los demás. Creo que sería un tema bastante interesante de tratar, un compromiso importante para toda la Iglesia en Colombia y, de manera especial, en el camino de formación de lo jóvenes”.Finalmente, el padre Calderón destacó la importancia de estos encuentros convocados por la Conferencia Episcopal para enriquecer el trabajo que se realiza durante la formación en cada una de las jurisdicciones eclesiásticas y desde la realidad de los Institutos de Vida Consagrada. “Nos aportan muchísimo para que nosotros como religiosos pues nos unamos a ese sentir de Iglesia, que vivamos en él y estemos unidos a la Iglesia universal”, concluyó.A continuación, vea el informe audiovisual del encuentro:
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Mar 30 Abr 2024
VIII Salón BAT de Arte Popular: una oportunidad para que los artistas empíricos de las jurisdicciones eclesiásticas de Colombia den a conocer su talento
Está en marcha la convocatoria del VIII Salón BAT de Arte Popular, el espacio de reconocimiento del arte empírico más grande de Colombia que, en esta oportunidad, tiene como tema “Colombia: diversidad cultural y natural”. Reconociendo la importancia de promover el arte y la cultura para la construcción de tejido social, la reivindicación, la inclusión, la comunión y la paz, la Conferencia Episcopal de Colombia (CEC) invita a los artistas de las diversas comunidades parroquiales del país, para que participen con obras inspiradas en este tema. Hasta el 19 de julio habrá plazo para realizar la inscripción.De manera especial, en esta convocatoria podrán participar todos los artistas colombianos, extranjeros residentes en el país y los colombianos residentes en el exterior, mayores de 18 años, cuya formación profesional no haya sido en artes plásticas y similares.La mayoría de los artistas populares que participan en el Salón provienen de los territorios, algunos son personas privadas de la libertad, víctimas del conflicto armado o de la violencia, habitantes de los territorios PDET, habitantes de calle, entre otros; en los que se evidencia el poder que tiene el arte en los procesos de resocialización y sanación.“La convocatoria está dirigida a todos aquellos artistas autodidactas, que han sentido la pulsión creativa y a través de investigaciones particulares, de experimentos con técnicas y materiales, o perfeccionando maneras de expresión personales, producen obras en la modalidad de artes plásticas que expresan su sentir acerca del entorno humano y natural”, así lo expresa Eduardo Serrano, crítico y curador de arte.El Salón ha invitado a los artistas a explorar la riqueza cultural y natural de sus territorios, utilizando técnicas y materiales como el reciclaje, para crear obras que reflejen las múltiples narrativas que emergen de las identidades regionales del país.En cada edición, el Salón BAT reconoce y homenajea a un artista popular. En esta oportunidad, Santiago Cifuentes, nacido en Tame (Arauca), quien se ha destacado por rescatar y hacer visible la identidad llanera, es el elegido. “Actualmente su desafío es la fundición del bronce y colabora con varios artistas en la creación de modelos que adornan ciudades como Barranquilla, Bogotá, Boyacá y Santa Marta. En Arauca ha realizado algunos monumentos y trabajos temáticos para malecones y un bioparque que se desarrolla en Tame. Sus obras también se han expuesto en diferentes salas en Bogotá, como Casa Cuadrada, Barcú, la Bienal Internacional de Arte Suba y en la itinerancia nacional de los Salones BAT de Arte Popular”, así lo expresa Yeimi Alexandra Santos, comunicadora social.Esta iniciativa comprende múltiples posibilidades para los artistas. Podrán participar bajo cualquiera de las siguientes modalidades:• Una obra bidimensional (obras sobre superficie plana, pintura, grabado, fotografía, impresión digital, collage, ensamblaje, otros).• Una obra tridimensional (talla en madera o piedra, cerámica, papel maché, reciclaje o con materiales experimentales).• Una obra en otros medios (videos, performances, cuadros vivos, instalaciones, otros).• Para los tatuajes se debe enviar el diseño del tatuaje o la propuesta plasmada sobre la piel en un registro en video, fotografía u otro medio digital.• Una propuesta de una obra para realizarse en el espacio público, puede ser efímera o permanente. El artista debe enviar una maqueta de la propuesta a escala que no exceda los 60 cm de altura x 60 cm de ancho x 60 cm de profundidad. Si la propuesta es preseleccionada, se exhibirá la maqueta.• Una propuesta de Arte Urbano Responsable (pintura mural o grafiti). En este caso específico, se brindarán a los participantes las fotografías y dimensiones del lugar en donde se realizará la intervención ganadora. Los interesados en presentarse a esta categoría deberán elaborar una maqueta a escala que no exceda los 60 cm de altura x 60 cm de ancho x 60 cm de profundidad. Si la propuesta es preseleccionada, se exhibirá la maqueta.Luego de esta etapa de convocatoria, las exposiciones regionales de selección se llevarán a cabo entre 2024 y 2025, mientras que el Gran Salón se celebrará en 2025. Posteriormente, la itinerancia nacional se realizará en los principales museos y centros culturales del país desde 2025 hasta 2027. Estas exposiciones serán complementadas con actividades académicas y pedagógicas, así como producciones audiovisuales y editoriales.El proceso de inscripción y los detalles se pueden consultar a través del sitio web oficial de la Fundación BAT en www.fundacionbat.com.co.La Conferencia Episcopal de Colombia apoya la difusión de esta iniciativa, pero es directamente la Fundación BAT la que la desarrolla.Para descargar el boletín informativo, haga clic aquí.Sobre el VIII Salón BAT de Arte Popular:• El VIII Salón BAT de Arte Popular, que realiza la Fundación BAT Colombia, es la continuación de un proyecto que se inició en el año 2004 y que a lo largo de sus siete ediciones se ha constituido en la única iniciativa con impacto nacional sobre este género de la plástica en nuestro país.• El incremento tanto de los artistas que participan como del público convierten al Salón BAT de Arte Popular en una plataforma de cobertura nacional, donde los artistas y sus obras se presentan como elementos de interpretación de las dinámicas socioculturales y ambientales del país.• En la convocatoria anterior participaron artistas empíricos, artistas privados de la libertad, de los territorios PDET, víctimas del conflicto armado, recicladores, muralistas y un gran número de personas cuyo común denominador es que ven en el arte una forma de expresión, una oportunidad de mostrar la problemática ambiental de sus territorios y llamar la atención acerca de la importancia de cuidar y preservar el medio ambiente.El Salón de Arte Popular cuenta con el apoyo del Ministerio de las Culturas, las Artes y los Saberes –mediante el Programa Nacional de Concertación Cultural–, la Gobernación de Arauca, la Alcaldía Mayor de Bogotá –con la Secretaría de Cultura, Recreación y Deporte–, la Fundación Gilberto Alzate Avendaño (FUGA), la Agencia de Renovación del Territorio con los Programas de Desarrollo con Enfoque Territorial (PDET)–, el Ministerio de Justicia y del Derecho, el Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario (INPEC), el Ministerio de Comercio, Industria y Turismo –con el Fondo Nacional del Turismo (FONTUR)–, la Imprenta Nacional de Colombia y el Diario Oficial, el Museo Nacional de Colombia, la Gobernación de Bolívar, el Instituto de Cultura y Turismo de Bolívar (ICULTUR), la Conferencia Episcopal de Colombia, Fenalco, El Tiempo Casa Editorial, Servientrega, RTVC Señal Colombia y RTVC Señal Memoria, así como las secretarías e institutos de cultura y los principales museos del país.
Lun 29 Abr 2024
La Comisión de Conciliación Nacional apoyará iniciativas pastorales que impulsen la reconciliación y la paz en los territorios de Colombia
Hasta este 30 de abril, la Comisión de Conciliación Nacional (CCN) tendrá abierta una convocatoria para apoyar proyectos que tengan como propósito central ambientar o fortalecer iniciativas de reconciliación y paz en las regiones del país, por parte de instituciones de la Iglesia.Para que las propuestas presentadas durante la convocatoria puedan ser tenidas en cuenta, deben enmarcarse en cinco dimensiones centrales: reconstrucción de memoria histórica, incidencia política para la reconciliación y la paz, comunicación para la reconciliación y la paz; diálogo social y mínimos de reconciliación y paz; así como experiencias comunitarias que busquen contener afectaciones humanitarias a las poblaciones, entre ellas, desplazamiento forzado, violencia de género y reclutamiento de Niños, Niñas y Adolescentes por parte de grupos armados.La apuesta de la CCN es poder apoyar el conocimiento y la experiencia con la que ya cuentan los agentes e instituciones de la Iglesia en los territorios sobre la realidad que viven, para sumar esfuerzos efectivos que permitan mitigar los factores generadores de conflicto o disminuir su impacto. Además, para ambientar o incidir en salidas negociadas al conflicto armado. Estas propuestas deben contar con el aval verificable del obispo de la jurisdicción eclesiástica en la que se encuentre la ubicada la institución.Las propuestas presentadas deben corresponder a un monto máximo de $11.200.0000 COP (once millones doscientos mil pesos). Según ha informado la Comisión de Conciliación Nacional, aquellas que propicien procesos de reconciliación y paz desde un enfoque de género y/o cultural, tendrán mayor prioridad.Los términos y formatos específicos de la convocatoria podrán ser consultados a través de la página web www.comisiondeconciliacion.coSobre la Comisión de Conciliación Nacional (CCN)La Comisión de Conciliación Nacional es una entidad convocada y adscrita a la Conferencia Episcopal de Colombia que tiene como propósitos centrales aportar a la búsqueda de soluciones políticas al conflicto armado colombiano,ser una instancia para acompañar los esfuerzos de paz del paísyestablecer escenarios de confianza para el encuentro con diversos actores claves para la paz.Fue convocada el 4 de agosto de 1995 por el entonces Presidente de la Conferencia Episcopal de Colombia, Monseñor Pedro Rubiano Sáenz (Q.E.P.D.). Está integrada porrepresentantes de diversos sectores de la vida nacional, personalidades políticas y sociales con diversidad de pensamiento a nivel político, social, cultural e incluso religioso,lo que garantiza la heterogeneidad en el desarrollo de los objetivos de la Comisión.